En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: ‘¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?’ Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: ‘Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe...

Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como estos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazaba a los niños, y los bendecía imponiéndoles las manos.

En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues así te ha parecido bien.

¡Me gustaría tanto ser escolapio!

Por ellos Y para ellos Por ellos Y para ellos Por ellos Y para ellos Por ellos Y para ellos

Me gustaría ser escolapio y robar las pesadillas a todos los niños. Acercarme con cuidado para no despertarles, y con el estilete de mi sonrisa, asustar sus demonios de ojos grandes y gesto feo.

Me gustaría ser escolapio para susurrar en la conciencia de los niños que tienen un Padre bueno en el cielo. Y también les contaría de paso, que María es el nombre de su madre que también anda por allá, y por acá, ¡ojo!

Me gustaría ser escolapio para poder ponerme cerquita de su mesa de trabajo y, ¡hacer plastilina con ellos! Crearíamos monstruos de papel que se arrugan; me auparía a la grupa de su caballo de palos y dirigiría el vuelo de aviones que surcan mi espacio aéreo sin miedo.

Me gustaría ser escolapio para poner una sonrisa en la familia del panadero, en la del médico y la del carpintero. Jugaríamos a crecer juntos; unas veces a base de saltos y evitando obstáculos, otras, correríamos con los patines calle abajo. Y el domingo, descansaríamos.

Me gustaría ser escolapio para pedir la vez a la madre inmigrante que arrulla a su polluelo mojadito y salado. Mis brazos serían cuna y mis ojos sus lunas. Y le cantaría la nana que me cantó mi abuela y que aprendió tan bien mi madre. Y así, inmigrante, criatura y yo aprenderíamos a convivir al son de canciones y arrumacos... Chhhhsss, bajemos el volumen que al morenito lo hechizaron mis lunas y mis nanas...

Me gustaría ser escolapio para ser un ladrón de guante blanco; y robar el gusano feo del hambre en la tripa de tantos pequeños (y grandes). Tomaría mi caña y ensartaría al gusanito en el anzuelo de la educación.

Me gustaría ser escolapio porque los niños necesitan calcio.

Voy a cocinarles gustosos platos de oración bien sencilla, con su pedacito de evangelio, su salsa de canciones y una pizca litúrgica bien troceadita. Y mientras coman con ganas, sus huesos se robustecerán como piedras. ¡Y sus almas!

Y les enseñaré que a mí todo me lo enseñaron. Y les diré lo que pedí prestado para hablar de todo. Y eso sí, ¡nunca les engañaré con jarabes amargos!

Me gustaría ser escolapio para refrescar la memoria de tantos niños y jóvenes que no recuerdan para qué han sido creados.

Recorrería día y noche, sin descanso, con mi cubo y mi vasito, dando de beber, y quizá, en algún castillo, besaré a príncipes y princesas dormidos... ¡descubrirán quiénes son y para qué están!

Me gustaría ser escolapio Me gustaría ser escolapio y acudir al gimnasio a diario. Y cuando llegase a estar como un armario, protegería las espaldas de Jesús de los hombres que no dejan pasar a los niños para que los bendiga. ¡Vaya si empujaría!

Me gustaría ser escolapio y adiestrarme como un sabueso policía. Buscaría y buscaría entre las gentes a niños que escondan panes y peces. Y los tomaría de la mano y los escoltaría con la sirena de mi canto ‘a toda pastilla’. Y con los panes, Jesús haría sus cuentas: ‘dos más cinco igual a cinco mil’ ¡Esto lo sabe hasta uno de infantil!

Me gustaría ser escolapio para ofrecer el hombro a tantos jóvenes que lloran solos en los bancos de su parque imaginario. Y al dejar resbalar sus lágrimas sobre mi cuerpo, las coleccionaría en un lugar de mi pecho donde dispongo de un hondo pozo.

Y cuando tengan sed, les daré a beber el agua de lluvia de sus desencantos, sus dudas, sus miedos y sus fracasos, ¡y crecerán lozanos! ¡vaya si crecerán con esta agua de lluvia!

Me gustaría ser escolapio para vivir con otros que les gustara ser escolapios. Y nos alimentaríamos juntos y así, cuando uno se cansa se pone a rueda y seguimos pedaleando juntos. E inventaríamos sueños para todos los niños; acomodaríamos nuestros hombros para los jóvenes; y nos enseñaríamos técnicas de vuelo para enseñarlas a todos, pequeños y grandes.Respiraríamos el mismo aire y nos reiríamos de los mismos chistes. Y yo les querría tanto porque les gusta ser escolapios como a mí.

Me gustaría ser escolapio Me gustaría ser escolapio para no dejar nunca de ser niño y, porque al fin y al cabo, no sé ser otra cosa que ser escolapio, ¡qué le voy a hacer!

Me gustaría ser escolapio y serlo como San José de Calasanz, ¡así de escolapio!¡Me gustaría tanto ser escolapio!

Al P. Ramón Barberá y a Miguel Bau ¡ESCOLAPIOS!

En el corazón de los escolapios, los niños jugarán…