Después de ver cómo celebrar el culto divino en nuestra liturgia, nos preguntamos: ¿Cuándo se debe celebrar? Porque estamos inmersos en el tiempo y.

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Transcripción de la presentación:

Después de ver cómo celebrar el culto divino en nuestra liturgia, nos preguntamos: ¿Cuándo se debe celebrar? Porque estamos inmersos en el tiempo y el espacio. Nosotros dividimos el tiempo para nuestra vida en días, semanas, años. Así también se divide el culto litúrgico.

Ya a finales del primer siglo, el papa san Clemente decía: «Tenemos que hacer con orden todo lo que el Señor nos ha mandado hacer durante los períodos de tiempo fijos. Nos prescribe hacer las ofrendas y las liturgias, y no al azar o sin orden, sino en las circunstan- cias y los tiempos previstos».

Dentro del día hay horas especiales. Sobre todo para aquellos que están muy metidos en la vida litúrgica, como son religiosos y religiosas especialmente de clausura, dividen el rezo litúrgico para alabar a Dios cada tres horas. Comienza con maitines, que es a media noche, luego laudes por la mañanita. Y luego vienen cada tres horas: prima, tercia, sexta y nona. Y ya por la tarde vísperas, para terminar con completas por la noche.

“El Misterio de Cristo, su Encarnación y su Pascua, que celebramos en la Eucaristía, especialmente en la Asamblea dominical, penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante la celebración de la Liturgia de las Horas, el Oficio divino”. Dice el conc. Vat II:

Por eso hay unas horas consagradas, especialmente para los religiosos de vida contemplativa. Y, como en cada región el horario varía, pues se da la realidad del orar sin cesar de la Iglesia. A esta oración se la llama pública. La Iglesia nos recuerda la advertencia de san Pablo de “orar sin cesar”. Esto cada uno no lo puede hacer, pero sí la Iglesia entera.

Existe una oración privada, la de cada uno. Y existe una oración pública, por la cual los fieles ejercen el sacerdocio real de los bautizados y por la cual, como nos dice el Conc. Vat: “realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre”.

Esta oración según la fórmula aprobada por la Iglesia, aunque se haga de forma privada, porque lo hace una sola persona, se llama pública y se hace unida al Cuerpo Místico de Cristo. Por eso tiene una importante virtualidad.

La Liturgia de las Horas está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios. En ella, Cristo mismo "sigue ejerciendo su función sacerdotal a través de su Iglesia"; cada uno participa en ella según su lugar propio en la Iglesia y las circunstancias de su vida: los sacerdotes en cuanto entregados al ministerio pastoral, porque son llamados a permanecer asiduos en la oración y el servicio de la Palabra; los religiosos y religiosas por el carisma de su vida consagrada; todos los fieles según sus posibilidades.

Aunque el Oficio pertenece sobre todo a los ministros sagrados y a los religiosos, involucra a toda la Iglesia: los fieles laicos (en la medida en que les es posible participar), a las almas del Purgatorio, a los santos y a los ángeles en sus diferentes rangos. El carácter eclesial de la Liturgia de las Horas hace por su propia naturaleza que «esté destinada a convertirse en la oración de todo el pueblo de Dios».

"Los pastores de almas deben procurar que las “horas” principales, sobre todo las Vísperas, los domingos y fiestas solemnes, se celebren en la Iglesia comunitariamente. Se recomienda que también los laicos recen el Oficio divino, bien con los sacerdotes o reunidos entre sí, e incluso solos" Hay una reco- menda- ción de la Iglesia:

Celebrar la Liturgia de las Horas exige no solamente armonizar la voz con el corazón que ora, sino también “adquirir una instrucción litúrgica y bíblica más rica especialmente sobre los salmos”. No es fácil celebrar bien la liturgia de las horas. Por eso la Iglesia da otra reco- mendación:

En esta oración litúrgica van mezclándose salmos, himnos y lecturas de personas eminentes en la fe. Todo ello es para llevarnos a una mayor unión con Dios y provecho general en el espíritu. Esto pretende la llamada “lectio divina” que de la lectura y meditación de la palabra de Dios lleva a la oración.

¿En qué consiste la liturgia de las horas? Es fácil saber cómo se desarrollan los laudes y vísperas, pues muchas veces se rezan en la radio. Comienza siempre con un himno. Ya san Pablo habla algo de ello. Es como para ambientarse o caldearse un poco. según las circunstancias. Por ejemplo, si estamos por la mañana se puede cantar:

Automático

Alegre la mañana

salimos de la noche y estrenamos la aurora.

