Meditación sobre el Meditación sobre elEvangelio del próximo Domingo

Meditación sobre el Meditación sobre elEvangelio del próximo Domingo 1 de Noviembre de 2015

Domingo de la Solemnidad de Todos los Santos

Domingo de la Solemnidad de Todos los Santos Una invitación y un desafío que es para todos

EVANGELIO: Mateo 4, 25—5, 12

Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de Transjordania.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

“Felices los que tienen alma de pobres,

porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia,

porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo;

de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”. Palabra del Señor

MEDITACIÓN

Santo, Santa, ¿yo?

El día en que conmemoramos a Todos los Santos, es apropiado preguntarnos ¿qué significa, precisamente, ser santos o santas?

tomando en cuenta que según el Apóstol «la voluntad de Dios es que sean santos» (1 Tes 4,3)

Francisco, con el estilo coloquial a que ya nos tiene acostumbrados, enseñaba lo que no es:

“Alguno piensa que la santidad es cerrar ojos, poner cara de estampita, así. No, no es esa la santidad” (Catequesis 19/11/2014)

Una clave para comprender lo que sí es, puede ser esta:

«Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo,

para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor» (Ef 1,4)

Es decir, que, como siempre en el auténtico mensaje cristiano, la actitud y la característica principal es el amor…

Continúa el Papa: “Es viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio cristiano en las ocupaciones de cada día que estamos llamados a ser santos […]

lo único que pide el Señor es que estemos en comunión con Él y al servicio de los hermanos”

Y esas son la segunda y tercera clave: La comunión con Él, que es Amor (cf 1 Jn 4,16), produce frutos de amor que se manifiestan de manera concreta en servicio… o no es amor

Todos los Santos invita a recordar con cariño agradecido a todos los que se esforzaron, contra las dificultades propias y las que les ponían otros…

para relacionarse con amor con sus semejantes y con toda la Creación

sabiendo que muchos de ellos no alcanzaron (o no alcanzarán) a llegar a los altares

Y recordar que todos somos invitados a la santidad, no pasiva, como en el concepto errado que señalaba el Papa, sino activa:

porque son bienaventurados o felices quienes, desde su pobreza, trabajan por la justicia, la paz, la solidaridad, el respeto y la dignidad para todos, pese a que les cueste persecuciones

creyendo que es la única forma que venga a nosotros Su Reino desde ahora...

Lo anterior, reconociendo que todos somos pecadores (cf 1 Jn 1,8)

pero, a la vez, teniendo la esperanza de llegar a compartir la alegría de Dios

con la confianza puesta en que esa «esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,5)

Y es haciendo uso de ese regalo divino que podemos aceptar la invitación a la santidad que Él nos hace

“Acojámosla con alegría, y apoyémonos los unos a los otros, porque el camino hacia la santidad no se recorre solos,

cada uno por su cuenta no puede hacerlo, sino que se recorre juntos” (Francisco, obispo de Roma)

Que aceptemos la invitación a ser bienaventurados por vivir, lo más que nos sea posible, y cada vez más, al estilo del Santo de Dios: tú, Señor Jesús. Así sea. Así sea.