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Publicada porGabino Peno Modificado hace 9 años
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La noche había caído ya; sin embargo, un pequeño hacia grandes esfuerzos por no quedarse dormido, el motivo bien valía la pena: estaba esperando a su papà. Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente cuando se abrió la puerta. El niño se incorporó como impulsado por un resorte y soltó la pregunta que lo tenia tan inquieto.
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-Papi, ¿Cuánto ganas por horas?, dijo con los ojos bien abierto. -Mira hijo, eso ni siquiera tu madre lo sabe, no me moleste y vete a dormir que ya es muy tarde. -Si papà, pero por favor, solo dime ¿Cuánto te pagan por una hora de trabajo?, reiteró suplicante el niño. -Contrariado el padre, apena abrió la boca para decir: cuatro dólares.
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-Papi, ¿me podría prestar dos dólares? Preguntó el pequeño. El padre se enfureció, tomó el pequeño del brazo y en tono brusco le dijo: así que es por eso que querías saber cuanto gano, ¿no?. Vete a dormir y no sigas fastidiando. El niño se alejo tímidamente y al meditar lo sucedido el padre comenzó a sentirse culpable.
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“Tal vez necesita algo”, pensó y queriendo descargar su conciencia se asomo al cuarto de su hijo. Con voz suave le preguntó: ¿duermes hijo?. -Dime papi, respondió el entre sueño. -Aquí tienes el dinero que me pediste.
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-¡Gracias papi - susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada de donde sacó unos billetes arrugados. ¡ya completé! Grito jubiloso- Tengo cuatro dólares. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?
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