Cumplir la penitencia. Absolución.

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Transcripción de la presentación:

Cumplir la penitencia. Absolución. Sacramentos 78 Cumplir la penitencia. Absolución.

Lo último de las cinco cosas necesarias para confesarse bien es “cumplir la penitencia”. Antes se solía decir “satisfacción de obra”. Al hablar de la virtud de la peniten-cia se dijo que hay que satisfacer a Dios por el pecado. Nunca se podrá satisfacer lo suficiente, pues la injuria contra Dios es infinita y la satisfacción que podemos hacer es poca cosa. Pero es gran cosa si lo unimos a los méritos de Cristo, como estamos unidos por el sacramento.

Al confesarnos se nos perdona la culpa, pero queda una pena que deberíamos pagar por nuestros pecados. Algo nos quiere decir el libro del Génesis, cuando pecaron Adán y Eva y Dios dice a la mujer que tendrá que sufrir mucho y al hombre que tendrá que trabajar con sufrimiento. Es decir, que habrá dificultades en la vida por causa del pecado.

Aunque el pecador se arrepienta, queda una pena para sufrir Aunque el pecador se arrepienta, queda una pena para sufrir. Así se ve con Moisés y más claramente con el rey David. Es como la divina justicia que pide, no por Dios sino por nuestro bien, que haya una satisfacción por los pecados. Y, como vimos en la virtud de la penitencia, es repetido por san Pablo: cómo hay una pena por los pecados, aunque estén perdonados.

Esto es así para que uno se retraiga más del pecado Esto es así para que uno se retraiga más del pecado. Esas penas pueden ser como un freno hacia el mal y le hace al penitente más cauto y vigilante para adelante.

Los pecados, aunque se perdonen, dejan unos restos o reliquias Los pecados, aunque se perdonen, dejan unos restos o reliquias. Esto se puede ir quitando con las virtudes contrarias a los malos hábitos contraídos. Cuando uno va repitiendo un pecado, se va creando un vicio, que quiere decir que el pecado se va a hacer con mayor facilidad. Por eso debe ser contrarrestado con las penas que la Iglesia nos va imponiendo por ese pecado.

Siempre ha habido en la Iglesia este proceso de penitencia, de tal manera que antiguamente se llamaba a este sacramento de la penitencia “el bautismo costoso y difícil”. Y se daba mucha importancia al cumplimiento de la penitencia, que era como un sustituto del castigo eterno merecido por el pecado.

A veces la penitencia, en la antigüedad, era muy severa, dura y larga A veces la penitencia, en la antigüedad, era muy severa, dura y larga. No se concedía fácilmente la reconciliación a un pecador, si no se veía que había hecho una larga penitencia. Lo difícil era saber cuándo la penitencia era suficiente, porque se pensaba que al perdonar la culpa, se hubiera ya perdonado también la pena.

Esto era muy complicado, sobre todo pensando que hay penas que no se terminan de cumplir en este vida sino en la otra. Por todo ello se fue suavizando y simplificando la penitencia impuesta al pecador, aparte de lo que el pecador se imponga a sí mismo.

Así que, según las normas de la Iglesia, el sacerdote debe imponer al penitente “una penitencia conveniente”. Esto se deduce por ser un juicio este sacramento. El pecador, al aceptar la penitencia, se inclina y somete a la orden de castigo que Dios da por medio del sacerdote. Es como una forma más del arrepentimiento, ahora ya no sólo por las palabras sino por las obras.

Este cumplir la penitencia es como la perfección y culminación de lo que ha pasado internamente al arrepentirse y al declarar al sacerdote sus pecados. El verdadero arrepentimiento dispone a recibir de Dios el castigo, que en realidad no es castigo sino algo que es para nuestro bien. Todo es fruto del amor de Jesu-cristo.

Este amor de Jesús en el sacramento de la confesión se nos manifiesta por medio del sacerdote. Si las manos de Jesús bendicen, en este sacramento es por medio de las manos del sacerdote. Y así el sacerdote le cede a Jesús los pies y los labios para que el sacramento siga proclamando las maravillas de Dios.

