La Ascensi ó n es como el desarrollo del acontecimiento de la Pascua, su plenitud, que todav í a « madurará » m á s con el env í o del Esp í ritu.

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Transcripción de la presentación:

La Ascensi ó n es como el desarrollo del acontecimiento de la Pascua, su plenitud, que todav í a « madurará » m á s con el env í o del Esp í ritu. La Ascensi ó n es como el desarrollo del acontecimiento de la Pascua, su plenitud, que todav í a « madurará » m á s con el env í o del Esp í ritu.

Pascua, Ascensión y Pentecostés no son unos hechos aislados, sucesivos, que conmemoramos con la oportuna fiesta anual. Son un ú nico y din á mico movimiento de salvaci ó n que ha sucedido en Cristo, nuestra Cabeza, y que se nos va comunicando en la celebraci ó n pascual de cada a ñ o. Se pueden leer con provecho los n ú meros que el Catecismo dedica a la Ascensi ó n del Se ñ or: CIC

Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, ilumina nuestro entendimiento y mueve nuestra voluntad, para que podamos estar bien dispuestos a acercarnos y escuchar la Palabra de Vida que nos hace entrar en comuni ó n con Cristo y participar de su glorificaci ó n. Amen Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, ilumina nuestro entendimiento y mueve nuestra voluntad, para que podamos estar bien dispuestos a acercarnos y escuchar la Palabra de Vida que nos hace entrar en comuni ó n con Cristo y participar de su glorificaci ó n. Amen

Hechos 1,1-11 : PRIMERALECTURA:

Hoy escuchamos dos veces el relato de la Ascensi ó n. Primero, en boca de Lucas, que lo cuenta al inicio del libro de los Hechos. Y en el evangelio de Mateo, que es el evangelista de este ciclo A, en su ú ltimo cap í tulo, con las consignas de despedida de Jes ú s (aunque no se refiera expresamente a la Ascensi ó n). Podr í amos decir que la Ascensi ó n es « punto de llegada » de la misi ó n de Jes ú s (el evangelio) y « punto de partida » de la misi ó n de la Iglesia (el libro de los Hechos). Hoy escuchamos dos veces el relato de la Ascensi ó n. Primero, en boca de Lucas, que lo cuenta al inicio del libro de los Hechos. Y en el evangelio de Mateo, que es el evangelista de este ciclo A, en su ú ltimo cap í tulo, con las consignas de despedida de Jes ú s (aunque no se refiera expresamente a la Ascensi ó n). Podr í amos decir que la Ascensi ó n es « punto de llegada » de la misi ó n de Jes ú s (el evangelio) y « punto de partida » de la misi ó n de la Iglesia (el libro de los Hechos).

En los Hechos dice Lucas que Jes ú s estuvo cuarenta d í as hablando con sus disc í pulos del Reino de Dios y prometi é ndoles su Esp í ritu. Entonces « l o vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista ». Unos á ngeles les aseguraron que el mismo Se ñ or volver í a al final de los tiempos. Jes ú s no niega que va a restaurar el reino de Israel; o sea no niega que el reino de Dios tendr á una realizaci ó n material; pero afirma que a los creyentes no les es l í cito hacer c á lculos concretos. La plenitud del reino de Dios vendr á cuando Dios quiera y en los momentos menos esperados. En los Hechos dice Lucas que Jes ú s estuvo cuarenta d í as hablando con sus disc í pulos del Reino de Dios y prometi é ndoles su Esp í ritu. Entonces « l o vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista ». Unos á ngeles les aseguraron que el mismo Se ñ or volver í a al final de los tiempos. Jes ú s no niega que va a restaurar el reino de Israel; o sea no niega que el reino de Dios tendr á una realizaci ó n material; pero afirma que a los creyentes no les es l í cito hacer c á lculos concretos. La plenitud del reino de Dios vendr á cuando Dios quiera y en los momentos menos esperados.

