“Amigos”, permanezcan en mi amor (Jn 15,14), Dejen todo y síganme (Cf. Mt 19,27). Sed uno (Jn. 17, 21), Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt.

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Transcripción de la presentación:

“Amigos”, permanezcan en mi amor (Jn 15,14), Dejen todo y síganme (Cf. Mt 19,27). Sed uno (Jn. 17, 21), Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt. 28, 19 – 20), Apacienten mi rebaño (Cf. Jn. 21, ) Den su vida ( Cf. Jn. 10, 11).

ESPIRITUALIDAD CRISTIANA. FORMA DE VIDA APOSTÓLICA Misión local y hacia todas las gentes. Ir con El. Hacer discípulos para El. Comunión fraterna. Unirnos en El. Seguimiento de Cristo y configuración con El. Vivir con El y como El.

1. - cristiana”, –“Encarnada” – “Eclesial” 2.La “espiritualidad diocesana”: es el camino y los medios propios de una Iglesia particular para lograr, en el Espíritu, su santificación y la de sus miembros.

La espiritualidad de esta diócesis es: Camino Medios Estilo de vida propios para santificarse

nos ayuda a: 1.Vivir, como hijos y hermanos, en la Diócesis, 2.Aprovechar la Diócesis como fuente, estímulo, camino de crecimiento en el Espíritu, de santificación personal y comunitaria. 3.Construir la Diócesis, 4.Integrar diversas espiritualidades.

tenemos una realidad “propia”: Una identidad y situación personal particular. Un don especial recibido en el sacramento del Orden, que nos ha constituido en ministros de Cristo Cabeza, Pastor y Esposo, para el servicio de la Iglesia. Una pertenencia y vinculación especial con nuestra Iglesia particular. Vivimos en ella y con ella. Vivimos de ella y por ella. Vivimos nuestra Iglesia particular. Una dedicación pastoral a la Iglesia particular y una misión pastoral concreta, encomendada, que se desarrolla en ella y al servicio de ella. Vivimos la caridad pastoral en, con, por, como y a partir de la Iglesia particular.

CARIDAD PASTORAL 1.El seguimiento y la configuración personal con Cristo Cabeza, Pastor y Esposo. 3. Ejercicio santificante del ministerio pastoral en la Iglesia particular y hacia todas las gentes. 2. La comunión y la ayuda fraterna en el presbiterio diocesano: 4. Vivir la espiritualidad de la propia Diócesis. EUCARISTÍA

SEGUIMOS A CRISTO PASTOR Y NOS CONFIGURAMOS CON ÉL La fuente y el modelo con el cual nos configuramos: Cristo Pastor, Cabeza y Esposo. Vivimos “ como los Ap ó stoles con Jes ú s ”. Vivimos con El, como El y por El. El proceso de seguimiento: discipulado pastoral en el encuentro con Cristo, conversi ó n, comuni ó n, solidaridad y misi ó n. Colaboramos a la acci ó n del Esp í ritu, con generosidad evang é lica, seg ú n la gracia recibida por el sacramento del Orden, seg ú n las circunstancias concretas de nuestra Iglesia particular y seg ú n nuestra identidad, vida y misi ó n de pastores. El camino: vivir con El, en una uni ó n de amistad creciente; vivir como El, asumiendo su Evangelio, criterios, actitudes, sentimientos y estilo de vida. Vivir de El, para que su Esp í ritu nos transforme en signos personales del Buen Pastor. El medio principal de seguimiento: la caridad pastoral de comuni ó n y donaci ó n en servicio a Dios y a los hermanos. Con base en ella, vivimos con gozo la pobreza evang é lica, la castidad consagrada y la obediencia apost ó lica. El espacio y ambiente de seguimiento: en, con, por y para la propia Iglesia particular, en comuni ó n con la Iglesia universal. Medida: con generosidad evang é lica manifestada en la dedicaci ó n plena y en la disponibilidad misionera.

En el seguimiento, radical y con generosidad evang é lica, de Cristo Pastor, y mediante esos pasos de configuraci ó n con El, nos santificamos personalmente: nos unimos m á s a El, nos nutrimos m á s de su vida nueva, se aviva nuestra caridad pastoral Vivirmos y obramos con El, como El y por El en su Iglesia.

VIVIMOS LA COMUNIÓN Y AYUDA FRATERNAS Como hijos y hermanos en la Iglesia particular. Viviendo como triplemente hermanos con el Obispo, los Presb í teros y los Di á conos de nuestra Iglesia particular. En obediencia y comuni ó n con nuestro Obispo: como hijos, hermanos, amigos y colaboradores sinceros suyos. Ayudando a fortalecer la familia de los pastores: el presbiterio diocesano. Viviendo la comuni ó n fraterna con diversas expresiones y en los diversos niveles de presbiterio diocesano, vicar í a for á nea, grupo sacerdotal, amistad sacerdotal, etc., en sinton í a con la propia Iglesia particular. Trabajando en corresponsabilidad pastoral con los otros hermanos del clero. Con adecuada integraci ó n y generosa colaboraci ó n pastoral en la pastoral org á nica y de conjunto diocesanas.

