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Pase de diapositivas manual San Franc is co Ja vier Pase de diapositivas manual.

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Presentación del tema: "Pase de diapositivas manual San Franc is co Ja vier Pase de diapositivas manual."— Transcripción de la presentación:

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3 Pase de diapositivas manual

4 San Franc is co Ja vier Pase de diapositivas manual

5 Javier, en el Reino de Navarra, era un castillo guerrero. ¡Cuántas aventuras y cuántas batallas podrían contarnos los muros de esa gran fortaleza! En él nació y creció Francisco. Su familia, era también muy guerrera, y luchaba al servicio del rey de Navarra.

6 Los dos hermanos de Francisco, Miguel y Juan habían luchado en contra del rey Carlos V, y éste, admirado de su valentía en la guerra, llegó a perdonarles la vida, tras la condena a muerte que las leyes de época les habían impuesto.

7 Además de guerrera, aquella familia era también profundamente cristiana: Juan de Jaso y María de Azpilicueta, padres de Francisco, tenían mucha devoción a la Virgen de Javier que existía junto al castillo, y al Cristo sonriente de la capilla familiar. Ese espíritu lo transmitieron a sus hijos.

8 Por eso, no es de extrañar que Magdalena, la hermana mayor, se hiciera monja contemplativa en las clarisas de Gandía. La familia rezaba a diario delante del Cristo del castillo, y Francisco aprendió sus primeras oraciones ante él.

9 La madre de Francisco, "la triste María" (como se firmaba ella), había sufrido mucho por causa de las guerras. Por ejemplo cuando, tras una batalla perdida, le tocó salir del castillo y contemplar entre lágrimas cómo lo desmocha- ban los vencedores. Compadecidos por su llanto, le dejaron en pie la planta inferior del castillo.

10 Poco tiempo después, se quedaba viuda. Francisco tenía tan sólo 9 años. Era el año 1.516. Con la muerte del padre, se desplomó también la fortuna de la familia. ¡Malos tiempos corrían para el castillo! Ella, "la triste María", seguirá siempre pidiendo al Cristo de Javier que sus hijos regresen con vida de la guerra...

11 En las largas noches de invierno, la tía Violante contaba bonitas historias junto a la chimenea. Y la madre entre tanto, mirando a Francisco, el menor de sus cinco hijos, se preguntaba: ¿Qué será de este niño? ¿Seguirá el camino guerrero de sus hermanos? ¿O, mejor, el sendero cristiano de su hermana Magdalena? ¿Quizá el camino de su padre, que ocupó los más altos cargos en el Reino de Navarra?

12 Francisco seguía creciendo sano y fuerte con la caza, la pesca y el juego de pelota. A los dieciocho años, decidió seguir el camino de su padre: Primero estudiaría una carrera y luego buscaría honores y cargos importantes en Pamplona.

13 Para estudiar eligió París, la mejor universidad de Europa. Francisco despidió a su madre con un abrazo, montó a caballo y comenzó una larga cabalgada de tres semanas... ¡París! Allí se juntó con otros 4.000 estudiantes que acudían desde todos los rincones de Europa.

14 ¡París! La vida de estudiante era dura: Levantarse a las cuatro; y a las cinco, la primera clase...

15 Pero pronto empezó a destacar en todo: Por su carácter alegre ("se me hacen todos muy amigos", escribía), por su inteligencia y por sus cualidades como deportista. ¡Nada menos que campeón de salto en la universidad!

16 No le faltaban tampoco peligros y malos ejemplos, que estuvieron a punto de estropear su vida: Compañeros viciosos le buscaban para sus juergas nocturnas.

17 El recuerdo de su madre y la ayuda de sus compañeros de habitación, le salvaron. Primero fue Pedro Fabro, un muchacho saboyano muy bondadoso.

18 Y luego llegó un estudiante español de 40 años, que llegó cojeando y que parecía un poco extraño. Al comienzo, le cayó muy mal. Se llamaba Ignacio y venía de Loyola (Guipúzcoa). Igual que Javier, provenía de familia guerrera y él mismo había caído herido defendiendo Pamplona contra los navarros y los franceses.

19 Ignacio venía un poco atrasado en estudios y empezaron por tener que ayudarle. Pero poco a poco fue Ignacio el que se los ganó a ellos. Les hablaba de Jesús y de cómo se había convertido él de su mala vida; les invitaba a rezar y a hacer los Ejercicios Espirituales...

20 Francisco se resistía y por su parte hablaba de sus planes de futuro: ser personaje importante en Pamplona. Pero siempre se encontraba con una frase de Ignacio: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si al final pierde su alma?"

21 Decía Ignacio que Francisco era como una madera dura de tallar. pero que, una vez tallado, sería de gran valor... Al fin Javier, el año que acabó la carrera y ya era flamante profesor universitario, decidió unirse al grupo de los de Ignacio.

22 Formaban un grupo de siete amigos; o mejor dicho, de ocho amigos, porque todos ellos se consideraban "compañeros de Jesús". Jesús era quien les había unido y le sentían vivo y presente en el grupo.

23 Un día, arrodillados en la pequeña capilla de Montmar- tre en París, hacen votos de pobreza, castidad y de irse a vivir a Tierra Santa. Y si esto último no fuera posible, se presentarían ante el papa, para la misión que quisiera encomendarles.