Sal. 47 (46) SalmoResponsorial:

El salmo 47(46) no puede ser m á s adecuado para hoy. Invita a los pueblos a batir palmas porque " Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas ". El salmista lo dec í a de Yahv é, con ocasi ó n de alguna victoria. Nosotros, despu é s de la Pascua del Se ñ or, lo cantamos con entusiasmo confesando nuestra fe en la victoria de Cristo Jes ú s.

Este salmo pertenece al llamado grupo de « entronización de Dios como rey ». Tienen como trasfondo las entronizaciones reales de los antiguos pueblos babil ó nicos. M á s tarde se insertaron en el culto de Dios como Rey del Pueblo. Y posteriormente se ampli ó su sentido al considerar a Dios como rey universal de todos los pueblos. Es el ú nico texto donde se dice que « Dios sube ». As í en 2Samuel 6, sube el arca; en Ezequiel. 11, 23 sube la gloria de Dios, y en Números 9, 21 sube la nube. Este salmo pertenece al llamado grupo de « entronización de Dios como rey ». Tienen como trasfondo las entronizaciones reales de los antiguos pueblos babil ó nicos. M á s tarde se insertaron en el culto de Dios como Rey del Pueblo. Y posteriormente se ampli ó su sentido al considerar a Dios como rey universal de todos los pueblos. Es el ú nico texto donde se dice que « Dios sube ». As í en 2Samuel 6, sube el arca; en Ezequiel. 11, 23 sube la gloria de Dios, y en Números 9, 21 sube la nube.

Cuando se trata de Dios, lo normal es decir que « baja ». Por eso hay que buscar un significado especial. Subir de Egipto o salir de Egipto significa la gran subida de Israel desde la esclavitud a la tierra de la libertad. Con ellos subi ó Dios, el Se ñ or. Dios asciende con el Pueblo, aunque antes haya tenido que bajar (Éxodo 3, 8). Es Dios quien baja a buscarnos al pa í s de las de nuestras esclavitudes y nos sube hacia la tierra e la libertad. En nosotros encontramos lo m á s bajo de nuestras esclavitudes. En Dios alcanzamos las cimas m á s altas de nuestra libertad. Cuando se trata de Dios, lo normal es decir que « baja ». Por eso hay que buscar un significado especial. Subir de Egipto o salir de Egipto significa la gran subida de Israel desde la esclavitud a la tierra de la libertad. Con ellos subi ó Dios, el Se ñ or. Dios asciende con el Pueblo, aunque antes haya tenido que bajar (Éxodo 3, 8). Es Dios quien baja a buscarnos al pa í s de las de nuestras esclavitudes y nos sube hacia la tierra e la libertad. En nosotros encontramos lo m á s bajo de nuestras esclavitudes. En Dios alcanzamos las cimas m á s altas de nuestra libertad.

Efesios: 1,17-23 : SEGUNDALECTURA:

Pablo, en su carta a la comunidad de É feso (actual Turqu í a), les desea que sepan comprender en profundidad el misterio de Cristo y la " extraordinaria grandeza del poder " que despleg ó Dios en Cristo, " resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo ". Ese Cristo es ahora Cabeza y plenitud de la Iglesia y del cosmos entero.

El pasaje est á ciertamente bien elegido para la solemnidad que celebramos: es el himno cristol ó gico, el c á ntico de alabanza a Dios con el que da comienzo la carta de Pablo a los Efesios. La Ascensi ó n de Cristo supone el dominio definitivo sobre todo lo que amenaza a la existencia humana. La iglesia, por tanto, debe asociarse a todas las tareas en favor del hombre. El pasaje est á ciertamente bien elegido para la solemnidad que celebramos: es el himno cristol ó gico, el c á ntico de alabanza a Dios con el que da comienzo la carta de Pablo a los Efesios. La Ascensi ó n de Cristo supone el dominio definitivo sobre todo lo que amenaza a la existencia humana. La iglesia, por tanto, debe asociarse a todas las tareas en favor del hombre.