Saludamos el gozo de la luz que nos llega

Alegre la mañana Hacer CLICK

Y se reunían porque Jesús les había dicho: “Rezad continuamente”. Y san Pablo les decía a los de Éfeso: “Llenaos del Espíritu. Y, cuando os reunáis, recitad salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón”. En las cartas de san Pablo aparecen algunos himnos. Al principio los cristianos se reunían en oración, pero su oración era al estilo de los judíos, que consistía sobre todo en los salmos.

Pero la originalidad del cristiano fue el manifestarse, no tanto en formas nuevas, sino más bien en espíritu nuevo. Porque Cristo había modificado profundamente la actitud del alma en la presencia de Dios. Había insistido que se hiciera en la humildad, en la sencillez, en el sentimiento de pobreza. Así el cristiano se presenta ante Dios no por ser digno, sino a causa de su indignidad.

La oración comienza a ser continua desde la mañana hasta la noche. En san Pablo encontramos pedazos de himnos. Por ejemplo: Ef 5,14, al hablar de la luz les recuerda lo que dicen: “Despierta tu que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará”.

Otro himno que nos recuerda san Pablo está en ITim 3,16. que nos dice el misterio de Jesús: “el cual fue manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, mostrado a los ángeles, proclamado en las naciones, creído en el mundo, recibido en la gloria”. Parece ser un himno que por entonces se cantaba.

Un himno importante que nos transcribe san Pablo es en la 2ª carta a Timoteo, cuando habla de la muerte que es el estar con Cristo Jesús. Dice: “Es palabra digna de crédito”. Es decir, que parece ser conocido por los fieles. Y recita: “Pues si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

Si vivimos, vivimos para Dios, Automático

Si morimos, morimos para Dios.

En la vida y en la muerte somos de Dios.

Si vivimos, vivimos para Dios,

Hacer CLICK

Y así recuerda el libro de los Hechos de los Apóstoles cómo la primera comunidad se reunía y era asidua a la “fracción del pan” y a las oraciones. Y parece hablar de estas oraciones, cuando se reunían los cristianos, de una manera ordenada. Algunas veces con improvisaciones, como cuando habla de los carismas. San Pablo distingue ya oraciones privadas y oraciones de la asamblea cristiana.

Poco a poco, según las posibilidades de los fieles y bajo la dirección de los obispos, se reunían en asambleas de oración un poco más determinadas. Y la Iglesia fue adquiriendo el sentido de ordenación u organización. Los monjes, que vivían más apartados tenían su propia organización. Era como más libre y un poco diversa en cada sitio.

Ya en el concilio de Trento se organizó todo esto de la liturgia de las horas, con el fin de unificar un poco. Pero ya se unificó más al principio del siglo XX con san Pío X, poniéndolo más acomodado a las circunstancias modernas. Siempre acomodado a cada lugar. Fue después con Pío XII que se hizo de todo una traducción más moderna. Pero todavía siendo en latín.

El Conc. Vat II fue quien determinó la norma de que se pudiese hacer en las lenguas de cada lugar para que más fieles, especialmente las religiosas, pudiesen rezar con fruto la liturgia de las horas.

Al santificar las horas del día completo, significaba que se santificaban también las horas de la noche. Así los monjes se levantan por la noche (cada tres o cuatro horas, significa una vez) para santificar la noche y reparar los pecados del mundo. Ese rezo de noche son los maitines para que por la mañanita sean los laudes.

Después, por la tarde, las vísperas y finalmente las completas. Esa es la ordenación del tiempo. Todo tiene una referencia con pasajes de la vida de Jesús o de la cristiandad primitiva. Por ejemplo: A la hora de tercia se recuerda la hora de Pentecostés cuando vino el Espíritu Santo. Luego durante el día dividen cada tres horas, según los antiguos romanos, en prima, tercia, sexta y nona.

En la sexta, se recuerda cuando Cristo fue crucificado. También a veces se recuerda a esa hora una visión importante que tuvo san Pedro en Jope. Y la hora de nona es especial, pues se pone de relieve el momento de la muerte de Jesús. También en la hora de nona se recuerda cuando san Pedro y san Juan curaron al paralítico a la salida del templo.

Y las vísperas son especialmente para dar gracias a Dios por todo lo que nos ha dado en ese día. Llega el tiempo del descanso. Es la hora de la tarde, fin de las labores:

Automático

Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores,

Al romper el día nos apalabraste.

