6º Dom. Pascua. B Amado y elegido En el origen está el agradecimiento. Nada hay tan profundo como la experiencia de que alguien me ama y hace cosas grandes por mí. Tener la experiencia de que Dios me ama, de que llevo grabado en mi interior a Dios hace que viva de una manera agradecida, descubriendo paz, serenidad y fundamento en mi vida. ¿Mi fe se asienta en esta experiencia: saberme querido por Dios? ¿Podría recordar y hacer presente alguna experiencia concreta en la que esto se me ha hecho evidente? El amor es la fuente de donde brota lo mejor de mi vida, pero nunca se complace en sí mismo. Cuando uno ha amado a fondo, la sensación que le nace es de estar habitado por el otro. El amor lleva a expresarse, a comunicarse, a entregarse. Se transforma en imperativo: ama. Me “obliga” a salir de mí mismo hacia el prójimo. Es decir, me hace crear vínculos y relaciones. El amor se manifiesta en el hacer, en la vida entregada, en fortalecer relaciones interpersonales más profundas y logradas. Expreso el amor cuando crezco en sensibilidad, preocupación, afecto, ternura, cariño, responsabilidad…en detalles pequeños. El amor auténtico se concreta en palabras, actitudes y gestos. El amor es gracia y tarea, don y entrega. El amor auténtico es el amor de Jesús: “amad COMO yo”. En ese “como” es dónde tengo que poner el acento. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los que ama” ¿Qué significa esta frase en mi vida? ¿Cómo es el amor de Jesús, qué características tiene? ¿Cómo puedo encarnarlas en los ambientes cotidianos donde me muevo? ¿Cómo concretar en mi vida el amor a Dios y al prójimo? “Para que mi alegría esté en vosotros y llegue a plenitud”. La comunión profunda con Jesús y la comunicación a otros de lo que esto significa en mi vida debe ser fuente de profunda alegría. Esta es la manifestación de una vivencia auténtica de la fe. ¿Cómo ando de alegría en mi vida? ¿Qué significa para mí vivir “la alegría del evangelio”? ¿Qué es lo que me ayuda a vivir alegre, incluso en medio de las dificultades que pueda tener? ¿Transmito a mi alrededor alegría, esperanza, gozo, positividad… o amargura, recelos, críticas, negatividad…? “A vosotros os llamo amigos”. La amistad no surge de manera automática. La amistad verdadera se fragua a lo largo de la vida, cultivándola, cuidándola, manteniéndola viva, no es interesada, es siempre gratuita… Crece con la relación y la comunicación, necesita dedicación y tiempo… Así también ocurre en la amistad con Jesús. ¿Qué necesito para crecer en amistad con Jesús? ¿Quiénes son mis amigos, que busco con su amistad, que aprendo de ellos, qué ofrezco y que entrego…? Puedo hacer hoy una oración especial por mis amigos. Día del enfermo. Poner en mi oración la vida de las personas enfermas y sus familias. Dejar que mi corazón se conmueva ante el hermano herido y enfermo. Acercarme a ellos, transmitir esperanza, compañía y consuelo. Gracias, Señor, por llamarme amigo, por elegirme para caminar contigo, por impulsar mi vida y no dejarme tranquilo, por quererme vigilante, comprometido y activo, por habitar en mi corazón y sentirme querido, por recordarme siempre tu imperativo: amaos y construid un mundo distinto, por buscarme cuando me he perdido, por hacer lugar de acogida y que nadie se sienta excluido, por abrir espacios en mi vida donde te descubro presente y vivo, por darme palabras de aliento cuando me desanimo, porque me ensañas la alegría de ser entregado y compartido, porque me quieres servidor contemplativo y sencillo… Gracias, Señor, Tú sabes cuánto te necesito. Pues busco, debo encontrar. Pues llamo, débenme abrir. Pues pido, me deben dar. Pues amo, débeme amar Aquel que me hizo vivir. ¿Calla? Un día me hablará. ¿Me pone a prueba? Soy fiel. ¿Pasa? No lejos irá, pues tiene alas mi alma, y va volando detrás de Él. Es poderoso, mas no podrá mi amor esquivar. Invisible se volvió, mas ojos de lince yo tengo y le habré de mirar. Alma, sigue hasta el final en pos del Bien de los bienes y consuélate en tu mal pensando como Pascal: ¿Le buscas? ¡Es que le tienes! [A.N.] Señor, fuente y origen de todo amor… -Cuida a los que formamos la Iglesia para que desarrollemos una sensibilidad amorosa, responsable y atenta. -Enséñanos a vivir la alegría en el compromiso, el servicio y la entrega. -Acompaña a los enfermos; en su debilidad y dolor, dales luz y fortaleza. -Ilumina a quienes no ven salida a sus problemas; que nuestro testimonio les sirva de referencia. -Haz que descubramos tu amor como origen de los que somos y fuente que nos alimenta. -Ayúdanos a cultivar relaciones profundas, significativas y fraternas. -Que no hagamos distinciones, exclusiones y abandonemos toda intransigencia. Señor, fuente y origen de todo amor, ayúdanos a mantenernos en tu presencia. Ayúdame, Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle. Ayúdame, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus sufrimientos y quejas. Ayúdame, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable negativamente de mi prójimo, sino que siempre tenga una palabra de consuelo y perdón para todos. [F.K.] Señor, en mi vida me pregunto muchas veces cómo actuarías Tú. Te veo junto a los enfermos, cómo les ayudas y cómo afrontas Tú el sufrimiento. ¡Cuánto me falta para parecerme a Ti! Dame tu Espíritu, Señor. Dame un corazón misericordioso como el tuyo. Llénalo de esperanza cuando estoy enfermo o cuando acompaño a quien lo está. Ilumina mi mirada para acercarme a los enfermos y sus familias descubriendo sus necesidades, pero también sus riquezas y recursos. Y tú, María, que guardabas todos los misterios de la vida en el corazón, haz que yo guarde en el mío las preciosas -y a veces dolorosas- experiencias compartidas en medio del dolor, y las transforme en vida. Nadie tiene mayor amor.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10, ): Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: «Levántate, que soy un hombre como tú.» Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.» Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió: «¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?» Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.
Salmo 97,1.2-3ab.3cd-4 R/. El Señor revela a las naciones su salvación Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad. R/. Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-10): Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»