Mateo: 28,16-20 : EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO:

(cfr. Marcos 16,14-20; Lucas 24,36-49; Juan 20,19-23; Hechos de los Apóstoles 1,7s)

16 Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. 17 Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. 18 Jesús se acercó y les habló: –Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. 16 Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. 17 Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. 18 Jesús se acercó y les habló: –Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra.

19 Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 20 y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. 19 Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 20 y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor jESÚS

El triunfo de Jesús La comunidad cristiana se alegra con el triunfo de su Se ñ or y Cabeza. Jes ú s es glorificado. Ha cumplido su misi ó n y ahora ha alcanzado la plenitud, tambi é n en cuanto Hombre, junto al Padre. El triunfo de Jesús La comunidad cristiana se alegra con el triunfo de su Se ñ or y Cabeza. Jes ú s es glorificado. Ha cumplido su misi ó n y ahora ha alcanzado la plenitud, tambi é n en cuanto Hombre, junto al Padre.

El Catecismo describe así el misterio: la Ascensión significa que Jesús "participa en su humanidad en el poder y la autoridad del mismo Dios" (CIC 668) y que se ha convertido en Señor del cosmos y de la historia y de la Iglesia.

«Subir», o la «Ascensión», supone una concepción no histórico-geográfica de la localización del cielo con respecto a la tierra, sino un símbolo de la glorificación plena del Señor Resucitado. También lo decimos en el Credo: «subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios».

Celebramos el triunfo de Cristo Jes ú s, a la derecha del Padre, en el puesto de honor, constituido Juez y Se ñ or y Mediador universal. Ahora podemos entender mejor, desde la Pascua cumplida, el misterio de Jes ú s. Podemos admirar, como quiere Pablo, « la fuerza poderosa que ha desplegado el Padre resucitando a Jesús » y constituy é ndolo superior a todo. Celebramos el triunfo de Cristo Jes ú s, a la derecha del Padre, en el puesto de honor, constituido Juez y Se ñ or y Mediador universal. Ahora podemos entender mejor, desde la Pascua cumplida, el misterio de Jes ú s. Podemos admirar, como quiere Pablo, « la fuerza poderosa que ha desplegado el Padre resucitando a Jesús » y constituy é ndolo superior a todo.

Podemos hacer nuestras las expresiones de entusiasmo del prefacio, en el que damos gracias a Dios

« porque Jesús el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, ha ascendido hoy ante el asombro de los ángeles a lo más alto del cielo, como mediador entre Dios y los hombres, como juez de vivos y muertos ».

Nunca conoceremos del todo la profundidad del misterio de Cristo. Pero tenemos en esta Pascua, ahora completada por la Ascensi ó n, y el domingo que viene por la venida del Esp í ritu, motivos abundantes de alegr í a y fiesta, y tambi é n para dar sentido y motivaci ó n a nuestra vida de seguimiento de ese Cristo Jes ú s que ha triunfado y que nos comunicar á a su debido tiempo su mismo destino a nosotros:

« ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino » (prefacio I).

Inicio de la Misi ó n El triunfo de Jes ú s, que es tambi é n nuestro triunfo, es a la vez el inicio de la misi ó n por parte de su comunidad a trav é s de los siglos. La comunidad no se queda « mirando al cielo », sino que baja a la ciudad, por encargo de los á ngeles. Inicio de la Misi ó n El triunfo de Jes ú s, que es tambi é n nuestro triunfo, es a la vez el inicio de la misi ó n por parte de su comunidad a trav é s de los siglos. La comunidad no se queda « mirando al cielo », sino que baja a la ciudad, por encargo de los á ngeles.

Quedarse mirando al cielo es m á s c ó modo. Como lo era para Pedro y sus compa ñ eros levantar tres tiendas y quedarse en la luz del monte Tabor. Pero la tarea est á en « el valle », en la vida de cada día. Quedarse mirando al cielo es m á s c ó modo. Como lo era para Pedro y sus compa ñ eros levantar tres tiendas y quedarse en la luz del monte Tabor. Pero la tarea est á en « el valle », en la vida de cada día.

