Jesucristo es Dios que se hizo hombre para darnos participación de la vida divina, hacernos hijos adoptivos de Dios y poder gozar de esa vida de modo.

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Transcripción de la presentación:

Jesucristo es Dios que se hizo hombre para darnos participación de la vida divina, hacernos hijos adoptivos de Dios y poder gozar de esa vida de modo pleno en la bienaventuranza eterna de la gloria. Esta participación de la vida divina la llamamos gracia o gracia santificante.

En qué consiste esta gracia o participación de la vida divina el Catecismo de la Iglesia católica lo trata en otra parte posterior. Ahora vamos a considerar y celebrar la manera más ordinaria y sublime cómo podemos recibir la gracia, cómo alimentarla, hacerla crecer y volverla a recibir si la perdemos. Es por medio de los sacramentos.

Antes de considerar cada sacramento, debemos considerar qué son los sacramentos en forma general. Y lo grandioso y principal que desde el principio queremos decir es que Cristo Jesús está presente entre nosotros, precisamente porque está muy íntimamente en todos los sacramentos.

¿De dónde procede esta palabra “sacramento”?. Es una palabra que se usaba antes del cristianismo, en la Roma imperial. Era una cantidad de dinero, una especie de prenda o garantía que en un proceso o juicio se depositaba en lugar sagrado. Como era una especie de consagración a la divinidad la palabra fue adquiriendo un sentido religioso.

Si se perdía el pleito o juicio, ese dinero quedaba para el templo o servicio de la divinidad. De ahí pasó a significar el juramento que se realizaba. Y de una manera más concreta significaba el juramento que realizaban los soldados romanos cuando comenzaban su milicia. Ese compromiso juramentado hacia la patria y el emperador tenía mucho de sagrado al hacerlo ante la divinidad.

En la primitiva cristiandad no existía la palabra “sacramento”, sino que se hablaba de “misterio” o los misterios de Dios. La palabra misterio viene a significar algo oculto. Pero tiene bastante amplitud. El primero verdadero oculto era Dios: infinitamente lejano, el escondido, el inaccesible, el santo. Y esto ya desde el Ant. Testamento.

Luego este significado de misterio pasó a Jesucristo. De hecho lo oculto era el amor de Dios que se hizo presente en el mundo por medio de Jesús. De ahí “misterio” llegó a significar la forma en que actualiza la gloria de ese amor divino: Cristo con sus obras salvíficas.

De ahí la palabra “misterio” pasó a significar lo que nosotros entendemos por “sacramento”. Parece ser que el primero que empleó esta palabra de “sacramento”, como nosotros la entendemos, fue Tertuliano, un autor cristiano del siglo III. Luego ya se hizo común, especialmente con san Agustín.

Según la etimología la palabra “sacramento”, que en latín es “sacramentum”, viene de dos palabras: “sacra”, algo sagrado. y “mentum”, que era un medio, instrumento o modo. Por lo cual se podría traducir: el modo o la manera sagrada de hacer algo. O también: un instrumento para hacer algo sagrado. Esto indica algo muy amplio mientras no se especifique.

Sobre la palabra “misterio” con la que se designaban al principio los sacramentos, debemos decir que también provenía de religiones antiguas, que tenían sus misterios. Pero era algo muy diferente. Los paganos querían ponerse en relación con la divinidad, pero por la acción, pretendían poseer a ese dios como por una especie de magia.

En los sacramentos cristianos es todo lo contrario: es Dios quien actúa sobre los hombres. El hombre no tiene ningún poder sobre Dios, sino que queremos que Dios se apodere de nosotros, si nosotros le dejamos actuar. Cristo no es un mito sino una persona, es Dios que se hace hombre para darnos una vida especial, una vida diferente, que por medio de su muerte “llena de vida” vuelve a hacerse presente en los sacramentos.

Pero esto no se supo así desde el principio. La Iglesia estudiándose cada vez más, escudriñando las Escrituras y las demás fuentes de la fe, ha ido determinando más nuestra fe. Y esto porque la primitiva cristiandad llamaban sacramentos, o con palabra equivalente, a otras cosas como la sal, el agua bendita, el Padrenuestro. Los sacramentos son siete: bautismo, confirmación, penitencia, eucaristía, unción de enfermos, orden sacerdotal y matrimonio.

De hecho las cosas no cambian, pero cambian las palabras y el sentido de las palabras. Por el año 1517 llegó el cataclismo social religioso de Lutero, que era un sacerdote agustino. Distingue los principales, que eran el bautismo y eucaristía y niega los demás. El problema fue que muchos le siguieron y tuvo que venir el concilio de Trento para esclarecer, entre otras cosas, todo lo relativo a los sacramentos.

De estos siete decimos que cinco miran más al individuo: El bautismo da la gracia, la confirmación la robustece, la penitencia cura sus enfermedades, la eucaristía la alimenta, la unción de enfermos quita los restos de enfermedades. El concilio de Trento determinó que son los siete que conocemos.

