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Purísima madre mía, purísima,
quiero consagrarte mi corazón, mi voluntad, mi vida entera.
Llévame al Corazón de tu Divino Hijo Jesús para que Él habite en mi.
Quiero ser totalmente tuyo madre mía y a partir de hoy servirte fielmente en lo que me mandes.
Sé dulce compañía en mi vida,
no permitas que jamás me separe de ti,
y en la hora de la muerte ven a buscarme,
para gozar en la eternidad en tu compañía.
Bendita y alabada seas por siempre, madre mía, madre mía.
Amén.
¡Dulce Corazón de María! ¡Sed la salvación del alma mía!