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Publicada porJavier Caceres Modificado hace 10 años
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Si, quiero Podía haber caído sobre ti la maldición más espantosa que una mente pudiera imaginar, y yo te hubiera amado como antes de que el dolor se incorporara a nuestra vida. Ninguna enfermedad, ningún suceso, incluyendo el suceso de la muerte, hubiera roto el hilo intestinal que, de manera irremediable, constreñía mi sueño a tu existencia. Y lo constriñe aún. Ni siquiera lo ha roto la erosión que, inexorable y pertinaz, es la daga mortífera del tiempo. OFRECIMIENTO No te ofrezco las manos porque sean modelos de prestidigitación. Tampoco porque en otras ocupaciones de la vida se desempeñen con solvencia. Ni siquiera para tendértelas, inexcusablemente, en caso de imperiosa necesidad. Yo te ofrezco las manos para que sean servidumbres de tu piel y logren con sus dedos la constante recreación de la caricia. LA RENUNCIA Frente al señuelo de tus labios, - que fueron precursores de mi fascinación por la fragilidad- ¿qué importancia tenían los amigos, el oro, la vitola del arte y de la ciencia, el ingente muestrario de la vida con sus globos de pompa y sus retales de felicidad? Un solo gesto de tus manos hubiera provocado el compromiso formal de mi renuncia a todo. ¡A todo! Y te hubiera ofrecido en holocausto, el completo desleimiento de mi encendida carne. Mar stell_mar@hotmail.com www.mestrada.net
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