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Publicada porAntonio Torres Sosa Modificado hace 8 años
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Ciclo C
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Una vez más recordamos que nuestra religión no se basa principalmente en doctrinas y acciones, sino en una persona, que es Dios hecho hombre para salvarnos: Jesucristo.
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Cuando vamos a Misa, supongo que todos los católicos sabemos que vamos a encontrarnos con Jesús. Él está allí, el Mesías, el Hijo de Dios. Pero no todos tienen la misma sensación de presencia y no todos tienen el mismo concepto de quién es Jesús y de su relación con nosotros.
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Hoy el evangelio nos habla de quién es Jesucristo y qué debemos hacer para seguirle.
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Seguramente entre los apóstoles comentaban si Jesús sería el Mesías; pero Jesús les quiere explicar el verdadero sentido de su mesianismo. Como era algo importante, se prepara en la oración y les reúne a los apóstoles. Veamos lo que dice la 1ª parte del evangelio.
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Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?“ Ellos contestaron: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?“ Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios.“ Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día."
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Primero les pregunta Jesús qué dice la gente. Había mucha gente sencilla que tenía una gran opinión sobre Jesús; pero estaban muchos fariseos que le tenían a Jesús por un borracho y comilón, y algunos le tenían por blasfemo y quebrantador de leyes que ellos llamaban divinas. Y esto lo debían saber los apóstoles.
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Sólo dijeron la parte buena, lo que decían las personas sencillas y buenas: que era un profeta. Sin embargo los apóstoles aquí fueron respetuosos:
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Sería interesante saber lo que dice la gente hoy sobre Jesús. Porque hay de todo. Hay muchos no cristianos que tienen un gran concepto sobre Jesús. Hay algunos, que se tienen por cristianos, pero no admiten que sea Dios.
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Especialmente en reuniones con jóvenes se escuchan bonitas respuestas: Jesús es como un amigo, que no está lejano sino que nos acompaña y siente en sí nuestros problemas. Es interesante cuando en alguna reunión de cristianos se hacen esas preguntas y se quiere responder con sinceridad.
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O dicen que es como el amigo necesario para cuando debemos tomar decisiones importantes. O es el amigo que está cerca, como la familia, en los momentos alegres y desgraciados. O es como un hermano y compañero.
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Cristo es nuestro hermano y compañero, Automático
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Cristo es el amigo siempre fiel.
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Cristo es el que sacia nuestra hambre,
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Cristo es el que apaga nuestra sed. Hacer CLICK
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Es el amigo que entiende nuestros problemas, el que se sacrifica por encima de la comodidad, del egoísmo o del dinero. Ciertamente que Jesús está cercano y es como el fundamento de la amistad.
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Jesús es el amigo de todos: niños jóvenes y ancianos. Es el que cuida especialmen- te de los débiles.
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Y, gracias a Dios, hay otras personas para quienes Jesús es el todo, el sostén de nuestra vida, de quien podemos conseguir lo mejor de nuestras aspiraciones, es la personificación del amor de Dios, porque en Jesús reside toda la plenitud
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Esto es lo que queremos para nosotros hoy al responder a la pregunta: que Jesús sea lo máximo, que sea la totalidad del ser y de la alegría, porque
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Cristo, Tu eres plenitud, mi plenitud está en Ti. Automático
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Cristo, Tu eres plenitud, mi plenitud está en Ti.
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Tu eres mi plenitud
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y vosotros alcanzáis la plenitud en Él.
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Cristo, Tu eres plenitud, mi plenitud está en Ti.
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Cristo, Tu eres plenitud, mi plenitud está en Ti.
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Hacer CLICK
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Después Jesús les pregunta a los apóstoles: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?“
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San Pedro es el valiente que, en esta ocasión como en otras, lleva la voz cantante y responde: “El Mesías de Dios”. Otro evangelista afirma que lo dijo inspirado por Dios; pero ¿Se daría cuenta de lo que significaba el ser Mesías?
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Jesús en ese momento les prohibió que lo dijesen a nadie. Y lo prohibió terminantemente. La razón era porque aún no entendían qué significaba ser Mesías, según la mente de Jesucristo.
