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Publicada porLucía Rivero Silva Modificado hace 8 años
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Roger van der Weyden: El Descendimiento. Óleo sobreTabla, 2,20 x 2,62. Hacia 1435. Museo del Prado. Cat. 2825 Durante un tiempo se creyó en la existencia de dos pintores: Roger de la Pasture y Rogier van der Weyden; se trataba del mismo, pero el artista toma la forma flamenca de su nombre cuando se traslada a Bruselas. Nació en 1400 o 1399 en Tournai, en Cambresis, provincia entonces francesa que en 1435 y mediante el tratado de Arras, pasó al dominio borgoñón de los Valois. En 1427 entra a trabajar en el taller de Robert Campin. No entró allí como aprendiz, lo más verosímil es que cuando entró en el taller de Robert Campin ya hubiera realizado su formación inicial y entrara como oficial. La más antigua tradición literaria vinculaba a van der Weyden con los hermanos Van Eyck como discípulo de éstos por su maestría en el empleo de la pintura al óleo. Todo hace suponer que antes de entrar en el taller de Campin, había trabajado con Hubert Van Eyck. En 1432 deja Tournai y se establece en la pujante Bruselas. En Bruselas aparece con el nombre flamenco de Roger van der Weyden y es nombrado pintor de la ciudad antes del 2 de mayo de 1436. Muere el 18 de junio de 1464. El Descendimiento del Museo del Prado es una de las primeras pinturas que realizó entre 1435-1437, poco después de establecerse en Bruselas tras su estancia en el taller de Robert Campin. Le fue encargado por la Gran Gilda de los Ballesteros y como obra innovadora y de una categoría artística de primer orden, alcanzó gran prestigio y fama desde el momento mismo de su realización. La existencia de numerosas copias antiguas de la obra acredita el interés y la valoración de que fue objeto desde el primer momento y la influencia posterior que ejerció sobre otras artes como la escultura. Fue una obra reconocida y admirada que inmediatamente se convirtió en un modelo que tuvo un importante ascendiente sobre la pintura de su tiempo. Aunque es una obra temprana en la producción de van der Weyden sorprende por su madurez y calidad. El Descendimiento se ofrece al espectador como un cuadro con la apariencia de una pieza autónoma e independiente. Solamente el remate de la parte superior revela que lo que hoy vemos como un cuadro fue originariamente la tabla central de un tríptico. Se trataba de un tríptico de formato rectangular, cuyas portezuelas laterales se han perdido y con un remate también rectangular en el centro. Frente a la compartimentación habitual en varias escenas de un tríptico de estas dimensiones, el artista concibió la pintura del interior del tríptico como una escena única que sobrecogía al espectador al abrir sus puertas,
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habitualmente cerradas. El Descendimiento está planteado con una potencia y autonomía que evocan la independencia de un cuadro de caballete. Y también con el sentido de un espectáculo comprimido, con la fastuosidad, el brillo y los efectos patéticos de una representación teatral. Los protagonistas del relato Fue pintado para la capilla de la Guilda de los Ballesteros en la iglesia de santa María extramuros de Lovaina, donde se rendía culto a la Virgen de los Dolores. El pintor concibió la composición como un grupo compacto de 10 figuras que forman una composición oval de la que sobresale el criado subido a la escalera. El grupo central del relato está presidido por el cuerpo de Cristo que ha sido desclavado de la Cruz sostenido por José de Arimatea y Nicodemo. Van der Weyden representa a José de Arimatea como un rico burgués de la época, con una ropa negra rematada con piel, jubón rojo orlado de pedrería, calzas rojas y bonete morado. Contrasta con Nicodemo, personaje más modesto, que aparece sosteniéndole por los pies y que, junto con la figura masculina que sujeta el tarro de los ungüentos, está vestido con una sencilla ropa verde y jubón negro. Nicodemo – se ha supuesto que el rostro de Nicodemo es un retrato de Robert de Masmines, personaje de la corte de Felipe el Bueno, fallecido en 1430- aunque con menor magnificencia, aparece también ricamente vestido, ovado con un capirote negro, una ropa sin ceñir con adorno de damasco y borde de piel. El atavío de Nicodemo destaca por la minuciosidad con que han sido tratados su menores detalles. Las figuras de Cristo, José de Arimatea, Nicodemo y el criado aparecen entrelazadas, unidas entre sí por la acción de El Descendimiento del cuerpo de Cristo. Forman un grupo dotado de una acentuada unidad en contraste con el personaje masculino del tarro de ungüentos, que se halla detrás de Nicodemo y del que no existe una identificación precisa. Se le ha querido ver como el capellán que estaba al cuidado de la capilla o algún miembro notable de la cofradía, pero nada puede afirmarse al respecto. Aparece representado al fondo con una sencilla indumentaria y el rostro enrojecido por el llanto. Es un personaje pasivo que aún sin participar en la acción del drama expresa de forma aislada su dolor por el acontecimiento. Su rostro hace pensar que pertenece a un modelo estereotipado que Roger van der Weyden reprodujo en otras pinturas suyas. En cuanto a su identidad, pudiera tratarse de otro criado que, como el que se halla subido en la escalera, tampoco es mencionado en los relatos evangélicos.
