Fiebre Dorada

Hace muchos años en las selvas colombianas vivía un leñador, muy trabajador, el cual ganaba el sustento diario talando y vendiendo la madera, la cual alimentaba el fuego que calentaba a las familias del pueblo más cercano.

Un día en medio de su trabajo se dio cuenta de que la áreas aledañas a su cabaña escaseaban de madera, pues a lo largo de arduos años de trabajo la habían talado, por lo que opto por adentrarse en el bosque más de lo habitual, explorando zonas desconocidas, las cuales, según los viejos y sabios de los pueblos, no era aconsejable frecuentar.

Sin embargo, con hacha en mano, se aventuró hacia lo profundo, descubriendo a su paso parajes rocosos y llenos de cavernas y grutas de aspecto fantasmal. Al percatase de la escases de vegetación, y por consiguiente, de trabajo, decidió volver, pero grande fue la sorpresa al darse cuenta de que sus huellas fueron borradas, y que a pesar de utilizar sus habilidades innatas como rastreador no consiguió encontrar la forma de retornar hacia su casa.

Pronto oscureció, y huir de las creaturas que asechaban la noche era su gran prioridad y cuando encontró la gruta más cercana se refugió. Tropezó y su hacha calló en una grieta, al tratar de recuperarla, hallo un baúl, lindo y ornamentado con relieves y detalles pintorescos, y grande fue la sorpresa cuando lo abrió, pues encontró dos hachas, una de oro y la otra era la suya, vieja y oxidada debido a tantos años brindándole sus servicios al leñador. Una voz gruesa que venía desde las entrañas de la caverna se anunció y dijo:

-Escoge tu hacha, la cual es tu amiga y sustento, y revelare el camino a casa, pero escoge la otra, la de oro puro y eso será lo único que veras por toda la eternidad.

Su codicia y ganas de riqueza eran más grandes que las ganas de retornar a esa humilde cabaña. Sin pensarlo dos veces eligió la de oro. De inmediato esta se comenzó a fundir e inexplicablemente, el oro en plena fusión callo en sus ojos causándole un gran dolor y convirtiendo sus ojos en un par de esferas doradas y resplandecientes.

Debido a su ceguera jamás encontró el camino de regreso, y actualmente vaga en la soledad de las cavernas. Siempre que alguien se aventura en las ponzoñosas grutas rocosas, está condenado a ver sus ojos dorados en la oscuridad, mucho piensan que son animalillos y creaturas nocturnas, pero quienes conocen la historia, saben en el acto que se trata del leñador tratando de salir de allí.