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Publicada porFrancisco Javier Alcaraz Torres Modificado hace 7 años
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Día 18 de Junio de 2017 Domingo fiesta del Santísimo Cuerpo
Ciclo A Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
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Hoy es la fiesta especial de la Eucaris-tía.
Cuando decimos “Eucaristía” estamos pensando en el amor inmenso de Jesús hacia nosotros, que no sólo murió y resucitó para darnos la verdadera vida, sino que se quedó permanente en la Eucaristía para mejor ayudarnos.
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Sobre la Eucaristía hay tres verdades principales que expresan el inmenso amor de Dios:
Que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; que le podemos recibir como el mejor alimento para la vida eterna; y que sabiendo que está realmente presente entre nosotros, le podemos adorar y con ello aumentar nuestro amor.
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En esta fiesta del Corpus (del Cuerpo y Sangre de Cristo) nos fijamos de una manera especial en su presencia. Y por ello se organizan solemnes procesiones, donde a través de ropas, arcos y flores queremos con alegría vivir esa presencia, como cuando le cantamos:
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Bendito, bendito, bendito sea Dios;
Automático
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los ángeles cantan y alaban a Dios,
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los ángeles cantan y alaban a Dios.
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Yo creo, Jesús mío, que estás en el altar,
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oculto en la hostia te vengo a adorar,
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oculto en la hostia te vengo a adorar.
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Bendi-to, bendi-to, bendito sea Di-os;
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los ángeles cantan y alaban a Dios,
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los ángeles cantan y alaban a Dios.
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Cuando llevamos en procesión la imagen de la Virgen o de un santo, queremos venerar a la Virgen o un santo que está en el cielo. Y con ello queremos indicar que deseamos seguir sus pasos para ir al cielo.
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Pero en la procesión con el Santísimo nosotros le adoramos, porque sabemos que está realmente presente.
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Durante los primeros siglos del cristianismo Jesús en la Eucaristía, después de la misa, se guardaba de una manera privada. Se hacía para que sirviera de viático a los enfermos.
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Por el año mil o poco antes hubo varios herejes que decían que Jesús no estaba realmente presente en la Eucaristía después de la misa, sino sólo en símbolo. Desde entonces la Iglesia fomentó la adoración privada y solemne, haciendo sagrarios hermosos y custodias para la adoración, hasta que por fin se instituyó esta fiesta del Corpus, precisamente para fomentar la adoración eucarística.
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La ocasión fue un famoso milagro
La ocasión fue un famoso milagro. Era el año 1264 cuando un sacerdote, que dudaba de la presencia eucarística de Jesús, fue a Roma, a la tumba del apóstol san Pedro, a pedir robustecimiento de su fe. Al pasar por Bolsena y celebrar la misa, la Sagrada Forma comenzó a destilar sangre hasta quedar completamente mojado el corporal. El papa Urbano VI, que estaba en Orvieto, ciudad cercana, cuando comprobó el milagro, instituyó la fiesta del Corpus y encargó los himnos de la fiesta a Sto. Tomás de Aquino.
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Así que no sólo sabemos el hecho de que está Jesús presente en la Eucaristía por lo que atestiguan los evangelios y el dogma de la Iglesia, sino porque Jesús ha querido hacer verdaderos milagros para que podamos creer que Él está presente en la Eucaristía, en el sagrario.
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Jesús, sé que estás ahí en el sagrario,
Automático
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esperando que alguien te venga a acompañar.
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Sin hablar, como en la cruz, tus ojos buscan donde descansar.
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¡Jesús mírame! Estoy junto a ti…
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Jesús, sé que estás aquí en la Eucaristía
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ofreciéndote a los hombres por amor.
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Es Dios hecho pan y vino, Él que quiere que yo vaya a comulgar.
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¡Jesús, sí quiero! Humilde voy a Ti.
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Aunque sólo soy un niño, yo lo quiero de verdad.
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Y le canto con los ángeles a Jesús en el altar.
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Aunque sea muy poquito lo que yo le puedo dar,
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a Él le gusta que yo vaya a buscarlo en el altar.
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En este año, ciclo A, las lecturas de la misa insisten más en la necesidad de alimentarnos con el Cuerpo y Sangre de Cristo y lo que esto significa para nuestra vida religiosa actual y futura. El evangelio es una parte de la proclamación de la eucaristía, cuando estaba Jesús en Cafarnaún. Dice así: Juan 6,51-58
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En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre."
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Jesús, para ayudarnos mejor, nos da a comer su propio Cuerpo
Jesús, para ayudarnos mejor, nos da a comer su propio Cuerpo. Lo llama “pan de vida”. El pan es, además de alimento, un símbolo de bondad. Cuando una persona es buena se suele decir: Es más bueno que el pan. Dios es más bueno, más generoso y tierno que el pan. Dios se deja comer como el pan.
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Jesús al anunciar el “pan de vida” hace una comparación con el maná que los israelitas comieron por el desierto. El maná fue un alimento transitorio, que les ayudó en aquel periodo de su vida. La Eucaristía es un alimento que nos da la verdadera vida, una vida que será para siempre. De ese maná les recordaba Moisés al final de su vida para que lo agradeciesen a Dios. Así nos lo dice la 1ª lectura: Dt 8,2-3.14b-16a
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Moisés habló al pueblo, diciendo: "Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres."
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Si los israelitas debían agradecer a Dios por ese pan provisional, ¡Cuánto más deberemos nosotros hacerlo por este Pan de vida! El hombre puede alimentarse de Dios. Es fuerza y energía para nuestra vida. Sobre todo la vida importante, la del espíritu.
