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Misa 6 Jesucristo en la Última Cena nos decía: “En verdad, en verdad os digo que todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre, os lo dará”. ¡Qué momento.

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2 Misa 6

3 Jesucristo en la Última Cena nos decía: “En verdad, en verdad os digo que todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre, os lo dará”. ¡Qué momento más propicio para pedir en nombre del Hijo, cuando el Hijo es presentado como víctima ante los ojos del Padre! El 4º fin de la misa es el de pedir por nuestras necesida- des.

4 Se puede pedir a Dios con el corazón o con las palabras; pero el medio mejor es ofrecer un sacrificio con esa intención. Siempre ha pensado la Iglesia que el momento más propicio es la misa, donde pedimos por medio del sacrificio de Jesucristo.

5 Se cuenta en tiempos en que los emperadores romanos ya eran cristianos y residían en Constantinopla, que un obispo quería pedir algo muy difícil, que era la destrucción de todos los templos paganos en su diócesis. Era difícil pues se exponía a críticas. Cuando iban a bautizar al hijo del emperador, junto al niño puso la petición, terminando con estas palabras: “por tu hijo”. El emperador se emocionó y puso allí mismo: “Concedido”.

6 Nosotros a veces queremos pedir cosas difíciles, suponiendo que sean cosas buenas. Pero en la misa lo pedimos: Por su Hijo. Normalmente las oraciones, al menos las principales, van dirigidas a Dios Padre y terminamos: “Por tu Hijo Jesucristo”. Dios tiene que escribir: “Concedido”. Nosotros no tenemos derecho por nuestras ingratitudes; pero lo pedimos confiados en los méritos del mismo Hijo de Dios.

7 Se cuenta de un rey que tenía un hijo muy bueno y murió valientemente en la guerra. Los amigos del rey, para conseguir algo del rey, le recordaban la muerte del hijo valiente y así obtenían lo que querían. – En la misa llevamos la mejor recomendación, que es la de Jesucristo, para nuestras peticiones.

8 Las gracias que son infalibles para pedir son los bienes espirituales. También pedimos por bienes materiales, con tal de que sea para la gloria de Dios y para la salvación de las almas. La concesión efectiva de esas gracias dependerá muchas veces del grado de nuestras disposiciones.

9 En la misa no estamos solos para orar. La misa es una reunión de todos juntos. El sacerdote, aunque esté solo o con una persona, las dice con toda la Iglesia; pero especialmente las dice en nombre de todos los presentes. Unidos también con los santos y la Stma. Virgen. Pero sobre todo en el nombre de Jesús. Nunca mejor que orando en la Misa mostramos que somos un solo cuerpo, miembros de Cristo.

10 Todos unidos formando un solo cuerpo, un pueblo que en la pascua nació, Automático

11 miembros de Cristo en sangre redimidos, Iglesia peregrina de Dios.

12 somos en la tierra semilla de otro reino, somos testimonio de amor:

13 paz para las guerras y luz entre las sombras, Iglesia peregrina de Dios. Hacer CLICK

14 Sobre los frutos de la misa. La Iglesia siempre ha distinguido el fruto especialísimo, el especial, el general y el generalísimo. No tiene demasiada importancia, pero bueno es saberlo. Fruto especialísimo es el que recibe el sacerdote que está celebrando. Fruto especial es el que corresponde a la persona o personas por las que el sacerdote aplica la santa misa, que pueden ser vivos o difuntos. Este fruto se aplica en verdad, aunque en cuanto a la medida sólo Dios lo puede conocer.

15 Este fruto es cierto, a no ser que se ponga algún impedimento. Por ejemplo, si se aplica para que Fulano de tal sea un santo, pero el Fulano no quiere salir del pecado, no podemos hacer nada. Tampoco se puede aplicar por uno que esté en el infierno ni por quien esté en el cielo. Pero esto no lo podemos saber, a no ser por una gracia muy especial.

16 Y hay otro fruto más general o generalísimo, que es para toda la Iglesia por aquello de la comunión de los santos. Y esto porque toda obra buena hecha por un cristiano aprovecha en algo a todo el cuerpo místico. Mucho más tendrá que aprovechar la oblación de Cristo, que es cabeza del cuerpo místico. Hay un fruto general que es para todos los que asisten a esa misa o participan de alguna manera en esa celebración en unión con el sacerdote.

