Basílica del Santo Sepulcro Domingo vigésimo cuarto Ciclo B Basílica del Santo Sepulcro Domingo vigésimo cuarto del Tiempo Ordinario 16 de septiembre 2018 Música: Canto de la Pasión

JESÚS ES EL MESIAS SUFRIENTE 1a lectura: El tercer Cántico del Servidor, de Isaías, sirvió a los discípulos para entender los sufrimientos de Jesús. Salmo 114: El salmo no solo evoca la Muerte de Jesús, sino su vida Pascual de Resucitado «entre los que viven». 2a Lectura: La Carta de san Jaime nos habla de una FE que ha de llegar a los pobres, sino no sirve de nada, está muerta. Evangelio: Cuando los discípulos reconocen a Jesús como Mesías, él les habla del sufrimiento que le espera, no solo a El, sino a todos los que le quieran seguir. El Amor pasa por la Cruz, antes de convertirse en VIDA.

Plano de la iglesia del Santo Sepulcro Acompañando los textos del Mesías sufriente, enconytraréis 4 capillas del Santo Sepulcro, dedicadas a: “les vestiduras” que quitaron a Jesús; los “improperios” que recibió; el gesto del centurión, “Longinos”, que atravesó su costado; y la dicha de “la cárcel” Tumba Calvario Entrada Las imágenes corresponden a las cuatro círculos en rojo

El salmo 114 es uno de los salmos de la Cena Pascual (ss El salmo 114 es uno de los salmos de la Cena Pascual (ss. 112-117) que nos hace repetir, ya en este mundo, la Fe en la Resurrección, cuando, después de morir, «continuaremos caminando entre los que viven» : - Dios escucha nuestras plegarias. Dios está a nuestro lado, cuando sufrimos. Dios es COMPASIVO, por esto salva a los débiles. Dios no deja que nuestros ojos es hundan inútilmente en el llanto, sino que nos da la Vida.

Hacia la capilla de“Longinos”, a la derecha, detalle roca Calvario Is 50,5-9ª El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me aplastaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Capilla “Longinos” al fondo Salmo 114 Capilla “Longinos” al fondo Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Capilla “Longinos” Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre el Señor, «Señor, salva mi vida».

Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Capilla dicha de los “improperios” (Bajo el altar columna de flagelación ¿?) Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó.

Hacia Capilla “Vestiduras” Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Capilla de cuando le quitaron las “Vestiduras” Jm 2,14-18 ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no le dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe».

Capilla del recuerdo de la prisión Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Capilla del recuerdo de la prisión

Conjunto capilla prisión Mc 8, 27-35 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».

Original: Joan Ramírez (+) Imágenes, lecturas, música, comentarios (versión catalana y castellana) : Regina Goberna. Traducción al neerlandés : Ben Van Vossel Traducción al italiano: Ramon Julià Traducción al euskera: Periko Alkain Traducción al portugués: Ze Manel Marquespereira Traducción al francés: Àngel Casas Vídeo: Esther Lozano