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Publicada porVicente Pereyra Navarrete Modificado hace 6 años
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¡Como es grande el amor de Dios por nosotros!
Él nos manda a su Hijo unigénito para que nosotros lo amemos, sin el cual, vivir es morir ya que quien no ama permanece en la muerte.
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también nosotros tenemos que amarnos los unos a los otros”.
Si Dios nos ha amado tanto de darnos a su Hijo predilecto, por el cual todo ha sido hecho, también nosotros tenemos que amarnos los unos a los otros”. Dos cosas, el amor de Dios y del prójimo, hacen perfecto al hombre.
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Es una gran señal de predestinación el escuchar de buena gana la Palabra de Dios.
Como el desterrado, el que busca y siente con placer las noticias procedentes de su tierra, demuestra el querer su patria, así se puede decir que ya tiene el corazón vuelto al Cielo; el cristiano que escucha con interés quién le habla de la Patria celestial.
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Quienes quieran adquirir la fe en Dios, la caridad hacia el prójimo, la penitencia hacia sí mismos,
es necesario que vivan en la quietud del espíritu y en la dulzura de la contemplación. Dios fija la mirada en el corazón cuando infunde la luz de la contemplación.
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todas nuestras obras, de manera que nuestra oración sea continua.
La oración es la acción de gracias, es decir, reconocer los beneficios recibidos y ofrecer en cambio a Dios todas nuestras obras, de manera que nuestra oración sea continua.
7
El nombre de Jesús es superior a todo nombre, porque delante de él se dobla toda rodilla.
Si lo predicas, ablanda las voluntades más obstinadas. Si lo invocas, dulcifica las más ásperas tentaciones. Si piensas en él, se te ilumina la inteligencia. Si lo lees, te alimenta el corazón."
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Debemos a menudo meditar la Pasión del Señor
Debemos a menudo meditar la Pasión del Señor. De ello debemos servirnos como de un sudario, para secar el sudor de nuestras fatigas y la sangre de nuestros sufrimientos. En toda prueba debemos recordar los ejemplos de paciencia que nos dio Jesús.
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Tiene que tener bien imprimida en la mente y en el corazón la Pasión de Cristo porque solamente
de tal manantial deriva la palabra de la vida y la paz, de la gracia y de la verdad.
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cuando emprende un largo viaje.
El cristiano debe apoyarse a la Cruz de Cristo como el viajante se apoya al bastón cuando emprende un largo viaje. Crucifiquemos nuestra carne a su Cruz mortificando nuestros sentidos; lloremos por las iniquidades que hemos cometido y por aquellas de nuestro prójimo.
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Quien lo recibe es colmado de todo bien: las tentaciones son apagadas,
Sobre el altar, bajo las señales del pan y el vino, esta presente Jesús mismo, revestido de la humana carne con la que se ofreció al Padre divino y también ahora se ofrece cotidianamente. Quien lo recibe es colmado de todo bien: las tentaciones son apagadas, las amarguras se cambian en alegrías y la piedad encuentra su alimento.
12
El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente
cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote.
13
Quienes quieran adquirir la fe en Dios, la caridad hacia el prójimo, la penitencia hacia sí mismos,
es necesario que vivan en la quietud del espíritu y en la dulzura de la contemplación.
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¿Saben cuál es el poder más bello y más laudable?
Es aquel que domina a sí mismo su propia soberbia. La soberbia es el más grave pecado ante Dios y la humildad la más noble de las virtudes. El Santo pone a la humildad, como raíz y madre de todas las virtudes.
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¡Oh bondad de Dios! ¡Oh dignidad del penitente!
Aquel que habita en la eternidad habita en el corazón del humilde y en el espíritu del penitente!
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Nos lo enseñó el propio Jesús, quien al morir, inclinó la cabeza.
La puerta del cielo es baja, y quien quiere entrar debe necesariamente inclinarse. Nos lo enseñó el propio Jesús, quien al morir, inclinó la cabeza.
17
Con la muerte volvemos a Dios, como el navegante entra en la tranquila bahía del puerto.
Escapados de la tempestad del mundo, nos refugiamos en la paz de la vida inmortal.
18
Volvemos a Dios como el niño lloroso se recuesta contra el seno de su madre que lo acaricia y enjuga
sus lágrimas. Del llanto de este mundo los justos entran en la gloria, donde Dios ‘enjugará toda lágrima’.
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Es como un capullo de rosa que abre sus pétalos en pleno invierno;
María es como el arco-iris, señal de reconciliación entre Dios y los hombres. Es como un capullo de rosa que abre sus pétalos en pleno invierno; como un lirio que crece junto a la corriente de las aguas; como un incienso que esparce suaves aromas.
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un ciprés que se eleva sobre todos los árboles del bosque.
Ella es un cáliz de oro cubierto de piedras preciosas, un olivo que jamás pierde su follaje, un ciprés que se eleva sobre todos los árboles del bosque.
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