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Domingo XXV Tiempo Ordinario VIÑA
Coment. Evangelio Domingo XXV T. Ordinario A Septimbre Francisco Cerro Chaves. Obispo de Coria-Cáceres Secretariado Catequesis de Cádiz y Ceuta Música: Andante cantabile op.11. 1ª p Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance Manual
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TEXTO BÍBLICO Mt El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”.
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Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.
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Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia
Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
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El Señor en su amor a la viña, que es el pueblo de Israel, que es la Iglesia, que somos cada uno de nosotros, es claro y patente.
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Precisamente el profeta Isaías en el capítulo 5 canta el amor del Señor por su viña.
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Esa viña es el pueblo de Israel, es la Iglesia, somos cada uno de nosotros, que estamos llamados a dar fruto abundante.
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En este texto el amor del Señor por su viña hace que envíe viñadores a todas horas, desde el amanecer hasta el final de la jornada, con el único fin de que dé fruto y fruto abundante.
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Al final va pagando, uno por uno, a todos los que ha contratado y ha querido para trabajar en su viña.
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Como siempre y en este caso nos parece a todos lo más normal del mundo, es que el Señor le pague a cada uno según las horas y el tiempo contratados.
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Surge el asombro cuando se ve que a todos les paga lo mismo que a lo que habían sido ajustados los de la primera jornada, los primeros contratados y protestan y con razón.
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Esperaban más. Han soportado el calor del día y el peso de la jornada ¿Pero cuál es la moraleja de esta parábola?
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“A jornal de gloria no hay trabajo grande”.
La gratuidad de Dios para el que generosamente trabaja con el Señor en su viña, tiene la recompensa en Él mismo como don y, como se dice en un himno precioso de Vísperas: “A jornal de gloria no hay trabajo grande”.
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En el fondo, es sencillamente el saber que la recompensa del que sigue a Cristo, es el mismo Cristo regalado.
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Los que llegaron primero han estado más tiempo con Él, han vivido los primeros momentos de la jornada y el estar con el Señor
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y la gratuidad del seguimiento tiene la recompensa de quien ha conocido el Amor de Dios y nos hace sentir la alegría y el gozo de quien se sabe bien pagado por su Amor y su Amistad.
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A veces, hacemos interpretaciones donde Dios sale mal parado.
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¿Acaso no se puede entender esta parábola como que Dios es caprichoso, incluso injusto?
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Lo que quiere recalcar la parábola es que la lógica humana no es la lógica de Dios, que es siempre gratuidad y un Amor que nos desborda, porque es desconcertante, pero no injusto
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¿Acaso te molesta que sea tan bueno?
FIN
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