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Publicada porTere Mosqueda Modificado hace 10 años
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MENSAJE #6 LEVÍTICO
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LA PALABRA DE DIOS LEVÍTICO Consta de 27 capítulos. Contiene casi exclusivamente las prescripciones rituales que debían poner en práctica los sacerdotes de la tribu de Leví.
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La primera parte del Levítico está dedicada al ritual de los sacrificios. Caps. 1-7
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Luego viene el ceremonial para la investidura de los Sacerdotes. Caps. 8-10 Aarón, el hermano de Moisés, personifica al Sumo Sacerdote. Por debajo del Sumo Sacerdote había un "clero" rigurosamente jerarquizado, que sólo podía comenzar a ejercer las funciones sacerdotales después de pasar por un rito de consagración. Esta consagración separaba a los sacerdotes del mundo profano, y los habilitaba para entrar en contacto con las cosas santas y ofrecer los sacrificios rituales, "no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados.” (Heb. 5. 3).
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y la ley sobre lo puro y lo impuro. Caps. 11-15 Estas prácticas sirvieron para mantener vivo en Israel el sentido de la santidad, es decir, de la absoluta trascendencia de Dios. (Is. 6. 3). La ley de impureza ritual muestra aquellos asuntos que incapacitan al hombre o a la mujer, por un tiempo, o permanentemente para la participación en el culto público.
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Poco a poco, cuestiones de salubridad que excluían de la convivencia social y de culto, por ejemplo, a los leprosos, hizo que la enfermedad fuera considerada como el castigo de algún pecado cometido, aunque la Ley no lo consideraba así formalmente. Jesús afirmó que nada de lo que está fuera del hombre puede mancharlo, sino sólo el mal y la impureza que brotan de su corazón. Mc. 7. 14-23
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Cuando haya terminado de practicar el rito de expiación por el Santuario, por la Carpa del Encuentro y por el altar, presentará el chivo que todavía está vivo. Aarón impondrá sus dos manos sobre la cabeza del animal y confesará sobre él todas las iniquidades y transgresiones de los israelitas, cualesquiera sean los pecados que hayan cometido, cargándolas sobre la cabeza del chivo. Entonces lo enviará al desierto por medio de un hombre designado para ello. El chivo llevará sobre sí, hacia una región inaccesible, todas las iniquidades que ellos hayan cometido; y el animal será soltado en el desierto. 16, 20-22 Cap. 16 El ritual para el gran Día de la Expiación.
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Los Caps. 17-26 contienen la así llamada "Ley de Santidad", que se cierra con promesas de bendiciones y maldiciones. El Señor es el "Santo de Israel" (Is. 1. 4) y hace de su Pueblo una comunidad santa. La santidad de Israel es, ante todo, una gracia inmerecida, una cualidad que no proviene de él mismo, sino del Dios que lo eligió y lo separó de las demás naciones para consagrarlo a su servicio. Pero esa santidad es también una meta y un ideal que es preciso realizar. El Pueblo de Dios está llamado a ser en la tierra la imagen viviente de la santidad divina. La "Ley de Santidad" constituye ahora la parte más importante del Levítico porque su tema dominante y el espíritu que la anima pueden expresarse con esta sola frase: "Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy Santo." 19. 2
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El Nuevo Testamento, en cambio, dará al amor un alcance universal y hará de este mandamiento el resumen de toda la Ley. (Rom. 13. 9; Gál. 5.14; Sant. 2. 8). Aquí se encuentra el pasaje que propone el amor a sí mismo como medida del amor al prójimo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (19. 18). En el Antiguo Testamento, el "prójimo" es el compatriota, el israelita, y también el extranjero que reside en la misma tierra (19. 33-34).
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El Levítico atestigua un sentido muy profundo de la trascendencia divina y de la preocupación por formar un Pueblo santo, consagrado al culto del verdadero Dios en medio de las naciones paganas. El Cap. 27 determina las condiciones para el rescate de las personas, los animales y los bienes consagrados al Señor.
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Para Israel el acto de culto por excelencia, la expresión más natural y espontánea del reconocimiento debido a la absoluta soberanía de Dios, es el "sacrificio". Al ofrecer un sacrificio, el hombre se despoja de algo valioso, de un alimento necesario para su vida, y lo consagra al Señor sobre el fuego del altar. El humo que sube de la ofrenda es como un lazo de unión entre el cielo y la tierra.
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El sacrificio puede ofrecerse en acción de gracias, o para implorar del Señor algún beneficio. También hay sacrificios de expiación por el pecado, donde la sangre cumple una función purificadora.
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Otras veces, sólo una parte de la víctima se quema sobre el altar; la otra porción es compartida en un banquete sagrado, estableciéndose así un vínculo de comunión con la divinidad, de quien proceden la fuerza y la vida.
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Pero estos ritos, como toda acción litúrgica, están expuestos a convertirse en prácticas puramente exteriores, desprovistos de espíritu. Israel incurrió muchas veces en este pecado, y los profetas tuvieron que alzar su voz para recordar que Dios detesta el humo de los sacrificios, cuando faltan la justicia y la fidelidad a sus mandamientos. (Is. 1. 10-20; Os. 6.6; Am. 5. 21-25; Sal. 50. 7-15).
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La antigua Ley no era más que "la sombra de los bienes futuros” (Heb. 10. 1), y el único Sacrificio de Cristo hizo caducar todo el ceremonial del antiguo Templo. Pero las exigencias de santidad y de pureza en el servicio de Dios siguen siendo siempre válidas, y la referencia al Levítico es indispensable para entender muchos pasajes del Nuevo Testamento, que nos hablan de Cristo y de su Sacrificio redentor.
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Por eso, el Sacrificio por excelencia es el de Cristo, que aceptó "por obediencia la muerte y muerte de cruz." (Flp. 2. 8). Cristo, "es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo." (Heb. 7. 26-27).
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Ahora él es nuestro intercesor, (Heb. 7. 25) y el único Mediador de la Nueva Alianza sellada con su Sangre (Heb. 8. 6-7; 9, 15). Ver LOS MENSAJES # 100 JESÚS SUMO SACERDOTE #123 CRISTO, NUESTRO MEDIADOR de EVANGELIUM
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