No fue por casualidad que aquella antología de cuentos breves llegó a mis manos.

Algunos se asemejaban a mares de aguas oscuras y turbulentas y otros eran de aguas tranquilas y transparentes que dejaban ver los tesoros ocultos en las profundidades abismales

Pero hubo uno que me atrapó por completo. Era el de quien, siendo niño halló una puerta mágica en un lugar cualquiera que le permitió el acceso a un mundo especial y perfecto

Aquella mañana cuando la luna esbozaba su última sonrisa decidí hacer mi rutinaria caminata con aquellas imágenes rondando mi cabeza. El frescor matutino terminó de despejarme

Sentía que últimamente yo había perdido mi paraíso personal y que este había sellado sus puertas definitivamente para mí.

Después de varias vueltas, decidí buscar un árbol para sentarme a descansar y meditar.

El ruido de unas leves pisadas reclamó mi atención. Parado frente a mí estaba un niño de dos años, con extraña vestimenta y una raqueta en la mano. Me miraba dulcemente desde la profundidad de unos bellos ojos oscuros. Hola señora, dijo el pequeño Hola niño con quién estás- pregunté al verlo solo

Vine a estar contigo porque me estabas buscando –continuó Quién eres? - Volví a preguntar Tú sabes bien quien soy. A veces me dicen ángel, otras nene pero tú sabes bien mi nombre. Mira, prosiguió- te traje una manzana. Es el fruto de la sabiduría y te la obsequio para que a través de ella puedas encontrar de nuevo tu lugar en el Edén. Cierra tus ojos pon tu mano sobre tu corazón y siente. Así recuperarás el paraíso que creías perdido.

Recorre el espacio que te separa de tu pasado y tu mano entrará en contacto con la llave que abrirá las puertas del paraíso que creías perdido.

Recordarás que más de una vez fui yo quien te franqueó la entrada a ese mundo perfecto donde encontraste el bienestar, la paz, el sosiego y a quienes creíste perdidos para siempre

Los verás y escucharás y para que nunca me olvides yo te esperaré siempre en ese lugar para brindarte la seguridad que te falta, la dicha que añoras.

Verás los ojos azules de tu padre, sentirás su abrazo y sea cual sea el camino que escojas yo estaré al final para confortarte.

Abrí los ojos azorada, quise acariciar al niño, pero se fue blandiendo su raqueta y riendo dulcemente.

Retorné a casa confundida pero con una paz inmensa. Entonces volví la cabeza hacia el almanaque y comprendí: me mostraba la fecha 20 de Abril. El último día que escuché tu voz. Fue entonces que recobré la llave de mi paraíso

Imágenes de la web Texto adaptado a pps de mi cuento “La manzana roja” Marta Améndola Dedicados a mis dos ángeles personales

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