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El domingo pasado recibíamos un gran mensaje sobre la misericordia de Dios por medio de la parábola del hijo pródigo. Aquel padre respeta, espera, abraza.

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3 El domingo pasado recibíamos un gran mensaje sobre la misericordia de Dios por medio de la parábola del hijo pródigo. Aquel padre respeta, espera, abraza y perdona a su hijo pródigo hasta hacerle una fiesta.

4 En contraste estaba el hijo mayor que está externamente en la casa, pero no internamente. Su amor al padre no es pleno y verdadero, porque odia a su hermano y no quiere participar en la alegría de su padre.

5 Hoy en el evangelio aparece esta parábola encarnada en la realidad: Jesús es el buen padre, la mujer adúltera es como el hijo pródigo y los fariseos son como el hermano mayor de la parábola. Escuchemos esta escena. Jn 8, 1-11

6 En una tarde suave, Jesús al templo marchó Automático

7 para enseñar a la gente, ansiosa de oír su voz.

8 En tanto los adoctrinaba, llegaron los fariseos

9 junto con los escribas y una mujer entre ellos.

10 “Esta mujer, buen maestro, sorprendida en adulterio.

11 Moisés dice que se lapide, ¿qué dices tú de ello?”

12 Baja la mirada a la arena y en ella escribe con el dedo;

13 Es la ocasión de acusarle si se apiada de aquel reo.

14 Endereza su figura y exclama en tono sereno:

15 “El que libre esté de pecado que comience el apedreo”.

16 Jesús inclinose de nuevo mientras dibuja en el suelo,

17 y uno a uno todos marchan, tanto mozos como viejos.

18 Y ya Jesús solo ha quedado, y a la mujer dice sereno:

19 “Si el pueblo no te ha condenado, yo tampoco te condeno;

20 vete y no peques más, que tienes derecho al cielo”. Hacer CLICK

21 Los fariseos ponen la trampa a Jesús. Si dice que no debe morir va contra la ley. Si dice que debe morir va contra su propio pensar y su doctrina. Aquella mujer parece cierto había cometido un pecado, por el cual merecía la muerte, según las leyes judías.

22 Uno porque la deshonran públicamente. Todos tenemos derecho a nuestra fama. No se pueden decir las faltas de los demás, aunque nos conste, si no es por un bien mayor social, lo cual debemos ver claro. El pecado de aquel grupo de fariseos es quizá mayor que el de la mujer.

23 Pero el pecado de los fariseos es mayor, porque más que la muerte de la mujer están deseando la muerte de Jesús, debido a la envidia que tienen.

24 Además de que Dios no puede querer que se apedree a las adúlteras, como Dios no quiere que nos matemos unos a otros. Dios hará justicia; pero mientras tanto, está la ley del amor y la misericordia.

25 A veces parece que se contraponen la justicia y la caridad. Hay momentos en que parece que la justicia se pone en contra de la caridad, utilizando la Ley para hacer el mal. Pero la caridad está por encima de la justicia.

26 Aquella condena a la mujer de hecho es una injusticia, porque la mayor culpa solía ser del esposo que, antes que ella, solía ser adúltero. Y sin embargo no se le juzgaba ni se le tenía en cuenta el adulterio.

27 Jesús se agacha a escribir en la arena, como para dar tiempo a pensar. Pero la maldad parece que tiene prisa y le urgen a Jesús a que dé su parecer.

28 Y ellos se fueron marchando comenzando por los más viejos. El evangelista aquí tiene una nota de sana ironía. Jesús les dijo: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”.

29 Quedan frente a frente la miseria humana y el corazón de Dios, encerrado en Jesucristo. Aquella infeliz mujer nos representa a todos: débiles, falsos, traidores. Jesús está diciendo con los ojos a aquella mujer, como Dios nos dice a nosotros: “te amo”.

30 Jesús perdona la culpa a la mujer; pero la pide un arrepentimiento especialmente con propósito de la enmienda: “No vuelvas a pecar”.

31 Debemos meditar un poco en la misericordia de Jesús con aquella mujer, que se parece a la misericordia del padre con el hijo pródigo. Primeramente tiene respeto. La misericordia no humilla. Y Jesús siente compasión, que es padecer con la otra persona.

32 La verdadera misericordia, como la de Jesús, dignifica. La misericordia no atropella, no envilece. Lo mismo sucede cuando el padre del hijo pródigo lo recibe con los brazos abiertos y le da los distintivos del hijo: vestido y sandalias nuevos, anillo y fiesta.

33 La eleva, hace que sea comprendida y amada. Al sentirse perdonada y purificada, hace que se sienta libre, que no tenga ataduras ni oprobios. Sólo cuando alguien es capaz de amar puede llamarse “persona” de verdad. El perdón de Dios dignifica a la persona.

34 Nadie tiene derecho a tirar piedras a nadie, porque todos somos pecadores. Ni “piedras” de palabras o de pensamientos. Si hay que tirar piedras, las tiremos contra nosotros mismos. A veces vemos la mota en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro.

35 Los fariseos le quieren poner una trampa. Ellos apelaban a la ley, que, si era de Moisés, venía de Dios. Pero Jesús tenía una ley superior grabada en su corazón: la ley del amor. Hoy nos da Jesús una lección grande de inteligencia y valentía.

36 Jesús se dejó llevar por lo principal que era la ley del amor. Por eso habló con prudencia y sabiduría, de modo que nadie pudo rebatirle, cuando les dijo: Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra.

37 Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra. Automático

38 Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra.

39 Tu, Señor, que descendiste a enseñarnos el amor,

40 concédenos ahora tu perdón.

41 Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra.

42 Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra. Hacer CLICK

43 Y la gran enseñanza de esta escena para nosotros es que, si Dios nos ha perdonado, es para enseñarnos que nos debemos perdonar unos a otros. Jesús no ha venido a condenar sino a salvar.

44 Y perdonarnos hasta llegar a la dignificación o rehabilitación espiritual. No se trata sólo de una actitud compasiva, El amor es una fuerza dinámica y renovadora. Hay que buscar al miserable para sacarle de la miseria.

45 Cuando Jesús mira con amor a esa mujer y cuando ella se siente sanamente amada, es cuando ella se siente una mujer amada, digna de amor y de una vida nueva.

46 Esta vida nueva y libre predicaba al pueblo de Israel el profeta Isaías (el 2º), cuando estaban en el desierto. Dice que Dios le va a abrir un camino nuevo por el desierto inhóspito, para que puedan alabarle en su tierra. Primera lectura: Isaías 43, 16-21

47 Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza”.

48 Este optimismo quiere infundirnos la Iglesia con esta escena de la adúltera. Dios no ama el pecado, pero sí ama al pecador. El pecado es una cosa muy mala; pero aun después del pecado, si comprendemos la misericordia de Dios, podemos sacar bienes para el alma.

49 Si somos consecuentes con la misericordia de Dios, podremos cantar, como hoy nos dice el salmo responsorial: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

50 Automático grande con nosotros

51 y estamos alegres, y estamos alegres.

52 Cuando el Señor cambió la suerte de Sión nos parecía soñar.

53 La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares,

54 El Señor ha estado grande, grande con nosotros,

55

56 Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

57 Al ir, iban llorando, llevando la semilla.

58 Al volver vuelven cantando, trayendo sus gavillas.

59 El Señor ha estado grande, grande con nosotros,

60 AMÉN


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