24 Casi sin darse cuenta, ¡estaban fundando la Compañía de Jesús, que pronto se extendería por todo el mundo! Primero, viajaron a Roma. El viaje fue muy duro. A pie, sin dinero, mendigando... ¡El flamante profesor de la universidad, mendigando hambriento en los mercados!

25 Llegados a Roma, se presentaron al Papa Pablo III, pues querían obtener su autorización para peregrinar a Tierra Santa.

26 Todo fue en vano: La guerra entre los turcos y Venecia estropeó sus planes. Tras dos años de espera, determinaron ponerse de nuevo a las órdenes del Papa. Francisco de Javier, entre tanto, había sido ordenado de sacerdote junto con el resto de sus compañeros y soñaba con las misiones.

27 El Papa aprobó la "Compañía de Jesús" el año 1540. Pronto aumentó el grupo, y llegaron las primeras peticiones de misioneros: El rey Carlos V los pedía para las tierras de América, y Juan III de Portugal para las Indias Orientales... ¡No era posible atender a tantas peticiones a la vez!.

28 Ignacio decidió enviar a dos jesuitas para el Oriente. Pero la víspera de partir, uno de ellos cayó enfermo... ¿Qué hacer? -Javier: ¿Tú estás dispuesto a cubrir el puesto del enfermo? -¡Estoy dispuesto! -contestó sin vacilar. Veinticuatro horas le bastaron para preparar su equipaje al mayor misionero de los tiempos modernos.

29 Aquellos viajes eran muy peligrosos. Tanto, que los pasajeros hacían testamento y se confesaban antes de partir; muchos de ellos morían antes de llegar o no regresaban. Pestes, fríos, tempestades, las temibles calmas en mitad del océano, agua corrompida y alimentos agusanados...

30 Iban bordeando el continente de África. En Mozambique, habían muerto ya 80 de los pasajeros y el mismo Javier había estado muy grave. Tanto tuvo que soportar, que al final del viaje escribía: "No repetiría un solo día de viaje por todo el oro del mundo“. ¡Pero por predicar el Evange- lio estaba dispuesto a todo!

31 Llegaron a la India. Cuesta imaginar cómo se las arreglaba Francisco, pero lo cierto es que, a pesar de estar entre gentes y lenguas tan diferentes, se hacía entender y tuvo un gran éxito. Recorría las calles con una campanilla en la mano llamando a pequeños y mayores.

32 Llegó a tener tantas conversiones en masa que escribía en sus cartas que se le cansaba el brazo de tanto bautizar. Además de predicar de palabra, Javier predicaba con su ejemplo: vivía pobremente, mendigaba el pan, atendía a los enfermos y leprosos, ayudaba a los presos, y quería a todo el mundo.

33 Después de varios años de estancia en la India, se embarcó para sitios nuevos. Primero, a Malaca. Cada viaje suponían varias semanas de barco. En Malaca se instaló en una pobre choza. Por las noches le espiaban y le veían arrodillado en oración durante largas horas.

34 Por la mañana salía con su campanilla predicando como podía en la lengua malaya. También en Malaca tuvo Francisco innumerables conversiones y hay testimonios de que llegó a realizar milagros y curaciones.

35 Desde Malaca se dirigió a las islas Molucas, en Oceanía. Allí no le bastó la campanilla, pues los pobladores eran muy huidizos. Los atrajo con cantos. Les gustaba tanto el canto, que tradujo el catecismo a su lengua y le puso música. Cuentan que por todas las casas se oía cantar el Padre nuestro, los mandamientos, etc.

36 En las Molucas le hablaron de las temibles Islas del Moro donde los "cortadores de cabezas" habían matado a todos los misioneros anteriores. Se lanzó sin miedo a predicar en las islas del Moro, incluso sin aceptar los antivenenos que le ofrecían para protegerse. Y tuvo éxito.

37 A Javier parece que no le bastaban la India y Oceanía. Quería ganarse todo el Oriente y por eso decidió embarcarse hacia Japón. Allí no fue fácil su trabajo. Intentó ganarse la amistad de los daimios o jefecillos, e incluso la del mismo emperador. Pero no conseguía más que desprecios por su aspecto pobretón.

38 Cambió entonces su vieja sotana, por kimonos de seda y trajes finos, a la vez que ofrecía regalos. Se presentó como representante del Rey de Portugal y del Papa. Eso les gustaba más. Pero llegó a una conclusión: Japón se haría cristiano, solo si primero se convertía el gran Imperio de China.

39 Y decidió irse a China. Pero había pena de muerte para los extranjeros que entraran en China. El miedo no era problema para Javier. Pagó a un pescador chino para que le llevara escondido en su barco. Pero el pescador, después de quedarse con el dinero, no vino a buscarle.

40 Estaba en la pequeña isla de Sancián, desde donde se alcanzaba a ver el puerto chino de Cantón. Se echaba encima ya el invierno y se marchaban los mercaderes portugueses. La isla iba a quedar desierta y Javier se resistió a coger el último barco de regreso, esperando al pescador chino...

41 Sólo quedaron él y dos fieles amigos, el chino Antonio y el indio Cristóbal. Éstos van a ser los testigos de la muerte de Javier: El 3 de diciembre, una violenta pulmonía le derriba en su pobre choza, y muere con los ojos fijos en China, invocando a Jesús y a María...

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43 fin


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