La Ascensi ó n es para Jes ú s el punto de llegada triunfal. Para su comunidad, el punto de partida, el comienzo de su camino misionero desde Galilea y Jerusal é n hasta los confines del mundo. Como Jes ú s fue el aut é ntico testigo de Dios en su vida terrena, ahora lo debe ser su comunidad, hasta el final de los siglos. La Ascensi ó n es para Jes ú s el punto de llegada triunfal. Para su comunidad, el punto de partida, el comienzo de su camino misionero desde Galilea y Jerusal é n hasta los confines del mundo. Como Jes ú s fue el aut é ntico testigo de Dios en su vida terrena, ahora lo debe ser su comunidad, hasta el final de los siglos.

Esta misi ó n parece un paralelo de la que recibi ó Abrah á n, partiendo de su ciudad a un destino para é l entonces desconocido. La promesa que al patriarca se le hizo, de que todas las naciones ser í an bendecidas en é l, s ó lo se ve que se cumpla ahora, con la comunidad del Resucitado enviada a todo el mundo. Esta misi ó n parece un paralelo de la que recibi ó Abrah á n, partiendo de su ciudad a un destino para é l entonces desconocido. La promesa que al patriarca se le hizo, de que todas las naciones ser í an bendecidas en é l, s ó lo se ve que se cumpla ahora, con la comunidad del Resucitado enviada a todo el mundo.

El encargo no es nada f á cil, como se sigue demostrando en la historia pasada y en la presente. Los cristianos somos testigos de Cristo en el mundo y se nos encomienda la tarea de: a) la evangelizaci ó n, predicando la Buena Noticia, convenciendo a las personas de cada generaci ó n de que se agreguen al grupo de seguidores de Jes ú s; b) la celebraci ó n de los sacramentos, comenzando desde el Bautismo; y c) la construcci ó n de un mundo mejor, ense ñ ando a los dem á s, sobre todo con nuestro propio ejemplo, a guardar el mismo estilo de vida que nos ense ñó Jes ú s. El encargo no es nada f á cil, como se sigue demostrando en la historia pasada y en la presente. Los cristianos somos testigos de Cristo en el mundo y se nos encomienda la tarea de: a) la evangelizaci ó n, predicando la Buena Noticia, convenciendo a las personas de cada generaci ó n de que se agreguen al grupo de seguidores de Jes ú s; b) la celebraci ó n de los sacramentos, comenzando desde el Bautismo; y c) la construcci ó n de un mundo mejor, ense ñ ando a los dem á s, sobre todo con nuestro propio ejemplo, a guardar el mismo estilo de vida que nos ense ñó Jes ú s.

En rigor, el libro de los Hechos no tiene último capítulo: lo tendrá al final de los tiempos, cuando concluya la misión de la comunidad del Señor. En rigor, el libro de los Hechos no tiene último capítulo: lo tendrá al final de los tiempos, cuando concluya la misión de la comunidad del Señor.

Una doble presencia y garant í a Eso s í, hay una doble garant í a para que una comunidad d é bil como la nuestra pueda realizar esa misi ó n. Ante todo, la presencia y la ayuda del mismo Se ñ or Resucitado, que prometi ó que estar í a con nosotros « todos los días hasta el fin del mundo » (ant í fona de comuni ó n, tomada precisamente del evangelio de Mateo), porque, como dice el prefacio I de la Ascensi ó n, « no se ha ido para desentenderse de este mundo ". Una doble presencia y garant í a Eso s í, hay una doble garant í a para que una comunidad d é bil como la nuestra pueda realizar esa misi ó n. Ante todo, la presencia y la ayuda del mismo Se ñ or Resucitado, que prometi ó que estar í a con nosotros « todos los días hasta el fin del mundo » (ant í fona de comuni ó n, tomada precisamente del evangelio de Mateo), porque, como dice el prefacio I de la Ascensi ó n, « no se ha ido para desentenderse de este mundo ".