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En varias ocasiones, para que quede claro que es fuerza y energía, Dios ha concedido a algunas personas mantenerse también en el cuerpo sin tomar otro alimento durante largas temporadas o en varios años. Algunas de estas personas han sido declaradas santas, otras no; pero han vivido con intensidad su fe.
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Cuando uno toma un alimento, este alimento llega a mezclarse con nuestra naturaleza llegando a hacerse parte de nosotros mismos. Pero cuando nos alimentamos del Cuerpo y Sangre de Cristo, como es un alimento tan superior, tiende a que nosotros nos convirtamos en Cristo, nos cristifiquemos.
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Pero ello depende de lo que dejemos actuar al mismo Jesucristo que viene a nosotros. Porque Dios no nos fuerza, respeta nuestra libertad. Dios siempre actúa con amor. Quiso valerse del pan para significar su amor a los hombres, un amor misericordioso y oblativo, un amor que busca saciar el principal hambre: el hambre de Dios.
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El ser humano tiene muchas clases de hambres
El ser humano tiene muchas clases de hambres. Hay hambres de vida, de verdad, de libertad, de belleza, de bondad. En el fondo es hambre de Dios, porque el hombre no se puede llenar de nada si no es con Dios. Pero Dios está dispuesto a saciar a sus hijos. Por eso se hace Pan, para darlo gratis y en abundancia.
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Con este Pan de vida podemos conseguir la entrada para el cielo
Con este Pan de vida podemos conseguir la entrada para el cielo. El maná sólo valía para esta vida. Este Pan, que es el Cuerpo de Jesús, tiene valor para la vida eterna. Esta es una primera gran verdad para apreciar cada vez más la grandeza de la comunión sacramental.
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Otra segunda gran verdad es que el Pan de Cristo nos debe llevar a una unión más íntima con todos los demás. Nos debe llevar a compartir más con misericordia, con entrega como Jesús. Cuerpo de Cristo son también los pobres. Cuando uno lo siente de verdad se debería uno poner de rodillas ante los pobres.
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Se dice de la vida de san Juan Pablo II que en cierta ocasión, al dar la comunión a unos niños enfermos pobres de la India, sintiendo grandemente este mensaje, se puso de rodillas adorando allí a Cristo no sólo por estar en la Eucaristía, sino por estar en los pobres enfermos. Y de rodillas para hacerse como ellos, y de rodillas también para pedirles perdón.
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No es que tengamos que ponernos de rodillas, sino que vivamos más lo que significa la comunión, que no es sólo, aunque ya es bastante, el podernos unir cada vez más con Jesucristo en su vida y sentimientos, sino que la comunión es signo de unidad universal y es autora de esa unidad que debemos tener con los demás.
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Hoy en la segunda lectura san Pablo nos habla de esa unidad por medio de la comunión. Nos dice que todos somos parte del Cuerpo Místico de Jesucristo. Pero lo mostramos y realizamos al comer el mismo alimento, que es el mismo Cuerpo de Jesús. Dice así: 1Corintios 10,16-17
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Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.
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En la eucaristía encontramos el gozo de la fraternidad
En la eucaristía encontramos el gozo de la fraternidad. Está el encuentro con Dios a niveles muy profundos o sublimes; pero está la urgencia de caridad. Una verdadera fraternidad no se puede dar si no hay un compromiso de entrega. A la Eucaris-tía, donde todos recibimos el mismo “Pan”, debemos ir con el compromiso de “compartir”.
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La Eucaristía es compartir
Automáti co
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el mismo pan, el mismo Dios.
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La Eucaristía es compartir
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todo el mundo en tu corazón
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todo el mundo en tu corazón.
Hacer CLICK
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Como la Eucaristía es lo más grandioso en entrega y amor, este día del Corpus en muchas partes es el día propio de la caridad; es el día en que se busca no sólo compartir buenos sentimientos, sino compartir con las manos y con nuestras pertenencias materiales.
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Ese banquete es alimento, pero es también lugar de encuentro.
La comunión es común unión, pues aun siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan, como nos ha dicho san Pablo. La unión profunda en Cristo nos lleva a la unión entre los comensales. Ese banquete es alimento, pero es también lugar de encuentro.
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El sacramento de la unidad nos hace solidarios y fraternales
El sacramento de la unidad nos hace solidarios y fraternales. De tal manera que, como nos dice el mismo Jesús, si vas a comulgar teniendo en tu corazón un odio contra algún hermano, no puedes comulgar. San Pablo nos diría: “comes y bebes tu propio castigo”.
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Recordemos que el amor no se debe expresar sólo con buenas palabras y sentimientos, sino que se debe expresar con obras. De esta manera quiere la Iglesia que participemos en el día del Corpus.
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Terminamos recordando que Jesús nos quiere tanto que no sólo nos ayuda desde el cielo, sino que está realmente muy cerca de nosotros, en el sacramento de la Eucaristía y permanece en el Sagrario para atender todas nuestras súplicas.
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Automático Cerca de Ti, Señor,
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quiero morar,
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Tu grande y tierno amor
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quiero gozar..
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Llena mi pobre ser,
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limpia mi corazón.
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Hazme tu rostro ver
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en la aflicción..
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Llena mi pobre ser,
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limpia mi corazón..
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Hazme tu rostro ver
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en la aflicción.
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Que María de la Eucaristía nos haga amar más a Jesús.
AMÉN
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