De los siete sacramentos hay dos que se llaman sociales, porque están al servicio de la comunidad de los miembros de Cristo. Son el orden y el matrimonio. El orden sacerdotal crea los órganos para determinar acciones importantes de la comunidad eclesial. El matrimonio santifica la relación comunitaria de hombre y mujer y asegura el fundamento natural de la comunidad sobrenatural.

En el caminar por el desierto de esta vida hacia la Pascua definitiva tenemos persuasión de que Cristo va con nosotros, y especialmente va por medio de los sacramentos. Por eso recibámoslos con mucho fervor.

Escuchando tu llamada emprendemos el camino, Automático

que conduce hacia la Pascua de tu Hijo Jesucristo.

hasta hallar la nueva tierra que Tu nos has prometido.

Vas con nosotros, Señor, en el camino,

anidando la esperanza de tu pueblo peregrino.

Vas con nosotros, Señor,

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¿Qué son los sacramentos? Podemos comenzar con un ejemplo sencillo. Supongamos que hay una región donde hay una gran sequía, la gente tiene mucha sed; pero descubre que a varios metros hay agua y bastante. Hacen un gran pozo, de modo que hasta se puede ver el agua, pero la gente sigue con sed. Entonces traen unos grandes motores para sacar el agua. Esos motores son los sacramentos para poder tener el agua de la gracia.

Podemos dar una definición: “Sacramento es un signo sensible, instituido por Jesucristo, para santificarnos o darnos su gracia”. El Catecismo de la Iglesia católica da esta definición: “Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina” (n. 1131).

El hecho de que sea sensible quiere decir que tiene que tener algo que se vea o se sienta. Y el hecho de que sea signo quiere decir que tiene otra parte que no se ve. El signo puede ser natural o convencional. Por ejemplo: una bandera roja en una playa es signo de que hay peligro, éste es signo convencional; el humo es signo de que hay fuego, éste es signo natural.

Es decir, que hay signos que indican otra cosa por la propia naturaleza, como dije sobre el humo y el fuego; pero hay muchos que están puestos por capricho o por convención. Así hay flores que indican lo más propio, como la violeta indica humildad; pero son muy convencionales lo que significan los diferentes colores de las flores. Otros tienen parte de propio y de convencionales, como la balanza para la justicia o la lechuza para la sabiduría.

El valor de un signo o símbolo no depende de su propio valor, sino en función de lo que indica o demuestra. También puede tener grados. Por ejemplo, Dios está representado en la creación o por la creación podemos ver a Dios. Pero no está representado igual en las plantas, animales, hombres o ángeles.

En los sacramentos lo sensible puede ser un lavado con agua, una unción, etc. como iremos viendo en cada sacramento. Pero lo más importante es lo que no se ve, lo que es significado, que es la gracia o la vida de Dios. Para que se especifique lo significado, debe haber algo que lo vaya manifestando. Estas son las palabras que van unidas al signo.

Cada sacramento se constituye con dos elementos: el elemento material y unas palabras que explican para qué sirve el signo externo esencial. Un signo puede significar varias cosas. Por eso la palabra nos dice cuál es su significado verdadero. Esta palabra es palabra de Dios, ya que se trata de una obra de Dios. Es una palabra de fe dicha sobre los elementos explicando el simbolismo sobrenatural.

Las palabras tienen como un sentido de oración, que será escuchada. Pero a la vez cumple con la misión de interpretar y aun de predicar. Las palabras que se usan en los sacramentos pueden tener expresiones diferentes que se han expresado en la historia de forma algo diferente. Pueden ser en forma de oración o de exposición.

La palabra y el elemento material tienen una relación en el sacramento como la que existe entre el alma y el cuerpo en la persona humana. Ambos están ordenados el uno al otro y se condicionan entre sí. Al decir la palabra sobre la materia se realiza una acción. Es el signo sacramental que tiene la misión de representar la muerte y resurrección de Cristo de formas diferentes.

La relación que hay entre lo que se ve y lo que no se ve no es sólo lo que nos puede decir la razón, sino que entra en el terreno de la Revelación. Debemos atender a lo que nos dijo Jesucristo. Él es quien tiene la palabra, que confió en plenitud a la Iglesia.

Sólo la fe nos puede llevar a entender las cosas más allá de lo que simbolizan de una manera natural. El agua, por ejemplo, puede significar varias cosas; pero en el sacramento sólo tenemos derecho a interpretarlo en el sentido que quiso decirlo Jesús, que es lo que nos enseña la Iglesia.

Jesús podría haber escogido otros símbolos de la salud o del alimento para la Eucaristía; pero Él es el Señor del universo y escogió algo que fuese fácil de comprender y tener. Por eso no podemos usar nuestro capricho en los signos necesarios para los sacramentos.

