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Publicada porRamona Piñeiro Navarrete Modificado hace 6 años
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Virtudes 39 3ª 53 Caridad 25 Obras de misericordia 5: B3, Corregir a quien se equivoca
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Hoy llegamos a una obra de misericordia que quizá sea la más difícil y complicada. No tanto para entenderla sino sobre todo para practicarla. Es la tercera de las obras espirituales que dice: Corregir al que se equivoca.
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Una idea importante fundamental es que todos nos equivocamos al hablar y nos equivocamos al actuar. Y normalmente nos equivocamos bastante. Muchas veces es sin culpa, pero otras veces es con culpa. De ahí el deseo de ser ayudados, de escuchar una voz que indique, con cariño sincero, que eso no es verdad, que aquello está mal, que va por mal camino.
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Hay equivocacio-nes sencillas materiales, a las que se corresponden correcciones, que nos son fáciles de hacer. Aquí lo que se trata sobre todo son equivocaciones morales o de comportamientos espirituales, para los que corresponden correcciones más difíciles. Prácticamente es lo que la Iglesia entiende por «corrección fraterna».
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Una idea importante es que todos debemos preocuparnos de los demás
Una idea importante es que todos debemos preocuparnos de los demás. No nos salvamos solos. Somos seres sociables y todos formamos una gran comunidad. Por eso no debemos ser indiferentes ante las acciones de los demás.
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Ciertamente que hay algunos que tienen una responsabilidad principal de corregir, como es el padre de familia o un maestro o educador. Pero también un amigo no puede desentenderse cuando ve a su amigo que va por mal camino. Todos debemos ser solidarios para el bien.
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Pensando en el padre o la madre, debemos comprender lo difícil que es enderezar el camino de un hijo que ha comenzado a ir por caminos equivocados. Los padres no son sólo superiores sino que deben acompañar y explicar a ese hijo para que pueda comprender y diferenciar los actos correctos de los incorrectos. Y después de comprenderlo, que tenga la energía de cambiar.
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Debemos pedir luz para saber actuar con quien se ha desviado.
No se trata de hacer un proceso como si fuese un juicio. Más que insistir en lo malo, habría que insistir en que sigue siendo amado a pesar de la equivocación. Lo importante es la caridad, la paciencia, la misericordia y el respeto. Debemos pedir luz para saber actuar con quien se ha desviado.
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Esta obra de misericordia va directamente al bien del prójimo
Esta obra de misericordia va directamente al bien del prójimo. No es que queramos corregirlo porque nos moleste. Para ello habrá otra obra de misericordia que es soportar con paciencia las molestias del prójimo. En esta de corregir al otro buscamos sólo su bien. Son las correcciones que surgen desde la justicia, desde el respeto más profundo, desde actitudes positivas, desde comportamientos educados.
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Al hablar de esto, el papa Benedicto XVI, decía que debemos sentirnos responsables de lo que le ocurre al hermano. Y decía: «Si sufre a nivel material, nos debe impulsar a proveer a sus necesidades corporales, a acompañarle en sus sufrimientos, como el buen samaritano. Pero si el hermano sufre a nivel espiritual, nos debe impulsar a preocuparnos por su salvación eterna.
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Luego Benedicto XVI subraya esta idea: “Frente al mal no hay que callar.
Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano”.
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“Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone, como hizo Jesús con san Pedro cuando le negó (Lc 22,61).
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Y decía Benedicto XVI: «Como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros». Porque en verdad ¿Qué hubiera sido de mi y de ti si Dios no nos hubiera alcanzado y nos hubiera perdonado y nos hubiera corregido con mucha paciencia? Así le podemos decir al Señor:
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Qué sería de mí si no me hubieras alcanzado.
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Dónde estaría hoy si no me hubieras perdonado.
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Tendría un vacío en mi corazón,
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vagaría sin rumbo, sin dirección.
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Si no fuera por tu gracia y por tu amor.
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Sería como un pájaro herido que se muere en el suelo.
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Sería como un ciervo que brama por agua en un desierto.
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Si no fuera por tu gracia y por tu amor.
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Si no fuera por tu gracia y por tu amor.
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No sólo es bueno ayudarnos, sino que es obligatorio
No sólo es bueno ayudarnos, sino que es obligatorio. La obligación de corregir a nuestros semejantes cuando se equivocan es consecuencia lógica del amor que les debemos. Si tenemos obligación de socorrer a nuestros hermanos en sus necesidades corporales, con mayor razón hemos de ayudarle en esta obra de misericordia espiritual.
