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Transcripción de la presentación:

Elige la velocidad de lectura La calabaza de arroz Elige la velocidad de lectura 150 palabras por minuto 180 palabras por minuto 210 palabras por minuto 250 palabras por minuto 300 palabras por minuto

Curso: 6º Lectura 3: La calabaza de arroz Velocidad: 150 ppm INICIO Había una vez una abuela que vivía en un pueblo muy pequeño rodeado de bosques. Vivía con sus hijos y nietos y era conocida por su bondad. Una mañana, la abuela fue al huerto para arrancar las malas hierbas. Los gorriones volaban felices y a la abuela le gustaba contemplarlos. Pero hay gente que no los mira igual. Un niño del pueblo esperó a que los gorriones bajaran al huerto de la abuela. Cuando daban picotazos por el suelo, lanzó una piedra con la honda e hirió a uno. La abuela vio al gorrión y lo recogió. Lo llevó a su casa y lo cuidó como si fuese uno de sus nietos. Un buen día, cuando llegaba de trabajar en los campos de arroz, la abuela vio que el gorrión estaba volando. El gorrión la miró y alzó el vuelo y se fue. Una noche desde la ventana de la casa, bajo la claridad de la luna, vio un pajarito que se acercaba. Enseguida lo reconoció, pues era el gorrión. Aterrizó en el alféizar de la ventana y dio unos saltitos hasta que tuvo la mano de la abuela a su alcance. Entonces la miró, levantó y bajó la cabecilla unas cuantas veces hasta que le dejó en la mano una semilla y se fue volando después de piar repetidamente, como para indicarle que la guardara. La abuela así lo hizo. Miró la semilla y reconoció que era de calabaza y decidió plantarla en su jardín. Cuando la calabaza ya había crecido, la abuela la cortó y cocinó su pulpa y como la encontraba muy bonita, buena y seca, la dedicó a guardar sake. El sake era un licor que envejecía bien en el interior de las calabazas, tomaba buen sabor. Así que la colgó y la dejó unos meses. Pasado ese tiempo, descolgó la calabaza. Cuando la cogió se dio cuenta de que pasaba algo raro: la calabaza pesaba mucho. La abrió poco a poco. El sake no estaba. En lugar de sake había arroz. Por eso pensaba tanto. Entonces cogió un par de tazones para cocinar para toda la familia. Cuando volvió a abrir la tapa de la calabaza aún había más arroz que antes. Bastaba que se diera la vuelta para que la calabaza volviera a estar llena. Estaba maravillada: cuanto más arroz sacaba de la calabaza, más aparecía instantáneamente. Y la familia de la abuela se convirtió en la más rica de la región.

Curso: 6º Lectura 3: La calabaza de arroz Velocidad: 180 ppm INICIO Había una vez una abuela que vivía en un pueblo muy pequeño rodeado de bosques. Vivía con sus hijos y nietos y era conocida por su bondad. Una mañana, la abuela fue al huerto para arrancar las malas hierbas. Los gorriones volaban felices y a la abuela le gustaba contemplarlos. Pero hay gente que no los mira igual. Un niño del pueblo esperó a que los gorriones bajaran al huerto de la abuela. Cuando daban picotazos por el suelo, lanzó una piedra con la honda e hirió a uno. La abuela vio al gorrión y lo recogió. Lo llevó a su casa y lo cuidó como si fuese uno de sus nietos. Un buen día, cuando llegaba de trabajar en los campos de arroz, la abuela vio que el gorrión estaba volando. El gorrión la miró y alzó el vuelo y se fue. Una noche desde la ventana de la casa, bajo la claridad de la luna, vio un pajarito que se acercaba. Enseguida lo reconoció, pues era el gorrión. Aterrizó en el alféizar de la ventana y dio unos saltitos hasta que tuvo la mano de la abuela a su alcance. Entonces la miró, levantó y bajó la cabecilla unas cuantas veces hasta que le dejó en la mano una semilla y se fue volando después de piar repetidamente, como para indicarle que la guardara. La abuela así lo hizo. Miró la semilla y reconoció que era de calabaza y decidió plantarla en su jardín. Cuando la calabaza ya había crecido, la abuela la cortó y cocinó su pulpa y como la encontraba muy bonita, buena y seca, la dedicó a guardar sake. El sake era un licor que envejecía bien en el interior de las calabazas, tomaba buen sabor. Así que la colgó y la dejó unos meses. Pasado ese tiempo, descolgó la calabaza. Cuando la cogió se dio cuenta de que pasaba algo raro: la calabaza pesaba mucho. La abrió poco a poco. El sake no estaba. En lugar de sake había arroz. Por eso pensaba tanto. Entonces cogió un par de tazones para cocinar para toda la familia. Cuando volvió a abrir la tapa de la calabaza aún había más arroz que antes. Bastaba que se diera la vuelta para que la calabaza volviera a estar llena. Estaba maravillada: cuanto más arroz sacaba de la calabaza, más aparecía instantáneamente. Y la familia de la abuela se convirtió en la más rica de la región.

