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Publicada porAarón Macera Modificado hace 10 años
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El objeto de la fe es Jesucristo, la vida de Jesucristo.
La fe es diferente de la experiencia inmediata, del conocimiento científico o del conocimiento filosófico. El objeto de la fe es Jesucristo, la vida de Jesucristo. Es dar adhesión a esa vida y adoptarla como norma de vida porque tiene un valor absoluto, porque esa vida es la verdad, es así que debemos ser hombre o mujer. Es una evidencia que no permite dudas. Es una percepción de verdad, que nunca suprime una franja de duda, porque siempre es un acto voluntario, y porque no se ve esa verdad. El creyente no se siente obligado a creer. Es un acto de entrega de su vida, la elección de un camino. No hay evidencia de que Jesús vive y está en nosotros, pero se reconoce porque se siente una presencia que es un llamado repetido a pesar de todas las dudas. José Comblin VITANOBLE POWERPOINTS Mateo 14,22-33 – 19 Tiempo Ordinario –A- 8—8-11 Comentarios y presentación: Asun Gutiérrez. Música: Adagio Agua. Reproducción del pps: Vitanoble Powerpoints
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22Luego mandó a sus discípulos que subieran a la barca y que fueran delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23Después de despedirla, subió al monte para orar a solas. Al llegar la noche estaba allí solo. Necesitamos ratos de oración para conocer, como Jesús, el proyecto de Dios en nuestra vida. Mirándole a Él aprendemos que la oración es alabanza, contemplación, acción de gracias. Encuentro personal con Dios que ilumina, compromete y orienta en la tarea de la construcción del Reino.
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24La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por las olas, porque el viento era contrario. El texto muestra, de manera simbólica, la situación en la que se encuentra la comunidad de Mateo después de la resurrección de Jesús: Él está lejos y ellos a merced del mar y de vientos contrarios.
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25Al final ya de la noche, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. 26Los discípulos, al verlo caminar sobre el lago, se asustaron y decían: -Es un fantasma. Jesús es imprevisible. No le encontramos donde suponemos que está o queremos que esté. Puede presentarse de manera sorprendente, pero su estilo es el susurro de la vida de cada día (Primera lectura). La persona creyente descubre en cada momento, en cada situación, que Jesús está, que viene, aunque desconcierte. Siempre está y no es un fantasma.
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Y se pusieron a gritar de miedo.
El miedo que nace de la falta de confianza en Dios, paraliza y debilita la fe. Jesús nos llama a pasar del miedo a la fe, de la angustia a la confianza. En lugar de gritar de miedo, podemos gritar con valentía, para denunciar la persecución, el hambre, la insolidaridad, la injusticia..., que padecen tantas personas.
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27Pero Jesús les dijo en seguida: -¡Ánimo! Soy yo, no temáis.
Frente al miedo a las tormentas, Jesús no propone la seguridad de la barca, sino la confianza en Él. En situaciones de peligro y dificultad –y siempre-, a también nos dice: ¡ánimo, no temáis! ¿A quién tengo miedo? ¿Ante qué siento miedo? Jesús no sólo calma las tempestades, sino que se adentra en las aguas embravecidas de nuestras dudas y nuestros miedos, para calmarlas.
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28Pedro le respondió: -Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas. 29Jesús le dijo: -Ven. El relato de la tempestad calmada aparece en Mateo, Marcos 6,45 y Juan 6, 16. Lucas no lo cuenta. Mateo es el único que añade el episodio de Pedro. La fe en Jesús nos lleva a caminar hacia Él sobre las aguas, a afrontar, con Él, los retos de cada día. En la noche, en lo inesperado, en todas las circunstancias de la vida, Jesús nos repite con su voz tranquilizadora: ¡VEN! ¡Ánimo! Te llevo de la mano...
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Pedro saltó de la barca y, andando sobre las aguas, iba hacia Jesús
Pedro saltó de la barca y, andando sobre las aguas, iba hacia Jesús. 30Pero al ver la violencia del viento se asustó y, como empezaba a hundirse, gritó: -¡Señor, sálvame! Cuando tenemos más miedo que confianza, cuando la violencia del viento suena en nuestros oídos más fuerte que las palabras de Jesús, cuando miramos más el peligro que nos amenaza que a Jesús, que sale a nuestro encuentro, nos tambaleamos. Jesús sabe que hay días y situaciones en las que hasta el pescador más curtido tiene miedo a las olas. Por eso, siempre alarga la mano en los momentos de vientos contrarios, de nieblas, de oscuridades y hasta de fantasmas. ¿Recuerdo las ocasiones en las que Jesús me ha dado serenidad en momentos de dudas, de dificultades?
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31Jesús le tendió la mano, lo agarró y le dijo: -¡Hombre de poca fe
31Jesús le tendió la mano, lo agarró y le dijo: -¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado? La mano tendida de Jesús va unida al reproche a Pedro por su falta de fe. Es sólo un reproche, no una condena. La duda de Pedro, y nuestras dudas, es asumida por la acción de Jesús. La fe es un proceso abierto y progresivo hacia el encuentro con Jesús. Un caminar sobre las aguas, pero con la seguridad de encontrar siempre, en todas las circunstancias, esa mano que nos salva. Jesús me pregunta como a Pedro: ¿por qué dudas? ¿Qué le respondo?
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32Subieron a la barca, y el viento se calmó
Mar de Galilea Jesús nunca nos prometió que no habría tormentas en nuestra vida ni que nuestra travesía sería un crucero de placer, sin viento ni olas. Sí nos prometió que estaría siempre con dándonos paz, calma y sosiego. Con Él a bordo amaina el viento y encontramos la fuerza para remar y afrontar todas las adversidades de la travesía hacia el Puerto.
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33Y los que estaban en ella se postraron ante Jesús, diciendo: -Verdaderamente eres Hijo de Dios.
La fe de los discípulos, como la nuestra, se debate entre la confianza en Jesús y el temor y la duda ante los problemas y dificultades. La presencia y la palabra de Jesús transforma el desconcierto en confesión de fe.
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Nuestras tempestades Ulibarri Fl.
Mar de Galilea Jesús, Tú acompañas nuestro vivir cuando las aguas están calmadas y todo va sucediendo en armonía, sin nada fuera de lo normal. Tú estás aún más cerca de nosotros cuando de pronto surge una enfermedad, un problema de trabajo, un conflicto de relación, un desencanto, una muerte... Tú estás cuando las tempestades de la vida nos hacen sentir miedo, se mueve nuestra barca y dudamos de tu presencia y de tu amor. Tú, que conoces nuestras tormentas, nos tienes siempre envueltos en tu amor, estás esperando que nos pongamos con confianza en tus brazos. Tú sólo esperas que tengamos fe en ti, que creamos, de verdad, que acompañas siempre nuestra vida, y que en ti nuestro valor aumenta y nos llenas de fuerza, para poder con todo lo que la vida nos depare, Siempre que sepamos que vives dentro de nosostros, que somos personas habitadas, impulsadas desde dentro por ti. Ulibarri Fl.
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