Los Diez Mandamientos.

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Transcripción de la presentación:

Los Diez Mandamientos

A la pregunta del jo- ven rico a Jesús acer- ca de lo que debe ha- cer para conseguir la vida eterna, Jesús le responde que debe guardar los mandamientos. Seguir a Jesús implica cumplir los manda- mientos. La Ley no es abolida. El hombre es invitado a encontrarla en el Divino Maestro, que la realiza perfectamen- te en si mismo y revela su pleno significado.

Jesús interpreta la Ley a la luz del do- ble y único manda- miento de la cari – dad, que es su ple- nitud. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu cora- zón, con toda tu alma y con toda tu mente…” “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De es- tos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” ( Mateo 22,37-40 ).

Decálogo significa “las diez palabras” que recogen la Ley dada por Dios al pueblo de Israel durante la Alianza hecha por medio de Moisés. El Decálogo, al presentar los mandamientos del amor a Dios ( los tres primeros ) y al prójimo ( los otros siete ), traza, para el pueblo elegido y para cada uno en particu- lar, el camino de una vida liberada de la esclavitud del pecado.

El Decálogo se comprende a la luz de la Alianza, en la que Dios se revela, dando a conocer su voluntad. Al guardar los mandamien- tos, el pueblo expresa su pertenencia a Dios, y res- ponde con gratitud a su i- niciativa de amor.

Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia ha reconocido en el Decá- logo una importancia y un significado fun- damentales. Los cristianos están obligados a observarlo.

Los diez mandamien- tos constituyen un to- do orgánico e indiso – ciable, porque cada mandamiento remi- te a los demás y a to- do el Decálogo. Transgredir un man- damiento es como quebrantar toda la Ley.

El Decálogo obliga gravemente porque enuncia los deberes fundamentales del hombre para con Dios y para con el prójimo.

Sí, es posible cumplir el Decálogo, porque Cristo, sin el cual nada podemos hacer, nos hace capaces de ello con el don del Espíritu Santo y de la gracia.

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas

Primer Mandamiento: Yo soy el Señor tu Dios, amarás a Dios sobre todas las cosas

La afirmación : “Yo soy el Señor tu Dios” impli- ca para el fiel guardar y poner en práctica las tres virtudes teolo- gales y evitar los pecados que se oponen a ellas. La fe cree en Dios y rechaza todo lo que le es contrario con la duda voluntaria, la incre- dulidad, la herejía, la apostasía y el cisma. La esperanza aguarda la bienaventurada visión de Dios y su ayuda, evitando la deses- peración y la presunción.

La caridad ama a Dios so- bre todas las cosas y recha- za la indiferencia, la ingra- titud, la tibieza, la pereza o indolencia espiritual y el odio a Dios, que nace del orgullo.

Las palabras “Adora- rás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto” suponen adorar a Dios como Señor de to- do cuanto existe. Rendirle el culto debido individual y comunitariamente. Rezarle con expresiones de alabanza, de acción de gracias y de súplica. Ofrecerle sacrificios y mantener las prome- sas y votos que se le hacen.

Todo hombre tiene el derecho y el deber moral de buscar la verdad, especialmente en lo que se refiere a Dios y a la Iglesia. Y una vez conocida, de abra- zarla y guardarla fielmente, rindiendo a Dios un culto auténtico. En materia religiosa nadie debe ser forzado a obrar contra su conciencia, ni impedido a actuar según su conciencia.

Con el mandamiento “no ten- drás otros Dios fuera de mi” se prohibe: El politeismo y la idolatría, que diviniza a una criatura, el po – der, el dinero o al demonio. La superstición que es una desviación del culto a Dios y que se expresa bajo las formas de adivinación, magia, brujería y espiritis- mo.

La irreligión, que se manifies- ta con palabra o hechos que pretender tentar a Dios; en el sacrilegio que profana a las personas y cosas sagradas; en la simonía, que intenta comprar o vender realidades espirituales. El ateismo que rechaza la existencia de Dios. El agnosticismo, según el cual, nada se puede saber sobre Dios, y que abarca el indiferen- tismo y el ateismo práctico.

En el Antiguo Testamento, el mandato “no te harás escul- tura alguna” prohibía re – presentar a Dios, absoluta- mente trascendente. A partir de la encarnación del Verbo, el culto cristiano a las sagradas imágenes es- tá justificado. El Dios trascendente se hace visible. No se adora la imagen sino que se venera lo que representa: Cristo, la Virgen, los ángeles y los santos.

Segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano

Se respeta la santidad del Nombre de Dios invocán- dole, alabándole y glori. ficándole. Debe evitarse el abuso de apelar al Nombre de Dios para justificar un crimen y todo uso inconveniete de su Nombre. La blasfemia por su misma naturaleza es un pecado grave; la imprecación y la infide- lidad a las promesas también lo son.

Está prohibido jurar en falso, porque ello supone invocar en una causa a Dios, que es la verdad mis- ma, como testigo de una mentira.

El perjurio es hacer, ba- jo juramento, una pro- mesa con intención de no cumplirla. Violar la promesa hecha bajo juramento. Es un pecado grave con- tra Dios, que siempre es fiel a sus promesas.

Presentación en POWER-POINT realizada por Violeta Vázquez para www.oracionesydevociones.info