17 Hay oraciones en la misa en que se pide por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos. O se dice: “lo ofrecemos por tu santa Iglesia”. Así que toda la Iglesia participa de los frutos de la santa misa. Pero, claro, todos estos frutos dependen muchísimo de la participación activa en la misa. Porque puede ser que un sacerdote celebre con poco fervor, mientras quizá un fiel asista con una participación muy fervorosa.

18 Lo normal es que el que lleva una vasija grande traiga más agua. Pero resulta que quien tiene una vasija grande ha cogido una pequeñísima cantidad de agua, mientras que el que la tiene pequeña la ha llenado y en definitiva trae más que el que tiene la vasija grande. Se puede poner como comparación el hecho de dos que van a la fuente a recoger agua: uno lleva una vasija muy grande y otro una pequeña.

19 Se cuenta que un santo al comenzar la misa vio como en una visión que del suelo brotaba un árbol que crecía y se llenaba de flores. Estas flores iban cayendo sobre los asistentes a la misa. En las cabezas de algunos se marchitaban enseguida, pero en otros permanecían frescas y hermosas. Con lo cual Dios le dio a entender qué diferente es el fruto de la misa en unos y en otros.

20 Así que Dios va distribuyendo sus gracias según el amor que va encontrando en las personas. Donde hay caridad y amor está el Señor; pero donde hay más caridad y más amor allí estará más el Señor.

21 Donde hay caridad y amor, allí está el Señor. Automático

22 Allí está el Señor.

23 y el recuerdo del Señor,

24 celebramos su memoria y la entrega de su amor.

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26 allí está el Señor.

27 Hacer CLICK

28 Entre los frutos de la santa Misa hablábamos del fruto especial que es para quienes se aplica la misa. Esto está muy metido en la gente sencilla cristiana católica; pero conviene explicarlo. Estas personas para quienes se aplica este fruto de la misa pueden ser vivas o difuntas. Se aplica para algunas personas; pero también redunda en bien de toda la Iglesia.

29 No se puede aplicar por los condenados en el infierno, ya que no pueden recibir el fruto. Pero nosotros no podemos decir que una persona en concreto esté condenada, por muy pervertida que haya sido. Puede ser que al final haya tenido algún atisbo de arrepenti- miento y esté en el purgatorio.

30 No se puede aplicar la misa por un niño que no haya sido bautizado. Tampoco por uno que haya sido bautizado, si es verdadero niño y no ha podido cometer una falta. Se supone que estará en el cielo. Ni tampoco por adultos que ya sabemos que están en el cielo, como los santos, para que tengan una gloria mayor. Éstos tienen ya su gloria, la que hayan merecido, en el cielo para siempre.

31 Es decir, que si uno piensa aplicar tantas misas por una persona querida cuando muera, le aprovecha más aplicando las misas mientras está viva. A alguno le parecerá una cosa muy rara. Pero no es tan raro si nos atenemos a lo que han ido diciendo los papas y a la naturaleza del hecho. La misa se puede aplicar por los vivos o por los difuntos; pero es más interesante o importante aplicar la misa por los vivos que por los difuntos.

32 Decía Benedicto XV en 1921: “Hay que tener en cuenta que el fruto, que de la santa Misa perciben los hombres, aprovecha mucho más a los que viven todavía que a los difuntos, ya que a los vivos bien animados y dispuestos se les aplica de una manera más directa, más cierta y más abundante que a los difuntos”.

33 Ellos no pueden merecer nada por sí mismos. En cambio un vivo, si está en gracia de Dios, además de estos frutos, impetratorio y satisfactorio, que son para satisfacer por sus culpas y pedir por las necesidades, obtiene un aumento de la gracia santificante que, por ser meritoria, es un aumento de gloria eterna. Si está en pecado, obtiene gracia para arrepentirse. La razón principal es porque a los difuntos sólo podemos dirigir el fruto satisfactorio y quizá el impetratorio, en la medida en que Dios determine para el perdón de los pecados.

34 Decía san Anselmo, por el año 1100, que “una sola misa celebrada por las necesidades de nuestra alma, mientras vivimos, nos será más provechosa que mil celebradas después de nuestra muerte”. Quizá lo de mil sea algo figurativo; pero sí quería decir que vale muchísimo más. Y se dan varias razones para ello.

35 1- Es más meritorio desprenderse de un dinero para misas de vivo que después de difunto. Esto es para cuando la misa va a ser por uno mismo. 2- Que aumenta el mérito si oye la misa con fervor. 3- Que después de muerto se expone a que esas misas no se digan. San Leonardo de Puerto Mauricio, un gran predicador, decía que no confíen demasiado en los herederos y digamos para nosotros en vida las misas que quisiéramos que nos digan después de muertos.