Ahora que nos pagas, nos lo das de balde.

Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.

Que eres Tú la viña, cuida los sarmientos.

Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores,

Hacer CLICK

Desde hace siglos este oficio de la liturgia de las horas es obligación para los clérigos: sacerdotes, religiosos aunque no sean sacerdotes, religiosas. Esta obligación no es sólo por un oficio o por el hecho de haber recibido unas órdenes sagradas o porque tengan un beneficio, sino porque pertenecen a una iglesia determinada: son personas consagradas al servicio de una iglesia.

Esta obligación, antes del Concilio era de todas las horas, aunque no necesariamente dichas en el mismo tiempo de la hora, pues solía ser demasiado difícil. Hoy la obligación es más sencilla. Suele ser de rezar laudes y vísperas, especialmente para sacerdotes que tienen cura de almas.

El hecho es que desde hace muchos siglos el servicio de oración litúrgica se fue organizando según esas horas. Cuando decimos “horas” no son horas de sesenta minutos, sino diferentes momentos del día. Era una manera de asegurar que la Iglesia fuera viva y orante. La obligación iba unida a recibir las órdenes sagradas.

Lo importante es recalcar que el rezo litúrgico del sacerdote es para que se una con su diócesis y con toda la Iglesia. Así lo que se reza o canta por un grupo de clérigos en una catedral, lo puede rezar uno solo con la intención de unirse a su diócesis y a toda la Iglesia. Por eso rezan todos lo mismo, siendo la oración propia de la Iglesia.

Y cuando es la oración de toda la Iglesia es porque es la misma oración de Jesucristo, pues la Iglesia es el cuerpo místico de Cristo. Ya sabemos que toda oración se eleva al Padre por Cristo, con Él y en Él. Y este poder sacerdotal lo ejerce aquí en la tierra por el ministerio visible de la Iglesia. Ya decía san Agustín: Jesús ora en nosotros como nuestra Cabeza, nosotros oramos a Él como a nuestro Dios. Reconozcamos nuestras voces en Él y de Él en nosotros”.

La obligación de la oración litúrgica es obligación de religiosos (y religiosas); pero el oficio divino, por ser la oración del Cuerpo Místico entero, es también la oración de los fieles. Y por eso cada vez más hay muchos fieles que sienten como algo hermoso tener el libro y aprender a usarlo, para poder dirigirse al Señor con los mismos salmos, himnos y lecturas con que toda la Iglesia alaba al Señor.

La Liturgia de las Horas, siendo la oración de toda la Iglesia, aunque uno sin ser tan santo lo recite, va hacia Dios como una oración de toda la Iglesia. Claro que cuanto más santo sea quien lo recite, más abundantes gracias recibirá y podrá trasmitir a otros.

La oración de medianoche, que eran los maitines, tenía varias consideraciones de santos, propias para la meditación. Los laudes por la mañana es un cántico de alabanza al Señor, autor de la luz y de la gracia, en alabanza a Cristo verdadera luz de las almas. Y como preparación para la Eucaristía.

Es la oración de la mañana para santificar las faenas del día. Después venían los oficios de tercia, sexta y nona, que son breves oraciones para santificar esos momentos del día. Luego el oficio de “prima” para los monjes sobre todo significaba el santificar la marcha al trabajo.

Las vísperas al caer el día, cuando va a cesar la actividad, tiene por objeto el dar gracias a Dios por los auxilios recibidos durante todo el día. Y al final, ya en la noche, las “completas” para pedir el reposo nocturno. Expresa sobre todo confianza en el Señor, pide una noche reposada.

Así pues, todos los que puedan conseguir este libro y rezar estas “horas”, saben que, al rezarlas, se unen con toda la Iglesia, y todos alabamos al Señor no sólo al mismo tiempo, sino con el mismo Espíritu y la misma dirección. Por eso lo debemos hacer con mucho entusiasmo y con mucha fe.

Cristo siempre está vivo entre nosotros. Cuando se va terminando el día podemos sentir que nos vamos sepultando con Cristo, pero es para resucitar con Él en el nuevo día. Algo de esto nos quiere decir un himno que dice:

Nos dijeron de noche que estabas muerto Automático

La noche entera la pasamos queriendo mover la piedra.

Volverá a ver la tierra la gloria del Señor.

Con la protección de la Madre María. AMÉN