Lección 2 para el 14 de octubre de 2017

Aunque por la dureza del corazón (Marcos 10:5) el antiguo pacto está expresado en términos de bendiciones y maldiciones según se cumpla o no la ley; los hombres que vivieron bajo ese pacto recibían la salvación por su fe en el Cordero de Dios que iba a morir en su lugar.

Los cristianos judíos querían que los cristianos gentiles guardaran todas las leyes transmitidas a través de Moisés (y también las tradiciones farisaicas). En el Antiguo Testamento, Dios ordenó el cumplimiento de varios tipos de leyes:

Para los fariseos, la salvación no se podía obtener sin una estricta observancia de la ley. “Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1) En su carta a los Romanos, Pablo quiso dejar bien claro que la salvación es un don gratuito que Dios da al hombre que tiene fe en el sacrificio expiatorio de Jesús. Pablo enseñaba que ni siquiera la observancia fiel de los diez mandamientos puede ayudarnos en nada con respecto a la salvación, pero deben ser observados como la ley moral eterna.

Gracias a la acción del Espíritu Santo, el conflicto sobre la observancia de las leyes y tradiciones judías que podía haber destruido a la naciente iglesia, se resolvió de una manera maravillosa. Los fariseos expusieron su punto de vista sobre la conveniencia de que los conversos gentiles observaran las leyes del Antiguo Testamento. Pablo y Bernabé, apoyados por Pedro, informaron sobre la conversión de los gentiles al evangelio y defendieron su posición respecto a no imponerles cargas judaizantes. Hubo un diálogo abierto en la asamblea y se llegó a una conclusión que beneficiaba a todos. Aunque los creyentes judíos no debían imponer sus reglas y tradiciones a los gentiles, el concilio quería que los gentiles no hicieran cosas que pudieran ser consideradas ofensivas por los judíos que estaban unidos a ellos en Jesús.

“El concilio que decidió este caso estaba compuesto por los apóstoles y maestros que se habían destacado en levantar iglesias cristianas judías y gentiles, con delegados escogidos de diversos lugares. Estaban presentes los ancianos de Jerusalén y los diputados de Antioquía, y estaban representadas las iglesias de más influencia. El concilio procedió de acuerdo con los dictados de un juicio iluminado, y con la dignidad de una iglesia establecida por la voluntad divina. Como resultado de sus deliberaciones, todos vieron que Dios mismo había resuelto la cuestión en disputa concediendo a los gentiles el Espíritu Santo; y comprendieron que a ellos les correspondía seguir la dirección del Espíritu” Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles, p. 159

A pesar del consejo emanado de la asamblea de Jerusalén, algunos maestros siguieron insistiendo en sus puntos de vista, creando así graves disensiones en las iglesias. Pablo, en sus cartas a los Gálatas y a los Romanos, hizo frente a estos movimientos instruyendo a las iglesias para que no cayeran en esos errores.

Busquemos la inspiración del Espíritu Santo para que nos ayude a no imponer a los demás opiniones personales que no son básicas para la salvación y a mantenernos firmes y sin vacilar en las creencias bíblicas fundamentales.

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