Curso: 6º Lectura 3: La calabaza de arroz Velocidad: 210 ppm INICIO Había una vez una abuela que vivía en un pueblo muy pequeño rodeado de bosques. Vivía con sus hijos y nietos y era conocida por su bondad. Una mañana, la abuela fue al huerto para arrancar las malas hierbas. Los gorriones volaban felices y a la abuela le gustaba contemplarlos. Pero hay gente que no los mira igual. Un niño del pueblo esperó a que los gorriones bajaran al huerto de la abuela. Cuando daban picotazos por el suelo, lanzó una piedra con la honda e hirió a uno. La abuela vio al gorrión y lo recogió. Lo llevó a su casa y lo cuidó como si fuese uno de sus nietos. Un buen día, cuando llegaba de trabajar en los campos de arroz, la abuela vio que el gorrión estaba volando. El gorrión la miró y alzó el vuelo y se fue. Una noche desde la ventana de la casa, bajo la claridad de la luna, vio un pajarito que se acercaba. Enseguida lo reconoció, pues era el gorrión. Aterrizó en el alféizar de la ventana y dio unos saltitos hasta que tuvo la mano de la abuela a su alcance. Entonces la miró, levantó y bajó la cabecilla unas cuantas veces hasta que le dejó en la mano una semilla y se fue volando después de piar repetidamente, como para indicarle que la guardara. La abuela así lo hizo. Miró la semilla y reconoció que era de calabaza y decidió plantarla en su jardín. Cuando la calabaza ya había crecido, la abuela la cortó y cocinó su pulpa y como la encontraba muy bonita, buena y seca, la dedicó a guardar sake. El sake era un licor que envejecía bien en el interior de las calabazas, tomaba buen sabor. Así que la colgó y la dejó unos meses. Pasado ese tiempo, descolgó la calabaza. Cuando la cogió se dio cuenta de que pasaba algo raro: la calabaza pesaba mucho. La abrió poco a poco. El sake no estaba. En lugar de sake había arroz. Por eso pensaba tanto. Entonces cogió un par de tazones para cocinar para toda la familia. Cuando volvió a abrir la tapa de la calabaza aún había más arroz que antes. Bastaba que se diera la vuelta para que la calabaza volviera a estar llena. Estaba maravillada: cuanto más arroz sacaba de la calabaza, más aparecía instantáneamente. Y la familia de la abuela se convirtió en la más rica de la región.

