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Publicada porZaira Flores Peres Modificado hace 6 años
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III) LAS OBRAS DE MISERICORDIA EN NUESTRO MUNDO
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El Espíritu, a lo largo de la historia, no cesó de suscitar carismas, para que la Iglesia pudiera cumplir su misión de reconciliación y evangelización de los pobres en cada momento histórico.
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Por ello necesitamos hoy, como ayer, discernir cómo estamos llamados a realizar tanto las obras de misericordia corporales, como las espirituales, en un mundo globalizado, secular y plural.
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Para que los cristianos, como personas y como comunidad, podamos desplegar de forma significativa la misericordia de nuestro Dios, lo primero de todo es salir al encuentro de las «periferias existenciales».
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No esperemos que vengan a buscarnos
Tomemos la iniciativa, y vayamos a su encuentro, para contemplar el rostro de Cristo en el rostro de los afligidos y dolientes, para escuchar la voz del Señor en las antiguas y nuevas pobrezas.
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Conviene distinguir entre las situaciones de pobreza y los pobres
Pues estos son rostros y no meras cifras, como parecen serlo para ciertos analistas.
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Es evidente que estamos llamados en este momento a «globalizar la solidaridad»
Si se quiere hacer frente a las situaciones de hambre e indigencia que golpean a tantos países y grupos humanos.
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Esto supone acoger y escuchar
a las personas con amor
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Pero también, a luchar con entereza y firmeza,
para que la situación de nuestro mundo sea cada vez más justa. Para que las personas y pueblos tengan lo necesario, a fin de desarrollar sus dones, su vocación en la historia.
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y dignidad, de sentido y de Dios.
Se trata de servir al hombre en su totalidad, pues las personas tienen hambre de pan y dignidad, de sentido y de Dios.
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Si queremos que el servicio de la Iglesia a nuestro mundo sea fecundo y evangélico...
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Si queremos que el servicio de la Iglesia a nuestro mundo sea fecundo y evangélico...
Todos, ricos y pobres, necesitamos despojarnos del corazón de piedra, esto es, de la indiferencia y de un cierto cinismo, para vivir de acuerdo con un corazón y espíritu nuevos, para cultivar y desarrollar las entrañas de misericordia de nuestro Señor.
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Texto: Antonio Bravo Tisner
Música: Leyendas de pasión
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