Dios nos habla mediante los signos sacramentales. Jesucristo no daba conferencias sobre lo que iba a hacer en los sacramentos, sino que al emplear estos signos o hablar de ellos, se iba mostrando el sentido. Por ejemplo, al dar el agua como signo del bautismo se expresaba el renacer del hombre a la vida del espíritu.

Y así al dar en la Última Cena el pan y el vino, que era su cuerpo y su sangre, se expresaba la relación con su muerte, a la que nos unimos, ahora de forma glorificada. Y esto para siempre.

Es tan natural el usar signos o símbolos para poder comprender lo espiritual e invisible, que la naturaleza humana de Cristo es símbolo y medio de la gloria de Dios operante en ella. De modo que muy bien podemos decir que Cristo mismo, su persona, es como el gran sacramento de Dios. A través de la persona de Cristo vemos la divinidad. Así decía san Pablo: que en el rostro de Cristo brillaba el esplendor de Dios.

Por ejemplo, cuando empleaba saliva, que en aquella civilización significaba la fuerza propia, para curar al ciego de nacimiento. Así pues hay signos que pueden variar en su significado según los tiempos y los lugares. Jesús mismo se valía de cosas externas para significar lo que hacía.

En cuanto a los sacramentos hay algunos detalles en los signos que han cambiado a través de la historia; pero lo esencial permanece siempre igual. El hecho es que Jesucristo determinó algunos objetos como símbolos y medios de su voluntad salvífica. Y lo determinó para siempre. Por ejemplo, el pan y vino.

Hay personas a quienes les parece muy raro, y como de escándalo, que dependa de algo tan pequeño y simple como el agua, el pan y el vino, algo que tiene tanta importancia y de lo que depende la vida eterna, la eterna salvación. No es que sea cosa pequeña; es que es símbolo de algo mucho más importante determinado por Jesús.

También era cosa pequeña el mismo Jesús como hombre, y por eso se le llamaba piedra de tropiezo. Pero era Dios vivo, creador del universo, que nos enseñaba el valor de las cosas pequeñas, cuando las empleamos, unidos a Jesús, especialmente según su palabra y amor en los sacramentos.

Los sacramentos realizan grandes cosas, aunque sean instrumentos pobres. Ya desde el Antiguo Testamento Dios hacía maravillas con instrumentos pobres, como la vara de Moisés, cuando Dios le mandaba usarla. También era de metal la serpiente puesta en el desierto y a través de ella Dios les curaba a los que la miraban.

El hecho de que haya realidades materiales unidas a la gracia espiritual para nuestra salvación proviene de que el ser humano está compuesto de alma y cuerpo, materia y espíritu. Y nos lo dice santo Tomás de Aquino que la divina providencia atiende a cada cosa según su condición. Por eso la sabiduría divina da al hombre los auxilios apropiados bajo signos corporales y sensibles.

El proceso de nuestra salvación no es según lo que cada uno se imagina. Esto sería un subjetivismo. No nos pertenece escoger, a nuestro capricho, los medios de salvación, sino que Jesús con su poder y su gran amor, nos lo enseñó a todos por igual. La salvación es un regalo de Dios y la manera de buscar la salvación por los signos sacramentales, también es un signo del amor de Dios.

De aquí que debemos dar continuas gracias a Dios porque ha hecho las cosas necesarias y convenientes para la salvación, según somos en realidad. Si dijéramos que basta con rezar, con unirse a Dios íntimamente, les sería muy difícil para algunas personas. Es más fácil tender a la salvación con actos sensibles, como el bautismo, la comunión, la confesión…

Por eso no necesitamos estar pensando y probando modos o caminos diversos de salvación. Jesús nos lo fue determinando, hasta en muchos detalles. Lo que tenemos que hacer es hacerlo bien y corresponder con amor al inmenso amor que significa poder recibir los sacramentos.

Todos los sacramentos salvan y glorifican a Dios; pero cada uno lo hace de una manera especial. Podemos decir que los sacramentos hacen sonar las alabanzas a Dios; pero cada uno en un tono distinto. O también, que todos los sacramentos hacen brillar la gloria de Dios, pero cada uno con una luz diversa. Por ello debemos alabar a Dios y saludarle con gozo porque Dios es bueno.

Y alabamos al Señor al reflexionar sobre los sacramentos, porque ellos son signos del amor de Dios y son una inmensa gracia de Dios.

Sacramen- tos, signos de amor. Automático

Sacramen- tos, gracia de Dios.

Sacramentos signos de amor.

Sacramentos, gracia de Dios.

El Bautismo que nos limpia y nos hace hijos de Dios.

El Espíritu da fuerzas en la Confir- mación.

En la santa Eucaristía Jesucristo se hace don.

Los que sufren son sanados con la gracia de la Unción.

Y estos son los sacramentos: un regalo del buen Dios.

Que la intercesión de María nos mantenga unidos a Jesús con los sacramentos. AMÉN