12º Dom. T. O. Ciclo C ¿Quién soy yo para ti?  ATENCIÓN A LA MIRADA. Veo muchas cosas, pero no siempre me entero de lo que pasa junto a mí. Poner atención a la mirada es darme cuenta en quién me fijo, a qué o a quién hago caso, qué es lo que me llama la atención, dónde están las cosas y las personas que me importan… A veces desviamos la mirada (con despiste mal disimulado) cuando no queremos ver a alguien o cuando es una situación que no queremos afrontar porque nos molesta, nos cuestiona, nos interpela… Otras veces, miramos con intención, fijamos la mirada porque algo nos atrae, nos agrada, nos conviene… “Me mirarán a mí, a quien traspasaron”, dice el profeta Zacarías. Miro a Jesús y qué veo en él, en qué me fijo de su vida, de lo que dijo, lo que hizo, lo que predicó… ¿En qué o quién fijo mi mirada? ¿De quién o de qué la aparto? (A veces decimos: “no quiero ni mirarlo”). ¿Quiénes son hoy los “traspasados” por situaciones de violencia, injusticia, pobreza, dolor… que necesitan ser mirados, atendidos, acompañados? En la vida diaria hay muchos momentos para desviar la mirada o para detenerla con atención en momentos problemáticos o difíciles. A veces la cobardía, la comodidad, la falta de compromiso… llevan a no querer mirar la realidad cuando es dura. ¿Se puede comprender el seguimiento de Jesús cerrando los ojos al sufrimiento ajeno?  UNA RESPUESTA INELUDIBLE. ¿Quién soy yo para ti?, me pregunta Jesús. Y no vale una respuesta aprendida, o lo que dice el catecismo, lo que he leído en los libros, lo que otros me han dicho… La respuesta que espera Jesús no es algo intelectual, racional, de definición perfectamente elaborada, superficial, indiferente… Espera una respuesta personal y vital que refleje lo que me da felicidad y sentido. Porque la respuesta que dé marcará mi forma de vivir, de pensar, de hablar, de actuar… ¿Qué imagen tengo de Jesús: el de la teología, el del cine, el del arte…? ¿Es simplemente un profeta más? Es decir, ¿un hombre excepcional que ofrece un estilo de vida, unos valores, una nueva visión del mundo y la sociedad? ¿Es el sentido de mi vida, el eje en torno al cual gira todo? Dice el evangelista Lucas que en un tiempo dedicado a la oración, Jesús pregunta por su identidad? Puedo dedicar un tiempo prolongado de oración y compartir con Jesús quién es él para mí. También puede hoy preguntarme Jesús “¿quién dice la gente que sois vosotros, mis seguidores?” porque la imagen que perciban de nosotros será también un buen termómetro para medir nuestra relación con Jesús.  ATREVERSE A PERDER PARA GANAR. Seguir a Jesús es estar dispuestos a aceptar el camino seguido por él, que no siempre es fácil y sencillo. Comporta riesgo, decisiones firmes, opciones valientes, pérdidas “por su causa”, renunciar a ponerse uno como centro y criterio de actuación, asumir las dificultades y contratiempos. No se trata de hacer heroicidades, sino permanecer fiel en las dificultades cotidianas, en los problemas, sufrimientos y tristezas que acarrea la vida. Aprender a perder para ganar… por el bien de la vida conyugal o comunitaria, para crear concordia y paz, para favorecer al más débil, al que no puede o no llega. Ceder para que otro pueda expresar su palabra, callar para evitar una reacción peor, pactar para poder avanzar… porque se ama. ¿Puedo hacer alguna renuncia en función de un bien mayor o mejor? Dices, ‘ven a mí’. Yo me resisto, pregunto, quiero plantear un calendario, un precio, una tasa. Hasta que bajo los brazos, abandono las pegas y me fío de tu llamada. Entonces descubro quién eres. Eres espacio seguro donde me sé en casa. Eres mi tierra, mi descanso, mi paga, el abrazo que me envuelve, la caricia que me sana. Eres palabra que ofrece un camino y eres silencio que calma. Eres fuerza sin violencia, fiesta sin ausentes, bienaventuranza. Eres, en mi luto, danza en la paz, refugio, en la noche, llama Eres en mi nada, todo. Tú eres mi única batalla. [J.M.R.O.] Enséñame como tú sabes. Llévame a tu ritmo por los caminos del Padre y por esas veredas marginales que tanto te atraen. Cuando en tu vida toda encuentre el sentido para los trozos de mi vida rota; cuando en tu sufrimiento y en tu cruz descubra el valor de todas las cruces; cuando haga de tu causa mi causa; cuando ya no busque salvarme sino perderme en tus quereres…, entonces, Jesús, vuelve a preguntarme: Y tú, ¿quién dices que soy yo? [F.U.] Salomé Arricibita. Sígueme Ayúdame, Señor a comprender tu verdadera identidad, quién eres para mí y darte una respuesta personal, más allá de lo que otros me dicen o de lo que acostumbro a escuchar. Tú me pides que hable desde la experiencia y con sinceridad para transmitir a otros dónde te llego a encontrar Clarifica mi mirada para saber contemplar y descubrir en ti la fuente de mi felicidad. Ayúdame, Señor, a asumir lo que tú me invitas a practicar: vaciarme para llenarme, perder para ganar, dar para enriquecerme, servir para amar, abajarme para elevarme, callar para comunicar, descentrarme para ubicarme, desvivirme para entregar. Ayúdame, Señor, a ser fuerte en la adversidad y a aprender de ti en ella a ser fiel hasta el final. Perdón, Señor… -por vivir nuestra fe de manera superficial y rutinaria; por el poco esfuerzo para hacerla viva y personalizada. -porque nos cuesta asumir una fe encarnada, que tiene que ponerse en práctica en las situaciones concretas de nuestra vida diaria. -por establecer diferencias y crear distancias. -por desviar la mirada ante situaciones dolorosas que exigen nuestra presencia cercana. ****************************** Aumenta, Señor, nuestra fe…  para que sea un encuentro vivo más allá de todo lo aprendido.  para que sea más sólida, más madura, más respetuosa con todo lo que es distinto.  para que esté siempre en búsqueda y en camino para llegar a encontrar aquello que nos da sentido.  para estar cercanos a los que viven situaciones de dolor, sufrimiento o se sienten apartados y excluidos.  para saber acoger con misericordia y con cariño, para ser testigos de tu Reino y vivir comprometidos.

Lectura de la profecía de Zacarías (12,10-11;13,1): Así dice el Señor: «Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.» Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas. Salmo 62 R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/ Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,26-29): Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-24): Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»