Jesús no tiene manos. Automático

Tiene sólo nuestras manos para construir.

Tiene sólo nuestras manos para compartir.

Necesita nuestras manos para bendecir.

Necesita nuestras manos para bendecir. Hacer CLICK

Como definición de las penitencias que se imponen en la confesión, podemos decir que: “son las buenas obras y acciones penitenciales, mediante las cuales deben ser liquidadas, totalmente o al menos en parte, los castigos temporales que quedan después de haber sido perdonada la culpa del pecado y de haber sido conmutada la pena eterna”. Así que al confesar necesitamos tener los deseos de cumplir la penitencia.

Pasa algo así como si a un malhechor le condenan primero a pena de muerte; pero luego, siguiendo culpable, se la quitan dejándole otra pena más pequeña para que escarmiente. Así Dios, al perdonarnos la culpa del pecado, nos deja como una pena temporal que satisfaga mediante nuestra reparación la justicia de Dios que nosotros hemos quebrantado.

Debemos nosotros reparar al menos algo para escarmiento y para que pensemos que el pecado no es una cosa pequeña. Uno pudiera hacer una satisfacción voluntaria, que es algo bueno; pero la satisfacción de la pena temporal es mucho mejor y más infalible por lo que nos piden de forma obligatoria.

Lo que se suele pedir como penitencia obligatoria suelen ser algunas oraciones, pero puede consistir en otra clase de penitencias. – Se dice que se ponga una “penitencia conveniente”. Para uno que tiene muchos pecados mortales, ya que abarcan quizá muchos años, habría que imponerle una penitencia demasiado grande. Pero normalmente se le pone una pequeña penitencia, no proporcionada a los pecados sino a la fuerza espiritual del penitente.

Las fuerzas espirituales del penitente suelen ser pequeñas Las fuerzas espirituales del penitente suelen ser pequeñas. Si se le pusiese una penitencia grande, quizá sería contraproducente. Pero se confía en la Comunión de los Santos, en la que estamos unidos por la misma gracia y la misma fe. A veces el mismo sacerdote suple con su penitencia lo que falta al pecador. Y sobre todo confía en muchas almas buenas que piden por los pecadores.

También se confía en las indulgencias muy especiales También se confía en las indulgencias muy especiales. De esto trataremos en un tema posterior. Unos por otros podemos contribuir. Claro que el penitente debe hacer alguna penitencia; pero suele ser muy difícil que corresponda a los pecados que tiene.

Hay confesores que ponen una penitencia bastante grande y dificultosa Hay confesores que ponen una penitencia bastante grande y dificultosa. Y luego vienen las dudas de aquel que no lo ha cumplido o le es difícil de cumplir. ¿Se puede cambiar la penitencia? Si va al mismo confesor y le expone las razones, lo puede cambiar fácilmente. Pero si es otro confesor, le debería decir sobre qué pecados, más o menos, le impuso tal penitencia. Ese confesor puede cambiarla, si ve causa justa y razonable.

¿Cuándo hay que cumplir la penitencia ¿Cuándo hay que cumplir la penitencia? Cuanto antes mejor, pues se puede olvidar. A veces no se puede hacer pronto según la penitencia que sea. Si se olvida del todo, puede ir al mismo confesor, o a otro explicando, y recibir una nueva penitencia. Entonces Dios verá la buena voluntad.

Lo más importante en la Iglesia es tener la buena voluntad Lo más importante en la Iglesia es tener la buena voluntad. Y para este sacramento, como para todo, se requiere la buena voluntad. Si no hay buena voluntad, no se puede uno purificar. Pidamos al Señor y se lo digamos muchas veces que Él nos purifique con su gracia.

Purifícame, Señor, con tu gracia. Automático

Purifícame, Señor, con la lluvia de tu gracia.

Purifícame,

lléname, Señor, de alegría,

y al entrar en tu morada, purifícame.

Santifícame, Señor, a tu imagen.

Santifíca-me, Señor, a la luz de tus palabras.

