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Gracias, Señor, por confiarme la misión de ser sal y luz para todo a quien me encuentre a mi alrededor, dando sabor a la vida, llevando alegría e ilusión, acompañando a quien está solo, creando espacios de comunión, abriendo caminos nuevos por los que fluya tu amor, olvidándome de mí mismo, siendo eco de tu voz, disipando oscuridades, venciendo el miedo y el temor, estando presente donde es más necesaria mi acción, con la sencillez de quien lo hace sin protagonismos y con discreción, apoyado en tu fuerza, guiado por la compasión. porque me quieres mezclado en el mundo de hoy para ayudar desde dentro a su transformación, colaborando con otros en espíritu de integración, sembrando buenas noticias que den frutos para crear una sociedad mejor. A la luz de tu Presencia… ayúdame a descubrir las zonas oscuras que dejan mi vida reseca. enséñame a descubrir los fallos que de ti me alejan. muéstrame los egoísmos que me empequeñecen y me encierran. hazme ver aquello que necesito para que mi fe sea más comprometida e intensa. ************************** Que tu Luz brille por medio de nosotros… para que la Iglesia acierte a llevar el evangelio sin buscar lucimiento propio. para que seamos reflejo de tu amor misericordioso. para que nos preocupemos de ayudar a quienes están pasando por momentos dolorosos. para que los que son víctimas de la violencia, del hambre y de la injusticia sean fortalecidos con nuestro testimonio. para ser transmisores de la fe a las nuevas generaciones con entusiasmo gozoso. para que no se apague nuestro espíritu misionero, sin protagonismos, y con un estilo sencillo y anónimo. para llevar alegría a todos los que nos encontremos en nuestro entorno. Hazme, Señor, rayo de tu sol, recipiente de tu sal. Si tú eres el sol de mi vida, Señor, no caminaré por parajes oscuros donde el frío del invierno y la oscuridad asaltan mi vida. aportaré luz y calor a mis hermanos, ateridos de frío, de soledad y de nostalgia... Si tú eres la sal de mi vida puedes contar conmigo, Señor, para sazonar, con el optimismo, la alegría y la verdad, la vida de mis hermanos, para dar sabor a la historia escrita con nombres concretos. Si tú eres el sol de mi vida, ofreceré la luz de tu presencia, a los que viven como si no existieras a los que, creyendo en ti, caminan como si el Evangelio fuera una novela de aventuras. Si tú eres la sal de mi vida, Señor, experto en conservar todo lo que de ti he recibido, ayudaré a experimentar el sabor de tus cosas a cuantos caminan a mi lado... ... porque tú eres, Señor, la sal que da sabor, la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Por eso, Señor, ahora, ya puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto al Salvador, la luz del mundo y la sal de los pueblos. [I.L.] 5º Dom. T. O. Ciclo A Iluminar y dar sabor LUZ Y SAL. SALOMÉ ARRICIBITA Tres elementos frecuentes en la vida cotidiana nos ofrece la Palabra para reflexionar sobre nuestro estilo de vida y nuestra fe: SAL PARA TRANSFORMAR. La sal no parece gran cosa, pero comienza a producir sus efectos cuando se mezcla con los alimentos. Parece que ha desaparecido, pero su presencia permanece dando sabor y potenciando las cualidades de aquello con lo que se une. Cuando tienen su punto exacto de sal, los alimentos resultan gustosamente agradables. Mi vida y mi fe sólo tienen sentido si se mezclan con los ambientes donde me muevo, aportando los dones y carismas que llevo dentro. Entregados en su justa medida ayudan a transformar aquello con lo que me encuentro. Aunque externamente no se note, puedo ser buena noticia para otros, dando un color especial a sus vidas, contagiando esperanza, acompañando, entregando, dando testimonio de alegría… La sal ayuda también a conservar y evitar que los alimentos se pierdan o se corrompan: mi presencia en los lugares donde estoy debe caracterizarse por la honestidad y la honradez, por la responsabilidad y la integridad sin dejarme corromper; la sal ayuda a sanar y purificar aquello que está en mal estado y me invita a ir a lo esencial, a lo que merece la pena, a lo que no puedo dejar pasar… LUZ PARA ILUMINAR. La luz sirve para dar claridad, para iluminar sombras, para ofrecer orientación por donde caminar. La luz que se esconde acaba apagándose y deja de cumplir su función. La luz excesiva, ciega y no ayuda a la visión. La luz cumple su misión cuando uno no se fija en ella, sino que sirve de cauce para contemplar lo que hay a nuestro alrededor. Soy luz si ayudo a ver las “obras buenas” que Dios hace en nosotros, en nuestro mundo, en nuestro entorno. Soy luz si dejo que a través de mí se transparente la Luz que ayuda a encontrar vías por donde caminar. Jesús habla en presente (“somos luz y sal”) lo cual indica una visión positiva y optimista de cada uno de nosotros. Llevo un “potencial” dentro que no puedo desaprovechar, compartirlo y entregarlo. ¿Qué lugares, personas, ambientes … necesitan de mi “sal” y de mi “luz”? ¿Dónde mi presencia es más necesaria? ¿Cómo mantener la calidad de mi sal y no dejar que se apague mi luz? PAN PARA COMPARTIR. ¿Cómo ser “sal y luz”? Significativamente, este pasaje está puesto a continuación de las bienaventuranzas. Ponerlas en práctica es el mejor camino para realizarlo. “No desentenderte de los tuyos” (como propone el profeta) es la concreción más efectiva, en una triple dimensión: asistir a los más pobres en sus necesidades básicas (pan, hospedaje, vestido…), restablecer la justicia social (soltar cadenas, liberar…), restaurar las relaciones fraternas (abandonar acusaciones, calumnias, divisiones…) Mi luminosidad tiene como fin que mis buenas obras den gloria a Dios, es decir, que despierten en los corazones de quienes las vean ganas de conocer, amar y seguir a Jesús que nos lleva a Dios. Doy sabor si mi calidad de vida lo tiene, soy luz si mi existencia es luminosa. Necesito ser “salado” y luminoso en mi vida cotidiana. Jesús confía en mí para transformar en fecunda mi vida ordinaria.
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Lectura del libro de Isaías (58,7-10): Esto dice el Señor: «Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, cubre a quien ves desnudo y no te desentiendas de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”. Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía». Salmo 111, a.9 R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz V/. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. R/. V/. Porque jamás vacilará. El recuerdo del justo será perpetuo. No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. R/. V/. Su corazón está seguro, sin temor. Reparte limosna a los pobres; su caridad dura por siempre y alzará la frente con dignidad. R/.
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Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los Corintios (2,1-5): Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado. También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
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