Domingo XXX del Tiempo Ordinario Ciclo B Domingo XXX del Tiempo Ordinario «Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos»
Primera Lectura Daniel 12,1-3 1 En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. 2 Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno. 3 Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Entonces se salvará tu pueblo» El género apocalíptico tuvo su época de florecimiento allá por los años que van del siglo II antes de Cristo al siglo II después de Cristo. Nace en momentos de persecución y de hostilidad; en momentos de crisis y de grandes dificultades nacionales. Los justos, los fieles son perseguidos, atormentados; el mundo malvado se esfuerza por borrarles de la superficie de la tierra.
trata de consolar al fiel perseguido por su adhesión a Dios. En esos momentos críticos, en los que parece que hasta el cielo enmudece y Dios olvida a los suyos, el autor sagrado emplea un lenguaje especial y con palabras de singular colorido, trata de consolar al fiel perseguido por su adhesión a Dios. Es el momento de revelar el plan divino a todos escondido. En el se habla del reino de Dios y del reino de las tinieblas; de la oposición encarnizada que el segundo ofrece al primero; de las tribulaciones que hay que sufrir; del resultado final de la lucha.
Precederá a todo esto un periodo de grandes angustias, El reino de Dios triunfa; desbarata, hasta aniquilarlo, al reino del dragón, de la bestia. Precederá a todo esto un periodo de grandes angustias, de tribulaciones y persecuciones que no admite comparación. Los fieles que se han mantenido adheridos a la fe del Señor serán recompensados. La muerte no tiene dominio sobre ellos. Estarán siempre con Dios. Son los sabios, los que han enseñado a otros a practicar la justicia. La palabra de Dios se mantendrá firme hasta el fin. Benditos ellos, que han perseverado.
Salmo 16(15) 5.8.9-10.11 5 El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! 8 Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. 9 Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: 10 porque no me entregarás la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. 11 Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.
«Protégeme, Dios mío, que me refugio en tí» Fundamentalmente es un salmo de súplica, una petición: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Pronto, sin embargo, prorrumpe en sentidos afectos de confianza y de adhesión total a Dios. Dios, es todo para él: su suerte, su heredad, su copa ¡Qué hermoso!
y de su eternidad. No morirá; no puede entregarlo a la corrupción. En Dios experimenta el salmista seguridad, serenidad, gozo, plenitud de alegría. En él no hay sombra de muerte. El salmista ha intuido con claridad que unido a Dios, participa de su misma bienaventuranza y de su eternidad. No morirá; no puede entregarlo a la corrupción. En Dios se encuentra la plenitud de gozo y la alegría perpetua. En él no hay fin ni término. Cristo lo sancionará y la garantizará en su propia persona (Hch 2, 31): no fue entregado a la corrupción; supero la muerte; recibió la plenitud del gozo. Eso es lo que aguarda a todo fiel.
Segunda Lectura Hebreos 10,11-14.18 11 Cada sacerdote se presenta diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado. 12 Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, 13 donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies. 14 Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica. 18 Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados» Ahí están los sacerdotes, de todos los tiempos, en actitud constante de ofrecer sacrificios, uno tras otro sin llegar nunca jamás a una satisfacción plena. El pecado persiste, no logran borrar el pecado de raíz. Siempre ofreciendo, nunca borrando. Así todos los sacerdotes antes de Cristo.
Cristo, en cambio, con un solo sacrificio, ha logrado aniquilar por siempre jamás el pecado. Con este acto borró Cristo todos los delitos que alejaban al hombre de Dios. El oficio de ofrecer sacrificios ha cesado. El sacrificio de Cristo -pasión, muerte- lo ha conducido a la exaltación. Después del sacrificio y por el sacrificio es elevado a la gloria de Dios. Cristo realizó ya su obra. Ya no ofrece más. Intercede sí ante Dios, pues tiene un poder ilimitado ante él.
Lectura del Santo Evangelio Marcos 13,24-32 24 En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, 25 las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. 26 Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. 27 Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. 28 Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. 29 Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. 30 Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.» Gloria a Ti, Señor Jesús Palabra de Dios
«Cuando vean ustedes suceder esto, sepan que Él está cerca, a la puerta» En este discurso escatológico Cristo nos anuncia el fin, de la catástrofe que se cierne sobre Jerusalén y la nación judía y también del fin y de la catástrofe que se cierne sobre el mundo que nos rodea.
Por otra, hay que estar siempre en estado de vigilancia, Jesús invita a la atención y la vigilancia. Por una parte, hay que prestar atención a las señales. Por otra, hay que estar siempre en estado de vigilancia, pues aunque el fin tarde, es seguro que llegará. Cristo lo ha dicho. Sus palabras no pueden fallar. Los tiempos tendrán un fin. Dios le ha señalado un término. El universo entero temblará. Es que ha llegado el fin. La voz de Dios las trajo a la existencia. La voz de Dios las conmoverá.
han perseverado en su amistad. Cristo viene a recogerlos. Antes, sin embargo, tendrá lugar una gran tribulación, cual no la hubo nunca. De ella habla el Apocalipsis. Habrá persecuciones, angustias, tormentos, terrores. Como remate de todo ello, la revelación del Hijo del Hombre, que viene sobre las nubes con gran poder y majestad. Es cosa cierta que Cristo ha de venir, como Salvador y Juez. Señor del universo, vendrá a salvar a los suyos. son suyos, le pertenecen. Han sufrido las tribulaciones y, con todo, han perseverado en su amistad. Cristo viene a recogerlos.
Gracias Señor por tu Palabra purificadora, que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.
La tierra de la Ciudad Eterna. La tierra donde todo es eterno. La tierra donde brilla Dios en su plenitud. La tierra de la paz que no conoce la guerra. La tierra donde habita Aquel que se encarnó. La tierra donde todo es familia y felicidad. ¡VIVIRÉ CADA DÍA, SEÑOR! Sabiendo que, un día más, es un día menos Un día más en el mundo, pero un día menos para estar cerca de Ti Un día más para hacer el bien y un día menos en el intento de haber cambiado Un día más para emplearme a fondo o un día menos para buscar lo eterno Sabiendo que, al final, y como buen final me aguardas y me esperas Tú. Amén ¡VIVIRÉ CADA DÍA, SEÑOR! Como si fuera el primero, y a la vez, el último de mi existencia. Dándote gracias, por lo mucho que me das, y soportando, las pequeñas cruces que –grandes o diminutas- caen sobre mi hombro Sentiré cada día, Señor tu fuerza que me empuja y me levanta tu poder que es más grande que toda mi debilidad tu presencia, que me garantiza un futuro tus promesas, que me animan en mis ideales. Daré gracias a tu nombre, Señor porque, tu Palabra, me habla de un final feliz de cosecha abundante y rica de premio merecido a quién hizo buen combate de una primavera eterna, después de este invierno. Como el vigilante que guarda un gran tesoro Como el vigilante que, ante el horizonte, grita una y otra vez: ¡Tierra a la vista! Oración: P. Javier Leoz
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