La Ascensión no es anuncio de una " ausencia", sino de una «presencia misteriosa e invisible », más real incluso que la física o geográfica que tenía Jesús antes de su Pascua. Estará presente a su comunidad todos los días, hasta el fin del mundo. Si el evangelio daba comienzo con el anuncio del « Dios-con-nosotros » (Mateo 1, 25), el Emmanuel y Mesías, ahora termina con el « yo- estoy-con-ustedes » (Mateo 28, 20) del Resucitado, que se extiende « todos los días, hasta el fin del mundo ». La Ascensión no es anuncio de una " ausencia", sino de una «presencia misteriosa e invisible », más real incluso que la física o geográfica que tenía Jesús antes de su Pascua. Estará presente a su comunidad todos los días, hasta el fin del mundo. Si el evangelio daba comienzo con el anuncio del « Dios-con-nosotros » (Mateo 1, 25), el Emmanuel y Mesías, ahora termina con el « yo- estoy-con-ustedes » (Mateo 28, 20) del Resucitado, que se extiende « todos los días, hasta el fin del mundo ».

Adem á s, hay otro protagonista, tambi é n invisible, que acompa ñ a esta tarea de la Iglesia, el Esp í ritu, a quien Jes ú s ha prometido como « fuerza de lo alto » y cuya venida sobre la Iglesia celebraremos de un modo especial el domingo que viene. Las ú ltimas palabras de Jes ú s, seg ú n los Hechos, antes de ser elevado al cielo, fueron: « cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo ». Un prefacio de la Ascensión afirma que Jesús « ahora intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu » (prefacio III). Adem á s, hay otro protagonista, tambi é n invisible, que acompa ñ a esta tarea de la Iglesia, el Esp í ritu, a quien Jes ú s ha prometido como « fuerza de lo alto » y cuya venida sobre la Iglesia celebraremos de un modo especial el domingo que viene. Las ú ltimas palabras de Jes ú s, seg ú n los Hechos, antes de ser elevado al cielo, fueron: « cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo ». Un prefacio de la Ascensión afirma que Jesús « ahora intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu » (prefacio III).

Con alegr í a y esperanza Lo importante es que cada uno de nosotros, miembros de la comunidad de Jes ú s y del Esp í ritu, realicemos esa misi ó n, en medio de circunstancias favorables o desfavorables, en el ambiente familiar y en el profesional, con alegr í a y esperanza. Con alegr í a y esperanza Lo importante es que cada uno de nosotros, miembros de la comunidad de Jes ú s y del Esp í ritu, realicemos esa misi ó n, en medio de circunstancias favorables o desfavorables, en el ambiente familiar y en el profesional, con alegr í a y esperanza.

Con alegría, « porque la ascensión de Jesucristo es ya nuestra victoria » (oración), y porque el misterio del Cristo Resucitado ha dignificado nuestra naturaleza humana, dándole sus mejores valores: « fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad » (prefacio II), y en Cristo « nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria » (poscomunión).

No nos ha abandonado, « sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino » (prefacio). En la oraci ó n sobre las ofrendas pedimos a Dios « que la participaci ó n en este misterio eleve nuestro esp í ritu a los bienes del cielo ». Pablo quiere, en su carta, que los cristianos de É feso, junto al misterio de Cristo, entiendan tambi é n « cuál es la esperanza a la que os llama ». La Ascensi ó n es la fiesta de la esperanza. No nos ha abandonado, « sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino » (prefacio). En la oraci ó n sobre las ofrendas pedimos a Dios « que la participaci ó n en este misterio eleve nuestro esp í ritu a los bienes del cielo ». Pablo quiere, en su carta, que los cristianos de É feso, junto al misterio de Cristo, entiendan tambi é n « cuál es la esperanza a la que os llama ». La Ascensi ó n es la fiesta de la esperanza.

