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Sacramentos 52 Eucaristía 22 Misa 12 El Ofertorio.

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Presentación del tema: "Sacramentos 52 Eucaristía 22 Misa 12 El Ofertorio."— Transcripción de la presentación:

1 Sacramentos 52 Eucaristía 22 Misa 12 El Ofertorio

2 La Misa se divide en dos partes. Vimos ya la liturgia de la palabra
La Misa se divide en dos partes. Vimos ya la liturgia de la palabra. Ahora comenzamos la gran segunda parte: La liturgia de la Eucaristía. Aquí hay tres partes: el ofertorio, la consa-gración y la comunión. El ofertorio es la menos importante; pero es la primera.

3 Se debe ofre-cer lo que luego se va a consa-grar y comul-gar.

4 El ofertorio tiene dos partes o expresiones que deben ir juntas: una externa en la que ofrecemos el pan y el vino, que luego se han de convertir en el cuerpo y sangre de Jesús. Pero al mismo tiempo debe ir una expresión interna, pues nos debemos ofrecer nosotros mismos.

5 El rito externo de llevar las ofrendas ahora es un acto pequeño
El rito externo de llevar las ofrendas ahora es un acto pequeño. Antiguamente tenía mucho realce, de modo que ya san Justino, por el año 150, decía: Después de leer y comentar la Sagrada Escritura, se lleva pan y una copa de vino con agua mezclado. Y comenta cómo se llevaban otras cosas: unos poco y otros bastante, con lo cual, además de la misa, se ayudaba a los necesitados.

6 En aquellos tiempos lo que se llevaba para ofrecer no era sólo pan y vino sino otros alimentos. De lo cual se tomaba pan y vino para la misa. Del resto tomaba el sacerdote para su sustento y para los pobres. Esto quería decir que se tardaba bastante. Sería por el año 900 cuando comenzaron las hostias prefabricadas y la gente ofrecía ya dinero.

7 Antes de realizar el ofertorio, se solía despedir a los no bautizados y a los excomulgados, con la fórmula: “Ite, misa est”. No quería decir que los cristianos fueran superiores, sino era una manera de apreciar la consagración recibida en la bautismo.

8 Al principio la entrega se hacía en silencio, pero como las filas se hacían largas, desde el siglo V se comenzaron a cantar cantos o salmos o letanías con alguna antífona especial. Esa antífona fue quedando en los misales. Es la llamada antífona del ofertorio, hoy ya práctica-mente olvidada.

9 Pero en cambio se suelen cantar otros cantos
Pero en cambio se suelen cantar otros cantos. A veces el motivo del canto es la ofrenda del pan y el vino. A veces es un canto de unidad. Hay lugares donde el celebrante se sienta y se sigue cantando, mientras se hace la colecta para diversas necesidades de la Iglesia, que es lo que suple al antiguo ofertorio de los asistentes.

10 Cuentan del rey san Wenceslao, de Bohemia, que apreciaba tanto el pan que luego se iba a convertir en el cuerpo de Cristo, que él mismo sembraba una porción de trigo en una parte especial. Luego lo molía, cernía, amasaba y cocía, de modo que el pan que ofrecía era verdaderamente fruto de su trabajo. Así queremos ofrecer nuestras penas y alegrías, el trabajo y nuestro afán.

11 Te ofrecemos, Padre nuestro, con el vino y con el pan,
Automático

12 nuestras penas y alegrías,
el traba-jo y nues-tro afán.

13 Con el trigo de los campos, bajo el signo de la cruz

14 se transformen nuestras vidas
en el cuerpo de Jesús.

15 Te ofrecemos, Padre nuestro, con el vino y con el pan

16 nuestras penas y alegrías, el trabajo y nuestro afán.

17 Estos dones son el signo del esfuerzo de unidad,

18 que los hombres realizamos en el campo y la ciudad.

19 Te ofrecemos, Padre nuestro, con el vino y con el pan,

20 nuestras penas y alegrías, el trabajo y nuestro afán.
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21 Primero, el celebrante eleva el pan (al menos una parte de lo que se va a consagrar) y dice: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida”. y todos responden: “Bendito seas, Señor”.

22 Cuenta santa Gertrudis, entre sus visiones espirituales o místicas, que una vez le parecía ver al mismo Jesucristo celebrando la misa y que al ofertorio tenía en la patena su mismo corazón. Y los ángeles de la guarda de los asistentes iban poniendo sobre aquel corazón una especie de palomitas blancas, que eran las oraciones y acciones de gracias de los asistentes.

23 ¡Qué hermoso cuando juntamente con el pan podemos poner en la patena nuestros sacrificios de cada día, las pruebas y padecimientos. Así nos hacemos víctimas con Jesús hasta ir teniendo los mismos sentimientos suyos: de humildad, obediencia y paciencia.

24 Antes de ofrecer el vino, el celebrante o un ayudante, especialmente si es diácono, lo prepara. Quiere decir que al vino pone una pequeñita parte de agua. Tan pequeña debe ser que pueda decirse que el vino se ha convertido en la sangre de Cristo.

