ANHELAMOS EL CIELO… PERO VIVIMOS EN LA TIERRA
“Nos hiciste para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Tí” San Agustín
“Me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo... Porque cuando soy débil entonces soy fuerte” 2 Cor 12, 9-10
La Samaritana Jn 4, 5-30
En esta escena, se dan dos etapas bien determinadas: en la primera, Jesús la está esperando, mientras la Samaritana está en su realidad, en su responsabilidad. Vive, hace y tiene los pies en la tierra. En este momento, parece un diálogo de sordos.
En la segunda, cuando la Samaritana empieza a entender y a preguntarle a Jesús acerca del agua viva que él le ofrece, entonces el diálogo adquiere una nueva sintonía y permite que Jesús se manifieste plenamente: “Soy yo, el que te está hablando.”
Jesús la va llevando a lo más profundo de su interior, ella se reconoce pobre y necesitada, incapaz de cambiar por sus propias fuerzas y solamente deseó vivir de otro modo “Beber del agua que brota para vida eterna”. Lo dejó todo (el cántaro) para aceptar el nuevo plan que surgía de su opción por Jesús y corrió a anunciar lo vivido.