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Publicada porArturo Piñeiro Guzmán Modificado hace 9 años
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En aquel tiempo la gente le preguntaba a Juan: “¿Qué tenemos que hacer? Y les contestaba: el que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene, y el que tenga comida compártala con el que no tiene… No exijan nada fuera de lo establecido… A nadie extorsionen ni denuncien falsamente, y conténtense con su sueldo. Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia”. Lc.3,10-18
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La palabra del Bautista tocó el corazón de la gente, ¿toca el nuestro? Su llamada a la conversión para iniciar una vida más fiel a Dios, despertó en muchos una pregunta concreta: ¿qué tenemos que hacer? Es la pregunta que brota de nosotros cuando escuchamos una llamada, o miramos la realidad que nos sobrepasa y no sabemos como “historizar”, como concretar nuestra respuesta.
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El Bautista no les propone ritos sagrados, tampoco normas o preceptos, los invita a compartir abriendo el corazón a Dios, mirando atentamente las necesidades de los que sufren, compartiendo lo que tienen: “el que tenga dos túnicas dé una al que no tiene, y el que tenga comida compártala con el que no tiene”. ¿Qué podemos decir nosotros, seguidores de Jesús, ante esta llamada tan sencilla y tan humana?
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Los medios de comunicación nos informan, cada vez con más rapidez, lo que acontece en el mundo. Conocemos las injusticias, la miseria, las guerras, la inseguridad de los migrantes, tantas situaciones que causan sufrimiento… todo esto crea un sentimiento de solidaridad con tantos hombres y mujeres víctimas de tanta violencia, y al mismo tiempo sentimos la impotencia, ¿qué podemos hacer? Juan Bautista, una vez más nos ofrece la respuesta: “el que tenga dos túnicas… el que tenga comida…” ¡compartan sencillamente lo que tienen con los demás!
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El Papa Francisco nos dice: “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.” ( Misericordiae Vultus. Francisco. 15)
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¡Ven Señor Jesús, aviva en mí el deseo de compartir con audacia lo que soy y lo que tengo! Texto: Mariela Peña Kipper, rscj. Adaptado de Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús.Lucas. Madrid:PPC, 2012
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