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Bajemos, dice San Bernardo, al infierno vivos, porque no bajemos muertos…Tendamos, almas, la vista de la consideración por aquellos infernales calabozos,

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Presentación del tema: "Bajemos, dice San Bernardo, al infierno vivos, porque no bajemos muertos…Tendamos, almas, la vista de la consideración por aquellos infernales calabozos,"— Transcripción de la presentación:

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3 Bajemos, dice San Bernardo, al infierno vivos, porque no bajemos muertos…Tendamos, almas, la vista de la consideración por aquellos infernales calabozos, y veremos que allí son los soberbios atormentados con toda confusión; los avaros, con extrema necesidad; los lascivos, con la vista horrible de los demonios; los que se regalan, padecerán hambre y sed intolerable; y los que juran y murmuran, serán abrazados con fuego derretido. ¡Todos entre llamas, de piedra azufre, y para siempre! ¡Oh Santo Dios!, ¿quién podrá ver sin lágrimas los tormentos de tantos, como se condenan? ¡Aquél carecer de Dios para siempre!, ¡aquellas llamas sin luz!, ¡aquella cárcel sin puerta!, ¡aquél cautiverio sin redención!, ¡aquella hediondez sin alivio!, ¡aquella desesperación sin descanso!, ¡aquél gusano inmortal de la conciencia!, ¡aquél fuego sin intermisión, ni mudanza!, ¡SIN FIN, SIN FIN! ¿Quién de vosotros, como dice Isaías, se atreverá a morar con el fuego abrazador, y con los ardores sempiternos? ¡Aunque sólo uno hubiera de condenarse, habíamos de temblar todos!, ¿qué será, qué será, cayendo las almas al infierno (como lo vio un Santo Monje), en tanto número, como los copos cuando nieva?

4 ¡Oh contingencia espantosa!, ¡oh contingencia de la salvación!, ¡que es posible condenarte para siempre!, NO HAY ENTRE TI Y EL INFIERNO (SI ESTÁS EN MORTAL PECADO) MÁS DISTANCIA, QUE EL HILO FRÁGIL DE TU VIDA, QUE PUEDE CORTARSE ÉSTA NOCHE… Y si te condenas, ¿qué será de ti?, ¡lo que de Lucifer!, ¡cómo no aseguras librarte de tal desdicha con éste aviso, que quizá será el último! Si Dios sacase a uno de los condenados, y le pusiera aquí a los pies de éste Santo Cristo, ¡qué lágrimas derramaría!, ¿qué penitencia hiciera?; ¡oh ceguedad, ceguedad!, que no miramos que éste Piadosísimo Dios nos ha sacado a costa de su Sangre de Aquél cautiverio infernal. ¿Qué haremos, sino pedirle perdón, con lágrimas de Sangre!

5 ¡Oh Bondad inmensa, oh Redentor mío!, ya veo Señor que mis pecados merecen mil infiernos; pero sé que una gota de tu Sangre basta a apagar los incendios que merece todo el mundo. Si por tu gracia me detuviste para que no cayera, en aquellas eternas llamas, ¿cómo no me abrazo de amor, de un Dios tan Bueno?, ¿cómo no me muero de agradecido? ¡Oh si me quitase la vida el pesar de haber pecado contra Ti, oh mi Bien y mi Dios!, ¡si toda mi sangre se convirtiera en lágrimas para llorar tanta ofensa!, ¡aunque no hubiera infierno, sólo por ser quien eres, me pesa de haberte ofendido!; ¡ya no más, no más pecar!, pierda yo mil veces la vida, antes que volver a ofenderte. Gloriosa Madre, Purísima Redentora de cautivos, Santa María de Cervellón, ¡Redímenos del demonio, a los que gemimos bajo el peso de nuestras culpas!


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