Santifícame,

guíame, Señor, por tus sendas,

y al calor de tu mirada santifícame. Hacer CLICK

Hasta ahora hemos visto qué tiene que hacer el penitente para confesarse bien. Pero ¿Qué debe hacer el confesor? Lo más esencial son las palabras y el acto de confesar. No siempre ha sido igual en la historia de la Iglesia. Lo más elemental y sencillo y, si hay mucho apuro, bastaría con decir: “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y dando la bendición.

Y dice otras oraciones. Pero no siempre ha sido igual en la historia de la Iglesia. En los primeros siglos no había estas confesiones particulares, sobre todo de pecados pequeños, que se podían perdonar de otras maneras, como también hoy. Entonces los que recibían la absolución eran grandes pecadores después de hacer una gran penitencia.

Para el perdón de los pecados públicos se organizó la cuaresma Para el perdón de los pecados públicos se organizó la cuaresma. El comienzo, que era (y es) el miércoles de ceniza era el comienzo de su propia penitencia. Hasta que se incorporaban a la Iglesia el jueves santo. En ese tiempo iban a la parte primera de la misa para recibir la imposición de manos del obispo y la plegaria de los fieles, quienes pedían por ellos para que perseverasen en esa penitencia.

Los verdaderos penitentes se ponían ceniza al comenzar Los verdaderos penitentes se ponían ceniza al comenzar. De ahí el “miércoles de ceniza”. Y solían recibir la absolución el sábado santo. Todo eso fue haciéndose cada vez más de forma privada y particular. Una de las razones era que pocos pecadores querían someterse a aquellos ritos rigurosos en público.

Otra de las razones de hacerse la penitencia de forma más sencilla era el comprobar que de hecho todos somos un poco pecadores y todos necesitamos obras de penitencia. Por el siglo 9º comenzó la penitencia de forma privada, como lo tenemos ahora.

Hubo un momento importante en la historia de este sacramento Hubo un momento importante en la historia de este sacramento. Fue el 4º concilio de Letrán (1215-16). En él se estableció que la confesión debe realizarse por lo menos una vez al año, pues se había descuidado demasiado. Igualmente la comunión. Se entiende que la obligación de confesarse se trataba de los pecados graves.

Aunque la forma de realizar el sacramento cambió mucho, era el mismo sacramento instituido por Jesucristo en forma de juicio. Al principio era claro que atañía a toda la comunidad; pero, aunque se realizaba después de forma sencilla y privada, repercutía en toda la comunidad de la Iglesia. Eso porque todos somos solidarios con el hermano pecador y todos debemos pedir por él en nuestra oración.

La tarea del sacerdote no termina sólo con decir la fórmula de la absolución habiendo impuesto la penitencia. Su labor perdura más, porque queda la obligación de guardar silencio, en lo que se llama el sigilo sacramental, y de lo que hablaremos en el siguiente tema.

La labor del confesor no consiste sólo en hacer de juez La labor del confesor no consiste sólo en hacer de juez. Necesita la luz del Espíritu Santo para comprender a penitentes muy diversos. Unos vienen por rutina, otros sin conocer que deben arrepentirse. Hay penitentes ignorantes y con poca formación. A veces dementes que quieren confesarse. Pero el Señor va dando la facilidad y la luz necesaria.

Si estamos un poco tibios y medio a ciegas, pidamos al Señor que ponga su aceite en nuestra lámpara del corazón y brillará de nuevo con la luz del Señor.

Pon aceite, Señor, y haz que brille, Automático

pon aceite, Señor, en mi luz.

Santo Espíritu, enciende mi alma

y haz que brille con tu gracia, oh Jesús.

Y cantaré: aleluya, aleluya,

Aleluya, Gloria Dios.

Y cantaré: aleluya, aleluya,

Alelu-ya, Gloria Dios.

Pon aceite, Señor, y haz que brille

con la llama que Tú has de encender.

Y después de un minuto del fuego,

tu llegada siempre yo la esperaré.

Y cantaré: aleluya, aleluya,

Aleluya, Gloria Dios.

Y cantaré: aleluya, aleluya,

Los humildes serán ensalzados, dijo María. AMÉN