Curso: 6º Lectura 3: La calabaza de arroz Velocidad: 250 ppm INICIO Había una vez una abuela que vivía en un pueblo muy pequeño rodeado de bosques. Vivía con sus hijos y nietos y era conocida por su bondad. Una mañana, la abuela fue al huerto para arrancar las malas hierbas. Los gorriones volaban felices y a la abuela le gustaba contemplarlos. Pero hay gente que no los mira igual. Un niño del pueblo esperó a que los gorriones bajaran al huerto de la abuela. Cuando daban picotazos por el suelo, lanzó una piedra con la honda e hirió a uno. La abuela vio al gorrión y lo recogió. Lo llevó a su casa y lo cuidó como si fuese uno de sus nietos. Un buen día, cuando llegaba de trabajar en los campos de arroz, la abuela vio que el gorrión estaba volando. El gorrión la miró y alzó el vuelo y se fue. Una noche desde la ventana de la casa, bajo la claridad de la luna, vio un pajarito que se acercaba. Enseguida lo reconoció, pues era el gorrión. Aterrizó en el alféizar de la ventana y dio unos saltitos hasta que tuvo la mano de la abuela a su alcance. Entonces la miró, levantó y bajó la cabecilla unas cuantas veces hasta que le dejó en la mano una semilla y se fue volando después de piar repetidamente, como para indicarle que la guardara. La abuela así lo hizo. Miró la semilla y reconoció que era de calabaza y decidió plantarla en su jardín. Cuando la calabaza ya había crecido, la abuela la cortó y cocinó su pulpa y como la encontraba muy bonita, buena y seca, la dedicó a guardar sake. El sake era un licor que envejecía bien en el interior de las calabazas, tomaba buen sabor. Así que la colgó y la dejó unos meses. Pasado ese tiempo, descolgó la calabaza. Cuando la cogió se dio cuenta de que pasaba algo raro: la calabaza pesaba mucho. La abrió poco a poco. El sake no estaba. En lugar de sake había arroz. Por eso pensaba tanto. Entonces cogió un par de tazones para cocinar para toda la familia. Cuando volvió a abrir la tapa de la calabaza aún había más arroz que antes. Bastaba que se diera la vuelta para que la calabaza volviera a estar llena. Estaba maravillada: cuanto más arroz sacaba de la calabaza, más aparecía instantáneamente. Y la familia de la abuela se convirtió en la más rica de la región.

Curso: 6º Lectura 3: La calabaza de arroz Velocidad: 300 ppm INICIO Había una vez una abuela que vivía en un pueblo muy pequeño rodeado de bosques. Vivía con sus hijos y nietos y era conocida por su bondad. Una mañana, la abuela fue al huerto para arrancar las malas hierbas. Los gorriones volaban felices y a la abuela le gustaba contemplarlos. Pero hay gente que no los mira igual. Un niño del pueblo esperó a que los gorriones bajaran al huerto de la abuela. Cuando daban picotazos por el suelo, lanzó una piedra con la honda e hirió a uno. La abuela vio al gorrión y lo recogió. Lo llevó a su casa y lo cuidó como si fuese uno de sus nietos. Un buen día, cuando llegaba de trabajar en los campos de arroz, la abuela vio que el gorrión estaba volando. El gorrión la miró y alzó el vuelo y se fue. Una noche desde la ventana de la casa, bajo la claridad de la luna, vio un pajarito que se acercaba. Enseguida lo reconoció, pues era el gorrión. Aterrizó en el alféizar de la ventana y dio unos saltitos hasta que tuvo la mano de la abuela a su alcance. Entonces la miró, levantó y bajó la cabecilla unas cuantas veces hasta que le dejó en la mano una semilla y se fue volando después de piar repetidamente, como para indicarle que la guardara. La abuela así lo hizo. Miró la semilla y reconoció que era de calabaza y decidió plantarla en su jardín. Cuando la calabaza ya había crecido, la abuela la cortó y cocinó su pulpa y como la encontraba muy bonita, buena y seca, la dedicó a guardar sake. El sake era un licor que envejecía bien en el interior de las calabazas, tomaba buen sabor. Así que la colgó y la dejó unos meses. Pasado ese tiempo, descolgó la calabaza. Cuando la cogió se dio cuenta de que pasaba algo raro: la calabaza pesaba mucho. La abrió poco a poco. El sake no estaba. En lugar de sake había arroz. Por eso pensaba tanto. Entonces cogió un par de tazones para cocinar para toda la familia. Cuando volvió a abrir la tapa de la calabaza aún había más arroz que antes. Bastaba que se diera la vuelta para que la calabaza volviera a estar llena. Estaba maravillada: cuanto más arroz sacaba de la calabaza, más aparecía instantáneamente. Y la familia de la abuela se convirtió en la más rica de la región.