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En el reino de Andalucía, una colonia rodeada de vecinos aborrecidos y envidiosos, se levanta con gran imponencia uno de los ejércitos más temidos de.

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2 En el reino de Andalucía, una colonia rodeada de vecinos aborrecidos y envidiosos, se levanta con gran imponencia uno de los ejércitos más temidos de todo el occidente de Europa, no por su gran número de tropas sino por el coraje y el valor con el que sus soldados enfrentan cada batalla, dejando desolación, tristeza y una gran mancha de sangre por donde pasen.

3 Todo ejército debe ser comandado por un gran líder, alguien con experiencia para que los guie y que tenga la suficiente fuerza para no dejar caer el ejército y levantar su moral, y este no era la excepción.

4 Aquí empieza mi historia. Yo soy el Caballero Leandro Pedraza, un hombre estudiado en el lejano oriente, tierra de alquimistas y amantes a la ciencia, allí finalicé mis estudios sobre política, teología y el arte bélico. ¡¡¡Me gradué, me gradué!!! Felicitaciones joven aplendiz

5 Decidí volver al Reino de Andalucía para tomar posesión de los feudos de mi padre el Conde Francisco Pedraza, ya que lamentablemente este falleció en el asalto a la flamante ciudad de Navarra.

6 Yo comencé mi estatus como señor feudal manejando las tierras que había dejado mi difunto padre, tierras en donde cada verano germinaban las cosechas de cebada y trigo, además se practicaba el pastoreo, aprendí todas las técnicas de administración que mi padre me enseño antes de partir a Asia.

7 Yo quería ser como mi padre un fiel servidor al Rey hasta el final de mis días y ser parte de su corte de Caballeros, comandantes del gran ejercito, y la mejor forma de llamar su atención era haciendo lo que él más quería: Expandirse. ¡¡¡¡A la cargaaaaaaaa!!!!

8 Comencé a reclutar una milicia conformada por mercenarios y bandidos que a cambio de oro me brindaron su total lealtad, les di el entrenamiento y los recursos necesarios para convertirlos en una gran fuerza de elite y poco a poco ir extender los horizontes de su majestad, el Rey Héctor.

9 Empezamos con las pequeñas tierras del norte de Andalucía, pequeñas colonias donde la resistencia fue mínima y el esfuerzo y el agotamiento fue casi que nulo. Mi siguiente tarea fue conquistar las tierras de Galia que de igual manera fue muy fácil. Con cada tierra cedida a mi soberano, su satisfacción respecto a mi labor era cada vez mayor y nuestra relación mejoraba con cada éxito. Mis tropas y yo fuimos avanzando por cada ciudad que nos ordenada el Rey Héctor hasta llegar a las más grandes y ostentosas ciudades como Valencia y Cataluña.

10 Mi nombre y el de Andalucía infundían temor y respeto a los enemigos del reino y ya se escuchaba en todos los rincones de Europa. Donde llegaba se escuchaban palabras de lamentos y gritos. La gente ahora me reconocía por mi sobrenombre: El Imparable. ¡¡Coorraaaan!! Ahí viene el monstruo imparable

11 El tiempo pasó y todo iba bien, el reino prosperaba y crecía cada vez más, cese mi actividad militar por un tiempo pues me case con una hermosa doncella, una mujer con una belleza sin igual y con unos ojos café claro que te penetraban el alma. El fruto de esta relación fueron dos hijas.

12 No podía estar más feliz que nunca, más sin embargo extrañaba los tiempos de mis aventuras sanguinarias, así que decidí volver a mis andanzas. Retome el control de mi ejercito y emprendimos una campaña expansionista y aun más ambiciosa como ninguna otra, su majestad el Rey Héctor tomó la decisión de adentrarse en tierras más allá de la península.

13 El Rey sabía que era muy peligroso, que incluso podía ser una misión suicida, ya que los tiempos han cambiado y las maneras de defensas de los reinos han evolucionado y adaptado, mas sin embargo confiaba en mí, su leal servidor y amigo y en el respeto que construí a través de los años. ‘’El Gran Fidel’’ era así como la gente me gritaba mientras desfilaba por las calles de la ciudad.

14 Que estará haciendo mi esposa Y mis hijas yo sabía que me acompañaban las mejores tropas de Europa, pero el gran amor y cariño que acogí hacia mi esposa y mis hijas me volvieron blando el corazón y mi mente estaba repleta de dudas y desdicha por la incertidumbre de no volverlas a ver.

15 ¡A la carga! Llegamos al campo de batalla, nuestra primera lucha era en la ciudad francesa de Orleans. Una ciudad muy bien custodiada por sus arqueros y piqueros, reconocidos como unos de los mejores de Europa, pero esto no fue suficiente para intimidar a mis más de dos mil hombres que sin temor alguno se abalanzaron sobre la ciudad franca.

16 Días pasaron hasta que llego el fin de la batalla, cansados y hambrientos mis hombres y yo, nos impusimos ante el enemigo. Tuvimos entre aproximadamente dos sientas bajas que nos dejaba con menos de dos mil guerreros, y tan solo era el comienzo.

17 La campaña militar consistía en asediar las ciudades de Orleans, Saint Gautier y Carcasonne hasta llegar a Paris la capital del imperio Franco. No nos fue muy bien. Orleans Saint Gautier Carcasonne Paris

18 cada vez que peleábamos las bajas eran el doble de la anterior, y para colmo de males, nos llegaron noticias de que nuestros vecinos lusitanos decidieron atacar el reino para su conquista, aprovechando que tenían las defensas bajas.

19 Aparte de esos factores había algo que tampoco me dejaba dar el cien por ciento de mis esfuerzos, el desasosiego por mi familia no me dejaba concentrar en los enfrentamientos y no pensaba con claridad las decisiones que tomaba. Al terminar la batalla de Carcasonne ya nos quedaba menos de la mitad de las tropas y al llegar a Paris nos destrozaron totalmente.

20 Los pocos sobrevivientes que quedamos estábamos mal heridos incluso algunos perecieron en el camino de regreso al Reino Andaluz. Al llegar donde el soberano Rey Héctor no nos fue muy bien, él manifestó su disgusto con la campaña, no le pareció justo tan aborrecida operación mientras el reino era atacado, así que fue severo, yo decidí tomar la responsabilidad de lo ocurrido por ser el comandante en jefe.

21 Nada me dolió más que la tristeza reflejada en la cara de mi familia que lloraba sin cesar y la decepción plasmada en el rostro del soberano. Comprendí que las cosas que suben tienen que volver de nuevo y ahora estoy en esta mazmorra esperando mi escarmiento pensando en lo inesperado de la vida, no me mataron las lanzas y espadas de mis enemigos pero sí mi corazón.


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