Es verdad que el compromiso de ser testigos de Cristo en el mundo es exigente y muchas veces comporta dificultades. Es m á s c ó modo seguir las propuestas de este mundo. Pero debe prevalecer la fidelidad a Cristo y, si surgen dificultades, la esperanza. Todos estamos incluidos en el triunfo de Cristo, aunque todav í a nos queda camino por recorrer.

En un mundo en que no abunda la esperanza, se nos pide que seamos personas ilusionadas. En medio de un mundo ego í sta, que mostre- mos un amor desinteresado. En un mundo centrado en lo inmediato y lo material, que seamos testigos de los valores que no acaban.

Y esto lo debemos realizar, no s ó lo los sacerdotes y los religiosos y los misioneros, sino todos: los padres para con los hijos y los hijos para con los padres, los mayores y los j ó venes, los pol í ticos y escritores cristianos, los maestros y los educadores.

Invitaci ó n al é xtasis Cuentan que a una tribu de indios, los Tasaday, en Filipinas, les pod í a faltar por mucho tiempo cuchillos, lanzas y arcos. Pero nunca les faltaba « éxtasis ». Esta palabra, derivada del lat í n, significa « subir más allá de lo real y ordinario ». Es cierto, nadie puede vivir sin esperanza de algo futuro y mejor. Por esta raz ó n amamos, trabajamos, luchamos. Por esta raz ó n creemos. Invitaci ó n al é xtasis Cuentan que a una tribu de indios, los Tasaday, en Filipinas, les pod í a faltar por mucho tiempo cuchillos, lanzas y arcos. Pero nunca les faltaba « éxtasis ». Esta palabra, derivada del lat í n, significa « subir más allá de lo real y ordinario ». Es cierto, nadie puede vivir sin esperanza de algo futuro y mejor. Por esta raz ó n amamos, trabajamos, luchamos. Por esta raz ó n creemos.

La fe cristiana es por lo tanto una invitaci ó n al é xtasis. Hacia all á nos empuja la virtud de la esperanza. ¿ Qui é n no aspira a un lugar donde no haya muerte, ni luto, ni llanto, ni fatigas, como dice el Apocalipsis? Cuando celebramos bien nuestra liturgia ¿ no ensayamos un poco a ese é xtasis que s ó lo tendr á su plenitud despu é s de la muerte? Porque creer sin esperar ser í a un ejercicio demasiado oneroso. Porque amar a Dios incluye, irremediablemente, una tendencia a gozar de su eterna compa ñí a. La fe cristiana es por lo tanto una invitaci ó n al é xtasis. Hacia all á nos empuja la virtud de la esperanza. ¿ Qui é n no aspira a un lugar donde no haya muerte, ni luto, ni llanto, ni fatigas, como dice el Apocalipsis? Cuando celebramos bien nuestra liturgia ¿ no ensayamos un poco a ese é xtasis que s ó lo tendr á su plenitud despu é s de la muerte? Porque creer sin esperar ser í a un ejercicio demasiado oneroso. Porque amar a Dios incluye, irremediablemente, una tendencia a gozar de su eterna compa ñí a.

Los disc í pulos del Se ñ or abandonaron muchas cosas para escuchar su Palabra y ser testigos de sus milagros. Pero su generosidad no exclu í a algo m á s. El premio que el mismo Jes ú s ofreci ó muchas veces: « Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna ». Sin embargo, la pasi ó n y muerte del Maestro hab í a derrumbado la confianza en sus disc í pulos. La mayor í a de ellos se escondieron, con excepci ó n de Pedro que se arriesg ó para protagonizar un doloroso espect á culo: la negaci ó n... Los disc í pulos del Se ñ or abandonaron muchas cosas para escuchar su Palabra y ser testigos de sus milagros. Pero su generosidad no exclu í a algo m á s. El premio que el mismo Jes ú s ofreci ó muchas veces: « Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna ». Sin embargo, la pasi ó n y muerte del Maestro hab í a derrumbado la confianza en sus disc í pulos. La mayor í a de ellos se escondieron, con excepci ó n de Pedro que se arriesg ó para protagonizar un doloroso espect á culo: la negaci ó n...