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Corregir lo malo del otro es una obra de caridad y de misericordia
Corregir lo malo del otro es una obra de caridad y de misericordia. No sólo es una obra de caridad, sino que tenemos obligación de mirar por el bien de los demás. Y para hacerle un bien, tendremos que corregirle las cosas malas que tenga.
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No es lo mismo indiferencia que respeto a la libertad.
Hay personas que dicen que no debemos meternos en la vida ajena. Claro que todo tiene sus límites; pero eso quizá lo dicen o porque no les importa la persona, o por comodidad y porque tienen una vida muy egoísta. Creen que no necesitan de nadie, pero todos nos necesitamos para mejorar. No es lo mismo indiferencia que respeto a la libertad.
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No podemos hacer como Caín cuando, habiendo matado a su hermano Abel, oyó que Dios le preguntaba por su hermano. Y Caín respondió: «¿Soy acaso el guardián de mi hermano?» Pues resulta que sí, que todos somos guardianes de nuestros hermanos. Claro que ser guardianes no significa que debamos ser espías o policías del otro.
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La corrección es una forma de amar, la más necesaria, la que sólo puede ofrecer la persona que nos ama de verdad. Es cierto que causa malestar: para el que corrige y para quien es corregido. Aquí se puede aplicar lo que dice aquel refrán: «Quien bien te quiere te hará llorar». Por eso debemos pedir mucha luz al Espíritu santo. No sea que queramos sacar una mota del ojo ajeno cuando en el nuestro tenemos una viga.
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En el Evangelio nos encontramos con que la corrección fraterna es un precepto del Señor. “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano” (Mt 18, 15).
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La Biblia está llena de correcciones desde el amor
La Biblia está llena de correcciones desde el amor. Dios mismo se encargó de esto: “Date cuenta, pues, de que Yahveh, tu Dios, te corregía como un hombre corrige a su hijo” (Dt 8,5). Cristo también corregía a sus discípulos cuando entre ellos había envidias o deseos equivocados. Por ejemplo, Mc 9,33-39, cuando los apóstoles querían los primeros puestos en el Reino de Jesús.
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No habían entendido el nuevo espíritu de esta religión.
Otro ejemplo de corrección de Jesús fue cuando Santiago y Juan querían que bajara fuego del cielo contra un pueblo que no les había acogido. Jesús les reprendió (Lc 9,54-56). No habían entendido el nuevo espíritu de esta religión.
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Un texto de san Pablo resulta sumamente claro sobre este tema: “Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado” (Ga 6,1).
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También el apóstol Santiago nos dice: “Hermanos míos, si uno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su mal camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos pecados“. (Santiago 5: 19-20)
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Dije que esta obra de misericordia es difícil, o muy difícil, porque a nadie le gusta que le corrijan, comenzando desde los niños pequeños. Cuesta corregir, porque nos parece que el otro lo va a tomar mal o no nos va a entender; o a veces no va a servir por falta de fortaleza para vencer la pereza o superar la timidez; o por una mala entendida idea de misericordia. Es difícil sobre todo cuando se trata de corrección fraterna, en que está vinculado el cambio de vida moral.
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No se trata de criticarle, sino de tenderle la mano, de mostrarle la mano extendida de una manera delicada para que, quien está dispuesto a alejarse, vuelva al buen camino. La persona que va a ser corregida es la que debería decir: Amigo, tiéndeme la mano y buscaremos juntos alguna solución.
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Amigo, tiéndeme la mano Automático
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y buscaremos juntos alguna solución.
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Ya sé que tu sufres, por eso te ofrezco mi mano.
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Ya sé que tienes hambre, por eso te ofrezco mi pan.
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Ya sé que tienes sed, por eso te ofrezco mi agua.
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Ya sé que estás triste, por eso canto para ti.
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Amigo, tiéndeme la mano
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y buscaremos juntos alguna solución.
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Antes de la corrección, lo primero que hemos de tener presente es que haya materia cierta, no imaginaria, puesto que se pueden dar indicios que no son verídicos. La sospecha nunca es buen camino para llegar al que se desea ayudar con la corrección.
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Debe estar uno cierto de que hay culpa verdadera
Debe estar uno cierto de que hay culpa verdadera. Y, como todo lo bueno debemos hacerlo en clima de oración, debes estar cierto en la oración de que debes corregir. Si es así, “repréndele”. Esta palabra del evangelio no quiere decir que deba ser con acritud o aspereza, sino con amor, que es deseo del bien.
