“Entiende la Trinidad quien vive la caridad” San Agustín Santísima Trinidad. Juan 3, 16-18. 18 de mayo de 2008

Entiende la Trinidad, quien ofrece amistad, quien construye humanidad, quien cultiva el perdón, quien promueve solidaridad, quien lucha por la justicia, quien acompaña en procesos de liberación, quien no vive para sí mism@, quien se gasta por l@s demás, quien es capaz de dar vida y dar la vida.

Los tres versículos que leemos forman parte de la entrevista nocturna entre Jesús y Nicodemo (Jn 3,1-21). Nicodemo es fariseo, pertenece al grupo judío que busca la perfección personal en la estricta observancia de la Ley. A este hombre dominado por la Ley, Jesús le habla de otra Realidad, de otro mundo, de otra perspectiva, de nacer de nuevo, del amor de Dios...

16Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios es amor. El amor es la única definición que podemos entender y experimentar acerca de Dios. Un amor singular y personal, un amor a la vez universal. Dios nos ama tanto que nos da lo que más quiere, a su propio Hijo, para que nadie quede al margen de su voluntad salvífica. Para que el mundo entero, y cada un@ de nosotr@s, tenga vida auténtica, plena, libre, eterna, una vida que no puede ser amenazada ni vencida por la muerte.

17Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él. La salvación es creer en Jesús. Creer en Él es tener vida eterna, vivir ya, desde ahora, algo nuevo y definitivo. En las palabras y obras de Jesús conocemos cómo es Dios: amor, acogida, comprensión y ternura. Que por nuestras palabras y nuestras obras conozcan a Jesús.

18El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La oferta de vida eterna siempre está abierta, para tod@s. La fe es la respuesta con la que libremente acogemos ese don gratuito. La fe debe llevarnos a ser personas compasivas y misericordiosas, como el Dios en quien creemos. La verdad que nos transmite Jesús no es sólo cuestión de aceptación, sino de práctica, de tarea diaria, de firmeza en nuestro compromiso de ser testimonio del Dios de la Vida.

¿Quién eres tú, Dios mío. Dime tu Nombre. No sé tu Nombre ¿Quién eres tú, Dios mío? Dime tu Nombre. No sé tu Nombre. Eres el que contagias vida, como el Padre/Madre que crea, como el Hijo que comparte, como el Espíritu que abraza. Tú eres la Luz, Tú eres la Pasión, Tú eres el Amor, siempre y en todo el amor. Comunión trinitaria, abrazo que funde y que libera. Te acercas y me das tu Nombre. Siento en mí la corriente de tu Vida, Alguien me dice Hij@ a cada instante y siento también un deseo irresistible de gritar por encima de mis fuerzas: ¡¡PADRE/MADRE!! DIME TU NOMBRE