Por esto la principal tarea del Maestro, luego de la resurrecci ó n consisti ó en reunir nuevamente al grupo para reconstruir su esperanza. Ante Jes ú s, que se iba perdiendo entre las nubes, los disc í pulos se sintieron en é xtasis. Comprendieron desde el fondo del alma que, a pesar de la dureza del camino, de los guijarros que nos hieren a diario, nos aguarda un destino feliz más allá de los astros. No es hora de estar desconcertados, mirando hacia las nubes, como los ap ó stoles despu é s de la Ascensi ó n. Es hora de construir nuestra Iglesia, con toda la fuerza de nuestra convicci ó n y todo el dinamismo de nuestra esperanza. Por esto la principal tarea del Maestro, luego de la resurrecci ó n consisti ó en reunir nuevamente al grupo para reconstruir su esperanza. Ante Jes ú s, que se iba perdiendo entre las nubes, los disc í pulos se sintieron en é xtasis. Comprendieron desde el fondo del alma que, a pesar de la dureza del camino, de los guijarros que nos hieren a diario, nos aguarda un destino feliz más allá de los astros. No es hora de estar desconcertados, mirando hacia las nubes, como los ap ó stoles despu é s de la Ascensi ó n. Es hora de construir nuestra Iglesia, con toda la fuerza de nuestra convicci ó n y todo el dinamismo de nuestra esperanza.

Señor Jesús que tu Iglesia cumpla con fidelidad su misi ó n de escuchar y anunciar tu Palabra y la manifieste con su testimonio. Que todos nosotros, sinti é ndonos miembros activos de la Comunidad Cristiana, anunciemos el Evangelio en nuestro ambientes con decisi ó n y firmeza. Que, aceptando la misi ó n que T ú nos ofreces, la llevemos a buen t é rmino en palabras y obras. T ú, Se ñ or, eres nuestra gloria y nuestro orgullo. Señor Jesús que tu Iglesia cumpla con fidelidad su misi ó n de escuchar y anunciar tu Palabra y la manifieste con su testimonio. Que todos nosotros, sinti é ndonos miembros activos de la Comunidad Cristiana, anunciemos el Evangelio en nuestro ambientes con decisi ó n y firmeza. Que, aceptando la misi ó n que T ú nos ofreces, la llevemos a buen t é rmino en palabras y obras. T ú, Se ñ or, eres nuestra gloria y nuestro orgullo.

Nuestras manos son para aplaudirte y nuestra boca para alabarte; nuestros pies son para buscarte y nuestro coraz ó n para amarte. Nuestros d í as son para agradarte y nuestras noches son para so ñ arte. Nuestra vida es para servirte y nuestra eternidad para gozarte. Acepta, Dios nuestro, nuestra ofrenda como supremo homenaje hacia T í, Se ñ or y Due ñ o de todo el universo. Gloria al Padre y al Hijo y al Esp í ritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Nuestras manos son para aplaudirte y nuestra boca para alabarte; nuestros pies son para buscarte y nuestro coraz ó n para amarte. Nuestros d í as son para agradarte y nuestras noches son para so ñ arte. Nuestra vida es para servirte y nuestra eternidad para gozarte. Acepta, Dios nuestro, nuestra ofrenda como supremo homenaje hacia T í, Se ñ or y Due ñ o de todo el universo. Gloria al Padre y al Hijo y al Esp í ritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén

