de Solimán Reflexiones “La única iglesia verdadera es aquella que admite que no hay manera de saber a cuál denominación pertenece Dios” — Solimán “La única iglesia verdadera es aquella que admite que no hay manera de saber a cuál denominación pertenece Dios” — Solimán

Los cristianos que interpretan la Biblia literalmente, parece que no tienen la menor idea de que esa actitud

es precisamente la que más combatió Jesús en sus ataques a los fariseos de su tiempo.

Una de las más sobresalientes ironías del tan llamado movimiento fundamentalista cristiano,

es que mientras predica a Cristo, se olvida de Jesús.

Porque la realidad es que si Jesús viviera ahora, Él no sería una figura atractiva para ellos.

Jesús quiso reformar y humanizar la religión y la iglesia de su tiempo.

Él las vio como si estuvieran cayendo en manos de legalistas y moralistas de mentes estrechas y atrasadas.

Para Jesús, la religión y la iglesia se estaban transformando en orgullosas, mojigatas y castigadoras,

cuando ellas debían ser humildes, compasivas y perdonadoras.

Los fundamentalistas y moralistas de su iglesia le vilipendiaron y le condenaron

por sus acciones, por sus actitudes y por aquellas cosas que Jesús les decía.

Él se asoció con prostitutas y mantenedores de tabernas y cobradores de impuestos.

Jesús se juntó con la plebe, con la clase social considerada como la más baja y más humilde, no con los respetables miembros del clero.

Jesús fue un revolucionario en un sentido moral y no en un sentido político.

Él nos recordó que lo que es correcto o es equivocado para hacer, depende de la finalidad humana

y no de códigos legales o de edictos eclesiásticos.

Jesús fue estricto acerca de la manera como nos debemos comportar con nuestros semejantes;

pero indulgente y blando con nuestras debilidades personales.

Él prefirió a los pobres, a los parias, a los que luchaban, y con frecuencia a los pecadores,

mucho más que a los piadosos, a los respetables, a los hipócritas defensores de la ley y a los administradores del templo.

Jesús fue odiado y perseguido porque Él vio que la religión se había endurecido en ritual,

que la temprana fe de los antepasados se había vuelto fría y formal y ultra conservadora,

y que el celo de los profetas se había reemplazado por los dogmas de los sacerdotes.

Jesús se opuso irrevocablemente a los moralistas de su tiempo.

Su misión fue revitalizar y volver a humanizar la antigua iglesia, volver a despertar su pasión contra la injusticia y la opresión.

Jesús fue directo al fondo de las relaciones entre los hombres, en términos de hermandad, tolerancia, ayuda y misericordia.

Jesús no estuvo organizando o levantando iglesias, o estableciendo reglas, o condenando a sus hermanos.

Él nos estuvo mostrando, con su propio ejemplo, cómo quiere Dios que actuemos los unos con los otros.

“Esa es una lección que todavía muchos cristianos tenemos que aprender”

Paz y amor, Solimán Paz y amor, Solimán