************************************ Ayúdame, Señor, a ir más allá de lo convenido, de lo habitual, de lo establecido, de lo mandado y lo legal. a servir y amar con entrega generosa, con sencilla naturalidad, sin pasar factura, sin que me deban recompensar. a que aprenda a perdonar, sin guardar rencor, con total sinceridad, para que no se enraíce en mí el odio o la agresividad. a no condenar, a estar abierto para dar siempre una nueva oportunidad, para no juzgar por apariencias sino mirar en profundidad y tener un gran respeto a quien se puede equivocar. a hacer el bien a quien me pueda necesitar, siendo transparente de tu misericordia y tu bondad. Perdón, Señor… por mi sed de venganza, por mis rencores y agresividades. por mis actitudes frías y distantes por mis juicios intransigentes y mis críticas destructivas e implacables por mis faltas de atención a los que tienen necesidades. ************************************ Danos, Señor, entrañas de misericordia… para acoger, y que nadie se sienta excluido. para estar atentos a quienes son desfavorecidos. para evitar toda actitud de cerrazón y egoísmo. para que nuestros dones sean entregados y compartidos. para que el amor y la entrega venzan nuestro individualismo. para que tengamos un corazón acogedor y agradecido. para que nuestra vida esté asentada en valores sólidos y sencillos. para que ningún dolor nos pase desapercibido. para vencer el rencor, romper la espiral de violencia y no generar conflictos para que nuestro compromiso sea más concreto y efectivo Ayúdame, Señor, a amar en lugar de odiar, a crear en lugar de destruir, a perseverar en lugar de claudicar, a alabar en lugar de criticar, a curar en lugar de herir, a enseñar en lugar de esconder, a dar en lugar de robar, a actuar en lugar de aplazar, a crecer en lugar de conservar, a comprender en lugar de juzgar, a unir en lugar de separar, a bendecir en lugar de blasfemar, a compartir en lugar de almacenar, a sembrar en lugar de cosechar, a vivir en lugar de morir ... Porque tu Palabra es Palabra de vida y tu Evangelio buena noticia; porque de nada sirve, aunque se estile, poner a vestido viejo remiendo de paño nuevo y vino nuevo en odres viejos. Que deje ya de soñar en rebajas, y que no intente comprar el Reino. Que no me arrastre b ajo el peso de la ley y corra libremente impulsado por el amor. Que empiece hoy, Señor, a ser cristiano. 7º Dom. T. O. Ciclo C Cauce del amor de Dios Tu misericordia - Salomé Arricibita https://youtu.be/URTIZP2-m4Y PERDONAD. Los conflictos, los desencuentros, las discordias e incluso los enfrentamientos… forman parte de las relaciones humanas. La forma de afrontarlos define nuestra manera de ser, marca nuestro estilo de ser persona. Lo primero que nos “sale” cuando alguien nos hace daño es responder de manera agresiva, guardar rencor, intentar vengar la ofensa… No es fácil hacer un ejercicio de autodominio, reflexión y “distanciamiento” para ver que el mal no se puede superar nunca yendo por el mismo camino. Que es necesario romper con la espiral de violencia con gestos que muestren que no respondemos con la misma moneda, que puede haber formas que ayuden a dar pasos para restaurar las relaciones deterioradas. El ejemplo de David con Saúl muestra ese camino. Puedo traer a la memoria experiencias de conflictos, tensión, enfrentamientos…, a personas “con las que no me hablo” o me han hecho daño ¿puedo dar algún pequeño paso de acercamiento, de perdonar ofensas, de olvidar agravios, superar rencores, eliminar rechazos…? Puedo rezar pidiendo a Dios que me ayude a descubrir cómo avanzar por ese camino. SED MISERICORDIOSOS. Es la actitud que más nos asemeja a Dios, expresión de su modo de ser y de actuar. Implica mirar en profundidad para ver detrás de cada acción a la persona y en ella la imagen de Dios. Implica “abajarnos” para ponernos en su situación y vislumbrar por qué actúa como actúa. Implica dar nuevas oportunidades y acercarnos de manera afectiva y efectiva. Implica ayudar a sacar lo mejor que uno lleva dentro. Implica la paciencia para dar una nueva oportunidad … Sólo quien tiene “entrañas de misericordia” va construyendo un mundo de relaciones mejor y más auténtico. ¿Qué rasgos de “misericordia” hay en mis relaciones con los demás? AMAD. Dice el refrán: “haz el bien y no mires a quién” y la coplilla popular: “Querer a quien no te quiera, a eso llamo yo querer. Porque querer a quien te quiera, se llama corresponder. Y eso lo hace cualquiera”. Jesús nos invita a ir más allá de lo “lógico”, lo habitual, lo que es común, lo que es “natural”. Parece decirnos: no te quedes a mitad de camino, amando a unos sí y a otros no, según tu conveniencia. Que tu misión sea dar amor, dar cariño, dar sin más. Como el sol que da luz y calor sin calcular, como la lluvia que cae en cualquier lugar, como la rosa que da su perfume sin preguntar quien se acerca a quien lo bien a disfrutar… El “despropósito” de amor que nos propone Jesús tiene como fundamento el amor “desproporcionado” de Dios que es incondicional. Soy cauce del amor de Dios que quiere que fluya a través de mí y llegue a todos los lugares donde vivo. ¿Cómo y dónde soy cauce del amor de Dios? ¿Qué puedo hacer para que a través de mi llegue a los demás? Padre misericordioso, con tu amor nos llenas de gracia a cada uno por igual, enséñanos a amar profundamente para construir fraternidad. Inspíranos audacia, fortaleza y creatividad para desarrollar estructuras solidarias donde nadie pase necesidad.
Lectura del primer libro de Samuel (26,2. 7-9. 12-13 Lectura del primer libro de Samuel (26,2.7-9.12-13.22-23): En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David. David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David: «Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe.» Pero David replicó: «¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor.» David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo. David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó: «Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor.»
Salmo 102,1-2.3-4.8.10.12-13 R/. El Señor es compasivo y misericordioso Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R/. Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles. R/. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,45-49): El primer hombre, Adán, fue un ser animado. El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»