En la comuni ó n y ayuda fraternas, y mediante ellas, logramos crecer integralmente. La aut é ntica, afectiva y efectiva vivencia de la fraternidad sacramental: nos une m á s a Cristo - que nos espera en el hermano-, nos alimenta con dones a trav é s de ellos, nos hace madurar en la caridad y nos ayuda al cumplimientio fiel y fructuoso del ministerio. Nos santificamos no a pesar de relacionarnos con los hermanos, sino solo mediante la comuni ó n fraterna con ellos. Esto lo hemos de vivir, ante todo, en el presbiterio diocesano.

NOS SANTIFICAMOS EN, CON Y MEDIANTE NUESTRO MINISTERIO PASTORAL El medio principal: asumiendo nuestro ministerio pastoral como fuente, alimento, y motor de nuestra propia santificaci ó n. Cada actividad ministerial bien realizada nos une con Dios, nos nutre de su gracia, perfecciona nuestra caridad pastoral y nos configura con Cristo Pastor. La forma de ejercer el ministerio: de manera aut é ntica, con caridad pastoral y en el Esp í ritu. En y para la Iglesia particular, seg ú n la vida y pastoral diocesana, conforme a nuestra misi ó n de pastores y a la realidad de nuestras comunidades. En comunión y corresponsabilidad con el Obispo y con los dem á s pastores. En comuni ó n con nuestros hermanos laicos y a su servicio, en comunidades y sectores concretos.

Cada acci ó n ministerial puede ser “ camino y paso ” de uni ó n con Dios, para “ vivir con El ”, para permanecer en su amor, para ser cada d í a m á s su amigo, tener su presencia y lograr la progresiva identificaci ó n con El, de manera que suceda como en San Pablo: ya no soy yo quien vivo, es Cristo que vive en m í. Cada acci ó n ministerial puede ser “ fuente, est í mulo y motor ” para aumentar y perfeccionar nuestra caridad pastoral. Cada d í a seremos y obraremos mejor como pastores, con el Buen Pastor, como El y por El. Cada acci ó n ministerial puede ser “ alimento ” que nutre nuestra vida cristiana, nos configura cada d í a m á s con la vida, el estilo, la mente, el coraz ó n, los sentimientos y la misi ó n de Cristo. Cuando nos preparamos, preparamos, realizamos bien y vivimos el ministerio:

De, en, con, como, “Es necesario que el sacerdote tenga la conciencia de que su «estar en una Iglesia particular» constituye, por su propia naturaleza, un elemento calificativo para vivir una espiritualidad cristiana. Por ello, el presbítero encuentra, precisamente en su pertenencia y dedicación a la Iglesia particular, una fuente de significados, de criterios de discernimiento y de acción, que configuran tanto su misión pastoral, como su vida espiritual… La pertenencia del sacerdote a la Iglesia particular y su dedicación, hasta el don de la propia vida, para la edificación de la Iglesia —«in persona Christi», Cabeza y Pastor—, al servicio de toda la comunidad cristiana, en cordial y filial relación con el Obispo, han de ser favorecidas por todo carisma que forme parte de una existencia sacerdotal o esté cercano a la misma (PDV 31).

la viviremos y la manifestaremos con: 1.El sentido de pertenencia, el aprecio, la identificación y el compromiso con la propia Iglesia particular. 2.La colaboración en el discernimiento y la puesta en práctica de los elementos propios de la espiritualidad de nuestra Diócesis. 3.La colaboración con nuestra Iglesia particular para que alimente e integre los caminos de espiritualidad de los fieles cristianos y de sus comunidades eclesiales; y para que ayude a integrar y armonizar los diversos carismas, servicios y ministerios. 4.La comunión en la Palabra, en los sacramentos y con la vida de la comunidad diocesana.

5.La comunión y colaboración con el Obispo, con los presbíteros, con los diáconos y con nuestros demás hermanos en la Diócesis y en nuestra comunidad local. 6.La participación en la pastoral de la diócesis, aprovechando los organismos eclesiales que nos corresponden y poniendo al servicio de la comunidad parroquial y diocesana los dones y carismas, personales y comunitarios. 7.La comunión con la Iglesia universal y la cooperación misionera a la evangelización universal, con prioridad a la misión ad gentes. 8.La colaboración para que nuestra comunidad eclesial y nuestra Diócesis cada día sean efectivamente santas avanzando en su unión con Dios, en perfeccionar su caridad y en vivir en plenitud la vida cristiana (Cf. LG 40).

Cooperar en la evangelización hacia todas las gentes «El don espiritual que los presbíteros recibieron en la ordenación no los prepara a una misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación "hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8), pues cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles» (PO 10; RMI 67; Directorio para el Ministerio y vida de los presbíteros 14). Esta vocación universal es, también, esencial en la vida y misión de la Iglesia particular. … Se sigue de esto que la vida espiritual de los sacerdotes debe estar profundamente marcada por el anhelo y el dinamismo misionero. Corresponde a ellos, en el ejercicio del ministerio y en el testimonio de su vida, plasmar la comunidad que se les ha confiado para que sea una comunidad auténticamente misionera. (Cf. PDV 32).