36 Se cuenta de un rico comerciante de Génova que, siendo muy cristiano, al morir, prácticamente no había dejado dinero para misas para su alma. Pero vieron que tenía un cuaderno donde iba anotando las muchas misas que mandaba celebrar para sí mismo. Y tenía una nota al final que decía: “Aquel que desee el bien, hágaselas a sí mismo mientras vive y no confíe en los que le sobrevivan”.

37 San Pablo dice que “todo coopera para el bien de los que aman a Dios”. Si todo le puede servir para aumentar la gracia, ¡Cuánto más si se participa en la misa, y mucho más si alguna vez ofrece alguna con una intención especial para sí mismo! Entonces sí que todo eso coopera para nuestra salvación y para poder vivir más encaminados hacia el bien.

38 Todos sabemos que todo coopera para el bien de los que aman a Dios. Automático

39 Y ¿Qué diremos pues? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

40

41 Quiero vivir

42 Hacer CLICK

43 Algunos parece que han sentido ir un alma al cielo después de celebrar una misa. Cuenta san Gregorio Magno que un hombre cayó preso y lo llevaron muy lejos. Su mujer, creyendo que había muerto, encargó que se le aplicasen misas como a un difunto. Cuando fue libertado y volvió, contó a su mujer cómo en ciertos días y a ciertas horas se le quitaban las cadenas y se sentía libre. Coincidía con los momentos en que se estaban aplicando las misas. Sobre la aplicación de misas por los difuntos, se han conocido casos donde se han palpado los efectos por una providencia de Dios.

44 Se llama a la serie de 30 misas seguidas que se aplican por algún difunto. Parece ser que tienen alguna virtud o eficacia especial, con la protección de san Gregorio. Parece ser que cuando san Gregorio, antes de ser papa, era superior en un convento, murió un monje que, según creían, necesitaba bastante ayuda, Y ofrecieron 30 misas seguidas. Al final el difunto se apareció a otro en su camino hacia el cielo. Al hablar de la aplicación de misas, una palabra sobre las llamadas “misas gregorianas”.

45 La Iglesia no ha dicho nada sobre las misas gregorianas, de tal manera que hasta el concilio de Trento decidió suprimirlas, no en cuanto a misas, sino en cuanto al número y su seguimiento meticuloso, que se prestaba a cierta superstición. Luego ha seguido sin gran relieve. Claro que es importante aplicar las misas; pero será mejor 31 que treinta. Y, si uno tiene que interrumpir algún día, aunque se atrasen algo, lo mismo valdrán las 30 no seguidas.

46 Lo principal es que no se meta la idea de que precisamente por un determinado número y por una sucesión ininterrumpida, una persona vaya a salir automáticamente del purgatorio. Depende de varios factores, sobre todo del fervor con que uno encargue la misa y mejor del que se ponga al asistir a ella. Y sobre todo dependerá de la gracia maravillosa y misericordiosa de Dios que atiende a los que están en el purgatorio.

47 Otro asunto pequeño. Cuando alguno pide aplicar una misa por un difunto, a veces invita a amistades a esa misa. Y hace muy bien. Pero algún invitado dice: Voy a la misa de Fulano de tal. La misa no es de nadie en particular. La misa es de todos. Habrá una intención especial, un fruto especial que el sacerdote aplica por una o varias personas; pero la misa es de todos y para todos. Hay personas que al no ser invitados se sienten molestos, como fuera de sitio. Todos estamos invitados.

48 pero lo importante es ir porque sabemos que es el mismo Señor quien a cada uno de nosotros nos ha invitado a su casa, a la reunión principal que es la Misa. Por todo esto, está bien que uno vaya a una misa, porque me haya invitado un amigo;

49 El Señor me ha invitado a su casa: la mesa está puesta, dispuesto está el pan. Automático

50 Un lugar en la mesa yo tengo; hay fiesta en mi alma y quiero cantar.

51 Gracias, Señor, porque llego cansado y vencido

52 y me esperas igual que un amigo espera al amigo que en todo triunfó.

53 Gracias, Señor, porque mi alma está triste y desierta

54 y me estás esperando a la puerta dispuesto a llenarme de fuerza y valor.

55 El Señor me ha invitado a su casa: la mesa está puesta, dispuesto está el pan.

56 Un lugar en la mesa yo tengo; hay fiesta en mi alma y quiero cantar.

57 A M É N


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