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manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre,

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Presentación del tema: "manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre,"— Transcripción de la presentación:

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2 manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre,
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido, luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

3 Ven, Creador, Espíritu amoroso, ven y visita el alma que a ti clama
y con tu soberana gracia inflama los pechos que criaste poderoso. Tú que abogado fiel eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado. Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano; tú eres el dedo de su diestra mano, tú nos dictas palabras y razones. Ilustra con tu luz nuestros sentidos, del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, con tu eterna virtud fortalecidos. Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestra guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado. Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente con viva fe y amor siempre creamos. Amén

4 Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma suave alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza de la pasiones, alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.

5 Hoy desciende el Espíritu de fuego al corazón creyente de la Iglesia,
el Señor que la quema y atraviesa enciende con su llama al universo. Ebrios del Santo Espíritu, los Doce rebosan de carismas y alabanzas; Dios baja al Sinaí, y en llamarada y en ímpetu de amor retumba el monte. Razas y pueblos quedan convocados; Dios se muestra en Sión, la bella altura, y en voz concorde aquí a los hombres junta, desde Babel dispersos en pecado. Se lanzan por el mundo los testigos; y sin ceñir espadas lo conquistan, y sin oro a los pobres dan la vida; el Espíritu guía y Cristo invicto. El Viento es brisa y fuerza de huracanes, y el Agua viva mueve los océanos; alzan los brazos y oran bendiciendo y el gozo transfigura sus semblantes. Espíritu de amor y de verdad, Espíritu confín de las promesas, oh Santo, a ti la gloria siempre sea, y a nosotros de ti la santidad. Amén.

6 Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo,
inspírame siempre lo que debo pensar; lo que debo decir y cómo debo decirlo, lo que debo callar; lo que debo escribir, cómo debo actuar y qué debo hacer para procurar tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación. Démosle tiempo en nuestra vida a Dios, dejémonos inspirar por él. Sólo cuando hacemos silencio y nos detenemos, podremos escucharlo. A nuestros corazones la hora del Espíritu ha llegado, la hora de los dones y del apostolado: lenguas de fuego y viento huracanado. Oh Espíritu, desciende, orando está la Iglesia que te espera; visítanos y enciende, como la vez primera, los corazones en la misma hoguera. La fuerza y el consuelo, el río de la gracia y de la vida derrama desde el cielo; la tierra envejecida renovará su faz reverdecida. Gloria a Dios, uno y trino: al Padre creador, al Hijo amado, y Espíritu divino que nos ha regalado; alabanza y honor le sea dado. Amén

7 la hora del Espíritu ha llegado,
A nuestros corazones la hora del Espíritu ha llegado, la hora de los dones y del apostolado: lenguas de fuego y viento huracanado. Oh Espíritu, desciende, orando está la Iglesia que te espera; visítanos y enciende, como la vez primera, los corazones en la misma hoguera. La fuerza y el consuelo, el río de la gracia y de la vida derrama desde el cielo; la tierra envejecida renovará su faz reverdecida. Gloria a Dios, uno y trino: al Padre creador, al Hijo amado, y Espíritu divino que nos ha regalado; alabanza y honor le sea dado. Amén.

8 ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; rompe la tela de este dulce encuentro. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!, que a vida eterna sabe y toda deuda paga; matando, muerte en vida la has trocado. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños primores, calor y luz dan junto a su querido! ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente solo moras, y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras! Amén.

9 ¡El mundo brilla de alegría! ¡Se renueva la faz de la tierra!
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo! Ésta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra, y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo. Ésta es la fuerza que pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo, para hablar con palabras como espadas delante de los jueces. Llama profunda, que escrutas e iluminas el corazón del hombre: restablece la fe con tu noticia, y el amor ponga en vela la esperanza hasta que el Señor vuelva.

10 Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría de quienes en la fe y en la esperanza celebran ya la fiesta de la vida. Eres resurrección, palabra y prenda de ser y de vivir eternamente; sembradas de esperanzas nuestras vidas, serán en ti cosecha para siempre. Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro, de tu radiante luz llena este día, camino de alegría y de esperanza, real acontecer de nueva vida. Concédenos, oh Padre omnipotente, y tú, Hijo amado y Señor nuestro, por obra del Espíritu enviado, vivir ya de la fiesta de tu reino. Amén.

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