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La figura de este criado que se halla detrás de Nicodemo contrasta con la acción y el gesto crispado de María Magdalena. Se halla situada a la derecha de la composición con un gesto de dolor crispado y una actitud patética y teatral y la toca descolocada por la agitación. Su gestualidad aparece como expresión de arrepentimiento y penitencia en contraste con la actitud recatada de María Cleofás. Aparece con una tensión dramática ausente en otras representaciones aisladas de la Magdalena pintadas por Roger, en cambio, aparece representada como pecadora arrepentida, vestida con saya o brial verde y una ropa morada, ceñida por un cinturón. Para acentuar el efecto de contraste, el pintor ha hecho especial hincapié en la representación de las indumentarias. Solamente las figuras de la Virgen y San Juan aparecen vestidas como santos. Las ropas de los demás personajes a excepción de María Cleofás y el personaje que sostiene el tarro de ungüentos reflejan una afición por el lujo y el boato que se contrapone a la simplicidad del mundo sagrado. El grupo formado por la Virgen que ha caído al suelo desmayada y es sostenida por San Juan y María Cleofás no desempeña un papel activo similar al de José de Arimatea y Nicodemo. Aparecen como en una escena o pasaje independiente, representando un segundo descendimiento paralelo al de Cristo. La Virgen aparece desmayada y sostenida por María Cleofás, vestida, acorde con la moda del momento, con una ropa verde, ceñida bajo los pechos por un tejillo, y toca verde. San Juan según los modelos tradicionales, ha sido representado con aspecto joven, pelo largo, descalzo y con túnica y manto rojos. La Virgen aparece con los ojos cerrados y el color pálido de la muerte en el rostro y en las manos; se la representa como moribunda al tiempo que su hijo. Pero a diferencia de Cristo, María se muestra desmayada a causa del pasmo de una muerte transitoria. La composición de este grupo y el modo en que se representa el trance de la Virgen comportan, además, otra significación. El cuerpo de la Virgen se halla en disposición paralela y análoga al de Cristo, en clara alusión a la idea de que la Virgen participó en la Redención y vivió una pasión paralela. Es la Coredemptio y la Compassio de la Virgen. Igualmente, la idea de intercessio, la intercesión de Cristo y la Virgen por los hombres, se pone de manifiesto de forma explícita en el paralelismo de ambas figuras. Del tríptico solamente se ha conservado la tabla central con El Descendimiento; por ello, no sabemos si en las portezuelas existiría alguna referencia a los comitentes de la pintura ya sea como donantes, en forma de inscripción o de cualquier otro tema alusivo al gremio de ballesteros. Al menos en El Descendimiento existe una referencia a los comitentes, aunque disimulada, en el motivo ornamental en el que se halla colocado. En los
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ángulos de la caja que sirve de escenario a la composición, aparecen sendas tracerías góticas. En el ángulo de cada una de ellas pende colgada de una argolla una ballesta diminuta. Todos los componentes iconográficos y simbólicos de la pintura ponen de manifiesto de forma explícita que la Redención es la idea que preside el contenido del retablo. Roger van der Weyden concibió El Descendimiento como la expresión visual de una angustia interior y una imagen que concentra la diversidad de las emociones íntimas. El Descendimiento es una imagen que representa el dolor, la excitación y la desesperación provocada por la muerte; es la imagen del dolor de una sociedad en la que la exteriorización de los estados de ánimo y los sentimientos se produce mediante una expresividad excesiva del llanto, de las lágrimas, de los gritos y de la gesticulación exasperada. Es una pintura de carácter eminentemente religioso en la que se introducen formas laicas de expresar el dolor. El cuerpo de Cristo con su carnación mórbida, de un ocre grisáceo claro, pálido y desleído, constituye el núcleo central de la representación al que primero se dirige la mirada del espectador. El color de ese cuerpo es el color de la muerte en claro contraste con la intensidad cromática del resto de la composición. Solamente presenta un paralelo con él el color del rostro y las manos de la Virgen. En El Descendimiento el cuerpo de Cristo introduce también una referencia a la muerte de cada ser humano para provocar la reflexión sobre su advenimiento y prepararse al buen morir. El artista desarrolla una estética inédita de un tema patético, pero cuidando que la expresión del dolor no desplace la belleza de la imagen. Es un drama, pero un drama que se representa y expresa a partir de formas bellas, con unos recursos visuales eminentemente pictóricos. Se produce así una liberación de la opresión dramática y angustiosa de lo real para desarrollar la idea de una nueva estética de lo patético. Fuente:Víctor Nieto Alcaide: El Descendimiento de Van der Weyden. Tf. Editores. Madrid, 2003
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Realización: Goyo Tejedor Imágenes: Museo del Prado Música: Wolfgang Amadeus Mozart : Lacrimosa (Réquiem en re menor K. 626) Zamora, noviembre de 2.009 FIN
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