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Los apóstoles entendían por entonces al Mesías en el sentido de grandeza terrena, quizá hasta de forma guerrera. Hubiera sido un gran problema si lo comienzan a divulgar.
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Jesús les dice que el Mesías tendrá que padecer, siendo perseguido y muerto por los principales del pueblo, aunque pronto resucitará. Se lo repitió otras veces. Ellos no lo entendieron hasta que Jesús resucitó.
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Quizá respondemos con alguna fórmula aprendida de memoria. Lo importante es preguntarnos: ¿Qué es Jesús para mi? ¿Qué representa Jesús en mi vida? También hoy Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros quién es Él.
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Quizá ahora podamos decir que sabemos algo más de Jesús. Pero no basta sólo con proclamarle que sea el «Todo» para nosotros. Esto significa que habrá que seguirle. Mas ¿Qué debemos hacer para seguirle?
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Jesús, ya sé de Ti, algo de tu ser. Automático
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¿Qué quieres de mi?
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Mas yo quiero saber qué rumbo seguir,
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Di qué he de esperar, qué senda elegir, por qué he de luchar.
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Tu ayúdame, pues no quiero más dudar ni temer. Hacer CLICK
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Al final del evangelio, pone Jesús unas condiciones para seguirle. Y dice el evangelista que esto no se lo dijo sólo a los apóstoles, sino a todos los que estaban por allí.
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"El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará."
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Si Jesús es nuestro Señor, que se hizo hombre por nuestro amor y está en el cielo esperándonos, el seguir a Jesús entra en la realidad de la vida de cada día y en la alegría de la esperanza final. A veces el seguir a Jesús se puede tomar como de manera algo romántica. Pero se trata de la realidad de la vida.
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Seguir un poco a Jesús es un poco difícil; seguir mucho a Jesús es muy difícil. Pero a ello debemos tender y en seguir a Jesús debe consistir nuestra felicidad.
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No es fácil, porque hay que negarse a sí mismo. No sólo negar muchas cosas materiales, que no nos convienen, sino apetencias que nos pueden parecer dignas: fama, salud, dinero… No es quitar por quitar, sino para tener OTRA clase de vida superior.
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En esta vida todos tenemos cruces, los buenos y los malos, aunque sea muy difícil saber quiénes son buenos o malos. La diferencia esencial está en la manera de llevarla.
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Seguir a Jesús es cargar con la cruz de cada día, pero yendo con Jesús, siguiendo sus mandatos. De pronto, cuando menos lo esperamos, esa cruz se hace suave y sentimos el influjo del Resucitado.
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Y los mandatos de Jesús se reducen al amor: Primero amando directamente a Dios Padre, a Jesús y al Espíritu Santo. Con un amor que suele dar paz y alegría en medio de los trabajos materiales; pero que a veces puede ser más violenta, aunque beneficiosa, en medio de la persecución.
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Este mandato de amor se expresa de una manera más directa por medio de las obras de misericordia que debemos estar atentos a realizar siempre, pero más en este año de la misericordia.
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Por eso Jesús comienza a explicar a los discípulos y a otras personas que en la nueva fundación o Iglesia el más grande no va a ser quien tenga más poder o cualidades humanas, sino el que esté dispuesto a perder su vida para darla en provecho y salvación de los demás.
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Termina hoy Jesús el evangelio de este día con una especie de juego de palabras. Parece un contrasentido el perder la vida para ganarla. Es difícil entenderlo; pero los santos lo entendieron muy bien.
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Terminemos recordando estas palabras de Jesús que, como todas sus palabras, son vida para nuestra vida y seguridad en nuestro caminar. Jesús nos habla desde la Eucaristía y desde el fondo del corazón.
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Automático Si amas tu vida la perderás,
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Y si la aborreces te salvarás.
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Si quieres seguirme ven,
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pero negando tu cuerpo.
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Toma contigo tu cruz
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y, en ti, estoy viviendo.
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Si buscas las cosas del mundo,
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pierde mi vida tu cuerpo.
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Si buscas tan sólo mi vida,
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entro yo en ti por entero.
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Si amas tu vida la perderás,
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y si la aborreces te salvarás.
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Pero la salvó, y con creces, unida a su Hijo Resucitado. Que ella interceda para que nosotros podamos estar en la Gloria. AMÉN
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