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4º Dom. de Cuaresma. Ciclo C El abrazo de Dios  GUSTAD Y VED QUÉ BUENO ES EL SEÑOR. Es la invitación que hoy se me hace para que descubra (como el pueblo.

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Presentación del tema: "4º Dom. de Cuaresma. Ciclo C El abrazo de Dios  GUSTAD Y VED QUÉ BUENO ES EL SEÑOR. Es la invitación que hoy se me hace para que descubra (como el pueblo."— Transcripción de la presentación:

1 4º Dom. de Cuaresma. Ciclo C El abrazo de Dios  GUSTAD Y VED QUÉ BUENO ES EL SEÑOR. Es la invitación que hoy se me hace para que descubra (como el pueblo de Israel) que Dios me acompaña, me guía, me protege, me ilumina… en el camino de la vida. El pueblo vislumbra la tierra prometida y allí celebra por primera vez la Pascua. Comienza a “saborear” los frutos de esa tierra y, por eso, ya no es necesario el maná. Dios cuida a sus hijos hasta el momento en que, ya fortalecidos, pueden caminar por su cuenta, autónomamente. Don y tarea, regalo y esfuerzo, es de lo que me habla Dios en este tiempo. Descubrir cómo todo viene de Dios, pero es preciso poner de mi parte para recibirlo, acogerlo en profundidad y desarrollarlo, porque me quiere activo, dinámico, esforzado. Puedo hacer un rato de reflexión y “gustar y ver” cómo Dios va acompañando mi vida, dónde noto su presencia, cómo me va “alimentando”, cómo me deja espacio para que vaya “construyendo” mi historia, teniéndole siempre a mi lado.  HIJO Y HERMANO. La parábola muestra la dificultad para reconocer el amor y la misericordia. Ambos hijos (de manera diversa) son incapaces de descubrirse como hijos y hermanos, y de aceptar el amor del Padre: uno abandona su casa, el otro vive en ella resentido y como esclavo. El pequeño abandona, rompe los lazos, se aleja… la ceguera le impide ver el amor que le envuelve el amor. Su ansia de rechazar la casa paterna le lleva a la máxima degradación. Su arrepentimiento es superficial e incompleto (vuelve porque tiene hambre y se siente desamparado), pero el perdón que recibe lo suple todo, lo desborda todo. Puedo recordar actitudes que se acercan a la de este hijo menor: rebeldías interiores, deseos de buscar la libertad al margen de Dios, situaciones en las que me he “ido de casa”, abandonando compromisos, queriendo tener experiencias de disfrutar al máximo, momentos de vacío interior, miedo a que me rechacen y no me acepten al volver, el calor amoroso de quien me acoge, me perdona y me da una nueva oportunidad… El hermano mayor cumple, pero se siente extraño, recrimina al padre y no olvida los errores del hermano. Parece que todo lo hace bien, obedece pero no sabe amar, envidia en vez de alegrase de la vuelta del hermano, se compara y busca recompensas. Reconcomido por el rencor, entregado al juicio inmisericorde y al desprecio está incapacitado para la alegría y la fiesta. Se mueve en la línea de los méritos y de “pasar factura” por todas sus entregas… Puedo pararme a reflexionar si algunas de estas actitudes están presentes en mi vida, en mi relación con Dios y con los demás.  PADRE MISERICORDIOSO. Destaca por su paciencia, su respeto a la libertad, su cariño, su compasión y su delicadeza. Sale a esperar al que se ha marchado y cuando lo descubre su alegría es inmensa. Sale a suplicar al que se ha quedado para que entre a la fiesta. Porque sólo si están ambos será completa. Un Dios que no recrimina, que no quiere que nadie se quede en la puerta, que perdona, sana heridas, alivia el dolor de quien herido regresa, invita a comenzar de nuevo y que haya relaciones fraternas. Salomé Arricibita. Si vuelves https://youtu.be/B5M_DGlyfi0 Señor: Siempre he entendido que tu corazón sufre una enfermedad incurable. La enfermedad del amor. Los demás nos aman mientras somos buenos y sobre todo mientras tenemos dinero. Tú eres el único que nos ama cuando ya todos han dejado de amarnos. Cuando todos nos han dado la espalda, Tú nos ofreces tu corazón. Cuando nadie nos quiere, Tú abres tus brazos y nos estrechas contra tu corazón. Cuando más indignos nos creemos, Tú nos sientas a tu mesa y haces fiesta. Concédeme la gracia de no irme nunca de tu casa. Pero, si algún día cometo esa locura, hazme sentir que la puerta sigue abierta y que Tú estás esperando. Tú me divisas desde lejos, pues me aguardas desde siempre en la encrucijada de mis caminos. Corres hacia mí y me estrechas entre tus brazos. Estás más emocionado que yo y no me preguntas siquiera por mi pasado: sabes lo mal que me siento, la amarga experiencia que he tenido. Me das ropas y sandalias nuevas y haces que pongan un cubierto más en la mesa, mientras dices: ¡Comamos y hagamos fiesta, porque ha regresado mi hijo! Gracias, Señor, mi Padre, mi Casa, mi Amor, mi Vida... ¡Jamás olvidaré que no has querido la humillación de tu hijo, pues sólo deseas que viva! [M.H.] Gracias, Señor, porque me esperas cuando vuelvo y me recibes gozoso con los brazos abiertos, mostrándome tu misericordia y tu amor inmenso. Gracias, Señor, porque siempre me acoges con cariño y con respeto, sin ningún reproche, ofreciéndome tu consuelo y haciendo fiesta para celebrar nuestro reencuentro. Gracias, Señor, porque aprendo mucho de tus palabras y de tus gestos, de tu ternura y tus abrazos, de tu compañía y tus desvelos. Gracias, Señor, porque me quieres hijo y hermano con los de cerca y con los de lejos, y que aprenda a valorar y agradecer lo que soy y lo que tengo. Gracias, Señor, porque recibo de Ti empuje y aliento, porque siempre me das otra oportunidad diciéndome: puedes comenzar de nuevo. Señor, en Ti descubrimos… -que somos hijos amados. Ayúdanos a vivir como hermanos. -que sales a nuestro encuentro a esperarnos. Ayúdanos a ponernos en camino para estar a tu lado. -la bondad y la misericordia que nos has dado. Ayúdanos a ser cauce de comunión, amando y perdonando. -que nos quieres felices, unidos y sin que nadie se sienta rechazado. Ayúdanos para que desarrollemos un espíritu abierto y solidario. -que te entristece la violencia, la injusticia y el dolor que provocamos. Ayúdanos a ser sensibles ante quienes sufren, y que sepamos estar cercanos. -la alegría de sabernos salvados. Ayúdanos a saber disfrutarlo.

2 Lectura del libro de Josué (5,9a.10-12): En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.» Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán. Sal 33,2-3.4-5.6-7 R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/. Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

3 Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,17-21): El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

4 Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32): En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."

5 Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»


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