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El juramento de los Horacios, J.L David.1784
Neoclasicismo El juramento de los Horacios, J.L David.1784
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Napoleón cruzando los Alpes, (David
Napoleón cruzando los Alpes, (David. 1801) es una clara demostración del carácter académico a la hora de representar, asistimos por tanto a una pintura de genero ecuestre, en donde el héroe militar y político comanda con decisión y seguridad a su ejércitos indicando el porvenir, si bien el cuadro intenta ser naturalista y claro, evidentemente se trata de una idealización del personaje, en aras de crear un discurso épico de sus acciones y no se corresponde a una representación realista o posible, así, si bien vemos movimiento en la obra, este no es dinámico, es nuevamente una pose, como lo es el “discóbolo” en la vieja Grecia clásica. La postura del caballo y su jinete es tan perfecta que se hace imposible y se asemeja mas bien a un monumento o una estatua pública encerrada en su estatismo. El pintor neoclásico es un artista educado en el oficio, que pinta en el interior de su atelier en base a distintos estudios compositivos y anatómicos, la luz no cumple un rol dramático y esta supeditada a iluminar al personaje central y la obra en su conjunto. La rigurosidad en la composición es lo destacable en esta pintura y en ese sentido señala una constante del arte Neoclásico, nuevamente lo valores de la racionalidad, el equilibro la mesura, la centralidad, la armonía etc. serán los elementos valorados por una época que vuelva a dar orden y estabilidad al mundo, bajo los valores de la Ilustración y del Estado Moderno (bajo las normas de la republica, las instituciones civiles y el orden militar) . Es ahora “la conciencia en la Historia” lo que guía el accionar del hombre “moderno”, no ya la bondad religiosa ni la fidelidad a una creencia sobrenatural, sino la trascendencia de sus acciones en la tierra. Asistimos por tanto a características elementales del Neoclasicismo, por una lado la rigurosidad técnica y académica en la representación pictórica y por otro lado la propagación (propaganda)de un discurso que hace que las acciones de los hombres (en este caso una avanzada militar) posea un tono de epopeya, un tono épico, heroico y grandilocuente.
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En La muerte de Marat (J. L
En La muerte de Marat (J.L. David, 1793) asistimos a la naturaleza compositiva mesurada y clara del Neoclasicismo, que se diferencia de modo radical del estilo que lo precede (el Rococó) . Mientras el antiguo régimen (la monarquía absolutista) se identificaba con un estilo hedonista y superficial, la Revolución , la Burguesía y las nuevas republicas que surgen tras este cambio de paradigma, volverán a instalar las premisas de la estabilidad clásica a la hora de producir imágenes. En esta obra en partícula vemos el uso estético del vacio que ocupa mas de la mitad de toda la representación y la utilización de la proporción aurea como premisa compositiva del cuadro. Es un relato a la vez documental, ya que es realizado después de la muerte del líder e intelectual jacobino y terminado a los pocos meses dentro del mismo año, intentando escenificar el lugar y las circunstancia del incidente. La iluminación es suave e ilumina con perfección y cuidado cada elemento y en particular el rostro de Marat, el cajón sobre el que apoya sus escritos devela su austeridad y su vocación racional al trabajo y a la causa revolucionaria. Por otro lado, es este mismo cajón de madera el que junto con la luminosidad del costado derecho de la pared equilibra la imagen de modo perfecto ante el peso del costado izquierdo donde yace el protagonista… a pesar de su afán documental la obra no deja de ser un discurso ficcional en aras de ennoblecer al “héroe” histórico acá representado
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Acá, en materia arquitectónica detectamos la presencia explícita de la influencia romana, como paradigma de la racionalidad y del espíritu republicano, Hay que recordar que estamos en los orígenes del estado moderno, es decir de la actual forma de organización política de las sociedades, por lo tanto la arquitectura que mejor se corresponde a este espíritu institucional es la romana. Por un lado el Frontis de la catedral metropolitana de Buenos Aires (1822) que recuerda al frontis de otro templo religioso: el Panteón, y que contiene los restos del libertador San Martin. Por otro lado, un famoso monumento militar tradicional de la cultura clásica: el arco de triunfo ubicado en Paris (1836), en los cuatros bloques que sostienen el edificio, vemos gigantes relieves que escenifican 4 elementos de la Revolución y la Republica francesa: la Resistencia, la Paz, el Triunfo y la Marsellesa… y evidentemente la trascendencia de un héroe histórico, político y militar: Napoleón I.
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En estas representaciones asistimos a la necesidad de comunicar las bondades de un estadista y militar, Napoleón en su gabinete ( J.L David, 1812) y José de San Martin (“mulato” José Gil de Castro). En ambas representaciones asistimos a la personificación del poder como un acto racional, llevado a cabo por gente proclive al trabajo, por eso la presencia de libros y tinteros , nuevamente los fondos palidecen para resaltar la figura central, el afán de trascendencia es idéntico al del retrato romano, pero esta vez incorpora los valores de la Ilustración: la Razón como espíritu de época.
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Dos representaciones de un personaje contemporáneo, la bella Madame Récamier. Acá vemos nuevamente el uso estético del vacío, la tranquilidad del gesto, la elegancia como sinónimo de sobriedad, mesura y equilibrio, a la izquierda la versión de François Gérard (1805) y a la derecha la de David (1800).
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