En medio, la Eucarist í a Esta comunidad que camina en tensi ó n escatol ó gica, entre la Ascensi ó n y la vuelta definitiva de Jes ú s, concentra su vivencia de fe en la Eucarist í a: « cada vez que comen... proclaman la muerte del Señor hasta que vuelva » (1Corintios 11,26). En cada Eucarist í a recordamos la Pascua primera de Cristo, la que sucedi ó en Jerusal é n hace dos mil a ñ os; anticipamos ya la Pascua final, definitiva, al final de la historia; y, mientras tanto, nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre, que es el memorial de las dos Pascuas, la pasada y la futura. En medio, la Eucarist í a Esta comunidad que camina en tensi ó n escatol ó gica, entre la Ascensi ó n y la vuelta definitiva de Jes ú s, concentra su vivencia de fe en la Eucarist í a: « cada vez que comen... proclaman la muerte del Señor hasta que vuelva » (1Corintios 11,26). En cada Eucarist í a recordamos la Pascua primera de Cristo, la que sucedi ó en Jerusal é n hace dos mil a ñ os; anticipamos ya la Pascua final, definitiva, al final de la historia; y, mientras tanto, nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre, que es el memorial de las dos Pascuas, la pasada y la futura.

En la Eucarist í a es donde m á s concretamente « experimentamos », desde la fe, la presencia viva del Resucitado: en la comunidad, en el presidente que es su imagen personal, en la proclamaci ó n de la Palabra, y sobre todo en la mesa eucar í stica, en la que participamos del Cuerpo y Sangre de ese Cristo que ha vencido a la muerte y nos comunica cada vez su vida de Resucitado como garant í a y prenda de nuestra futura resurrecci ó n y vida plena.

« El que come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá vida eterna: yo le resucitaré el último día ». Con la consecuencia de que tambi é n fuera de la celebraci ó n, en la vida de cada d í a, sabremos descubrir la presencia del Se ñ or, por ejemplo en la persona del pr ó jimo, sobre todo de los que sufren o tienen hambre o est á n enfermos, para que podamos o í r la alentadora palabra final del Juez: « a mí me lo hicieron ».

El « pueden ir en paz » conclusivo de cada celebraci ó n es el env í o a la vida, « para que cada uno regrese a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo a Dios » (IGMR. 90).

« Hubo un tiempo en que el Señor reinaba sólo sobre pocos hombres; ahora reina sobre los paganos, es rey de toda la tierra; un día será todo para todos » (Or í genes). « Debemos tener en nuestro espíritu la ciudad de Jerusalén, contemplándola en alto, teniendo puestos los ojos en su belleza: es la capital del Rey de los siglos; donde todo es inmutable, donde nada pasa, donde todas las bellezas se mantienen incorruptas. Contempladla para así llegar cada día con afecto a hacerla realidad en nuestros hermanos y así llegar al Reino de los cielos » (San Juan Crisóstomo). « Hubo un tiempo en que el Señor reinaba sólo sobre pocos hombres; ahora reina sobre los paganos, es rey de toda la tierra; un día será todo para todos » (Or í genes). « Debemos tener en nuestro espíritu la ciudad de Jerusalén, contemplándola en alto, teniendo puestos los ojos en su belleza: es la capital del Rey de los siglos; donde todo es inmutable, donde nada pasa, donde todas las bellezas se mantienen incorruptas. Contempladla para así llegar cada día con afecto a hacerla realidad en nuestros hermanos y así llegar al Reino de los cielos » (San Juan Crisóstomo).

Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1 º. ¿ Est á mi coraz ó n abierto a la alabanza? 2 º. ¿ Dedico tiempo a la oraci ó n de acci ó n de gracias? 3 º. ¿ Tiene mi comunidad un talante de gozo y de j ú bilo? 4 º. ¿ Perciben los de fuera que las personas consagradas al Se ñ or son las m á s alegres y felices? Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1 º. ¿ Est á mi coraz ó n abierto a la alabanza? 2 º. ¿ Dedico tiempo a la oraci ó n de acci ó n de gracias? 3 º. ¿ Tiene mi comunidad un talante de gozo y de j ú bilo? 4 º. ¿ Perciben los de fuera que las personas consagradas al Se ñ or son las m á s alegres y felices?

P. Carlos Pabón Cárdenas, Eudista