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Esta corrección no se debe hacer de cualquier forma
Esta corrección no se debe hacer de cualquier forma. Primero ha de ser hecha siempre con mucha humildad, desde la conciencia de que nadie es perfecto, y reconociendo los propios defectos. Ha de realizarse no como un juicio sino como un servicio a la verdad y de amor al hermano. La corrección fraterna ha de ejercerse con firmeza pero sin asperezas, sin humillar al que es amonestado.
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Como decía el papa Francisco en el año 2014: «La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad, atención hacia quien cometió una culpa, evitando las palabras que puedan herir y asesinar al hermano. (…)La finalidad es de ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho, y que con su culpa ha ofendido no solamente a uno, sino a todos».
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La corrección fraterna exige discernimiento: escoger el momento oportuno: escogerla de forma que crezca y no disminuya la estima que el hermano tenga de sí mismo. Evitar que sea la única manera con la cual uno se relacione con aquel hermano; ejercerla sobre cosas verdaderamente esenciales; tender a liberar y no tanto a juzgar y condenar; corregir sabiendo que uno también es pecador y necesitado de corrección. Si todo esto acontece, la corrección fraterna que sugiere esta obra de misericordia podrá dar fruto de paz y de bendición.
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Si lo hacemos bien, y dejamos al Espíritu Santo hablar a través de nosotros, nuestra corrección fraterna ayudará a otros a orientarse hacia horizontes de verdad, empezando por las verdades más hermosas que caracterizan nuestra fe cristiana: Dios nos ama, nos invita a la conversión, y nos ofrece continuamente su misericordia y su gracia.
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La corrección ha de ser útil, es decir, que haya fundada esperanza de éxito. Si se prevé que será contraproducente como es provocando la ira o induciéndole a mayores males o pecados, debe omitirse. Como dice Santo Tomás, si se duda del éxito inmediato, pero no del remoto, debe hacerse. Y si se duda seriamente si aprovechará o dañará, debe omitirse; porque el precepto de no dañar al prójimo es más grave que el de beneficiarle, a no ser que de su omisión se teman males mayores como son escándalos o corrupción de otros.
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Jesús en el evangelio (Mt 18, 15-17) nos da unas normas
Jesús en el evangelio (Mt 18, 15-17) nos da unas normas. La primera es que sea “a solas entre los dos”. Y esto después de la condición esencial: “Si tu hermano peca”. Porque hay que averiguar si verdaderamente hay culpa y qué clase de culpa. Y esto porque alguno ve culpa en el otro por no tener las mismas ideas o porque no me es simpático.
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Hay veces que no se consigue nada a solas
Hay veces que no se consigue nada a solas. Entonces dice Jesús que se llame a alguno con el fin de que la corrección sea más eficaz. Pero no se trata de llamar a cualquiera. Se entiende que sea alguien que tenga cierta autoridad con el otro, sobre todo si es joven. Pueden ser los padres o algún educador.
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Y si, ni aun así quiere cambiar, puede recibir la amonestación de un grupo o de la comunidad. Y en última instancia se le tendrá por excluido o pagano. Es lo que en ocasiones hace la Iglesia con la excomunión: declarar que no está en comunión con la Iglesia.
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Lo importante es estar dispuesto a ayudar
Lo importante es estar dispuesto a ayudar. Hay veces que porque lo grande es difícil, tampoco se hace lo fácil. Muchas veces pasa con respecto a la corrección fraterna que uno dice: ¿Y quién me manda meterme en estos líos? Y se queda sin hacer nada. Y al final, cuando tenga que presentarse ante el Señor y mira sus manos, quizá las va a encontrar vacías…
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Cuando miro mis manos me pregunto
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si han tendido la mano a los demás,
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si a los hombres traicionaron,
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si a los niños han guiado a la verdad.
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Cuando miro mis manos me pregunto
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si supieron alegres trabajar,
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si las gotas del esfuerzo
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florecieron como rosa en el rosal.
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Cuando miro a los hombres me pregunto
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si han sentido la fuerza del amor,
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si con gozo han compartido,
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si han sembrado con sonrisa y con tesón.
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Cuando miro a los hombres me pregunto
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si la tierra han querido construir,
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si al hermano han ayudado,
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si han sentido la alegría de vivir.
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La Virgen Madre nos enseña a construir el mundo en la paz del hogar,
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Y haciendo el bien a los hermanos que lo necesitan.
AMÉN
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