25 La razón de esta pequeña parte de agua es porque Jesucristo así lo hizo, como solían hacerlo todos los judíos. Pero también por lo que significa: Esa agua significa nuestro corazón y nuestros sentimientos que se unen a los sentimientos de Jesucristo.

26 Y se responde también: “Bendito seas. Señor”.
Después el celebrante ofrece el vino diciendo: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.” Y se responde también: “Bendito seas. Señor”.

27 Algunas veces se ofrece juntamente el pan y el vino,
diciendo una sola oración para el pan y el vino unidos.

28 Muchas veces se está cantando en ese momento y no hay lugar para este diálogo.
Por lo cual el sacerdote lo dice por lo bajo o hace al menos la intención. Como este acto dura muy poco y es tan hermoso hacer un acto interior, para muchas comunidades es aconsejable que no se cante nada, aunque sea fiesta. Puede haber música instrumental de fondo.

29 Para solemnizar de una manera más expresiva este ofrecimiento a Dios y que la ofrenda del pan y el vino está envuelta en las oraciones de los fieles que suben hasta Dios, en las misas solemnes se suele hacer incensación. Primero se inciensa el pan y el vino que se van a convertir en el cuerpo y la sangre de Cristo.

30 Pero luego se inciensa todo el altar y de una manera especial el crucifijo. También se suele incensar la imagen de la Virgen y hasta la de algún santo, según costumbres de cada lugar. También se inciensa al celebrante, acompañantes y aun a toda la asamblea.

31 Así que durante estos momentos es tiempo hermoso para ofrecernos al Señor. Aunque no se cante, lo importante es que le digamos al Señor que le damos un poco de lo mucho que antes nos ha dado Él. Se lo damos con amor, unido con el trabajo y las obras de las personas buenas.

32 Te damos Io que nos diste,
te Io damos con amor; Au-to-má-ti- co

33 te damos el pan y el vino trabajados con amor.

34 Las espigas de los campos que cultiva el labrador

35 y la vid de los viñedos que trabaja el viñador.

36 El trabajo de los días, la alegría y el dolor,

37 la sonrisa de los niños, la oración del pecador.

38 Te damos Io que nos diste, te Io damos con amor,

39 te damos el pan y el vino trabajados con amor.
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40 Como final de este ofrecimiento externo del pan y el vino, unos sí y otros no, hacen el lavatorio de manos. No es obligatorio. Por una parte es el recuerdo de lo que antiguamente era muy necesario por todas las clases de ofrendas que habían recogido y ordenado un poco. Hoy puede significar sobre todo el deseo de estar plenamente limpio ante el Señor.

41 Sobre estas ofrendas, ya presentadas al Señor, del pan y del vino, el celebrante va a recitar una de las tres oraciones que dice a Dios en nombre de la asamblea. La primera fue la “colecta” antes de las lecturas. Por eso invita a todos a orar y dice: “Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopodero-so”.

42 Así que declara que ese sacrificio no es sólo suyo, sino de todos los presentes y aun de toda la Iglesia. Y la petición de oración es para que sea agradable a Dios. Todos sabemos que será tanto más agradable a Dios cuanto más fe y amor hayamos puesto cada uno de no-sotros, ofreciendo nuestro corazón, con el pan y el vino.

43 Los asistentes responden: “El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia”. Palabras que debemos meditar alguna vez y que serán más provechosas cuanto más colaboremos con el Señor.

44 Y el celebrante dice la oración sobre las ofrendas
Y el celebrante dice la oración sobre las ofrendas. La asamblea debe ponerse de pie para esta solemne oración. Se suele pedir que esas ofrendas se conviertan en algo grande y que sea algo muy provechoso para nosotros. Y será provechoso si, además de aportar algo externo, aportamos nuestro amor.

45 Podía hacer maravillas, pero pidió la colaboración a los apóstoles.
En la misa, a través de sus oraciones y mensajes, vemos que Dios quiere que aportemos algo, porque Él quiere darnos mucho más. Se revive lo que pasó en la multiplicación de panes y peces. Podía hacer maravillas, pero pidió la colaboración a los apóstoles.

46 En el sacrificio de la misa Él va a poner casi todo; pero quiere que nosotros pongamos “los trabajos de cada día”, que es el poner nuestra vida, con nuestros valores y defectos, para que sean elevados hasta el trono de Dios. Serán gratos a Él, como le fueron gratos aquellos panes y peces que le presentó aquel muchacho.

47 Un niño se te acercó aquella tarde,
Automático

48 sus cinco panes te dio para ayudarte.

49 Los dos hicisteis que ya no hubiera hambre.

50 Los dos hicisteis que ya no hubiera hambre.

51 La tierra, el aire y el sol son tu regalo,

52 y mil estrellas de luz sembró tu mano.

53 El hombre pone su amor y su trabajo.

54 El hombre pone su amor y su trabajo.

55 También yo quiero poner sobre tu mesa

56 mis cinco panes, que son una promesa

57 de darte todo mi amor y mi pobreza.

58 de darte todo mi amor y mi pobreza.

59 El mejor ejemplo de darse uno mismo es el de María: Hágase en mi según tu palabra”.
AMÉN


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