La concepción del hombre agustiniana

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Transcripción de la presentación:

La concepción del hombre agustiniana El cristianismo ha tenido al hombre como imago Dei a partir de las palabras del Creador en el relato de la creación: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”

La concepción del hombre agustiniana Finalidad: La restitución de la imagen de Dios en el hombre como meta de la doctrina de la imago.

La concepción del hombre agustiniana Las consecuencias antropológicas de la doctrina de la imago: la inadecuatio del hombre consigo mismo b) la ipseidad propia de la imago Dei

La concepción del hombre agustiniana Lo que conocemos de nosotros es lo mínimo del hombre, sólo Dios conoce nuestro propio ser.

La concepción del hombre agustiniana 1. De una concepción materialista a una concepción espiritual del ser humano Según los maniqueos: pensar al hombre como espíritu, no es posible, pues Dios mismo, el modelo, no lo era.

La concepción del hombre agustiniana Presupuestos según el maniqueísmo: Dios como una sustancia material infinita. b) La incorruptibilidad de Dios c) Dios es algo corpóreo.

La concepción del hombre agustiniana Tras la lectura de las sagradas escrituras comprende que las cosas materiales son gobernadas y dirigidas por las espirituales. Se da cuenta de que su mente no era corpórea, por lo que gobierna y administra su cuerpo; la inteligencia de lo visible lo hizo elevarse a lo invisible y espiritual

La concepción del hombre agustiniana Al no comprender al hombre como imagen, lo condujo a estar anclado a la corporalidad; no entendía a la imagen como intelectiva, es decir, como espiritual. Pensaba corporalmente lo espiritual.

La concepción del hombre agustiniana La idea del hombre como imagen le viene de su comprensión de Dios como único y verdadero principio de todo cuanto existe.

La concepción del hombre agustiniana El conocimiento del ser humano nos permite elevarnos hacia la contemplación de Dios Trinidad, a través del único y verdadero camino que es el Hijo, pues el acto reflexivo del autoconocimiento nos conduce al maestro interior, Cristo, que nos guía hacia el perfeccionamiento de la imagen en la eternidad.

La concepción del hombre agustiniana “La meta que Agustín se propone alcanzar: la restitución de la imagen de Dios en el hombre. La vuelta a Dios en la perfecta renovación de su imagen, porque el ver a Dios, el asemejársele no es algo que se pueda realizar materialmente sino sólo espiritualmente […] para ello, es del todo imprescindible, la fe.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei Hay dimensiones de su ser que son desconocidas para sí mismo, que escapan a su propio espíritu y que sólo Dios conoce. El hombre no es transparente por completo para sí, lo que lo lleva a reconocer que existe una grieta por la que el hombre no encaja consigo mismo y que éste es precisamente el trabajo que prescribe la máxima común.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei La investigación sobre el hombre como imago Dei le permitirá reconocer que el ser humano alberga en su interior una aspiración o intentio de eternidad o divinización, es decir, que al haber sido creado para ser imagen, el hombre busca y anhela a su Creador y, en esta búsqueda, encuentra que el mayor obstáculo para hallar y conocer a Dios es su propio ser. Por tal motivo, el ser humano como imago es a la vez camino y amenaza para entender y conocer a Dios y a sí mismo.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei El hombre como imagen de Dios imperfecta está llamado a crecer en semejanza con Dios.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei La meta de la doctrina de la imago Dei es restituir la imagen de Dios en el hombre; la vuelta a Dios en la perfecta renovación de su imagen, porque el ver a Dios, el asemejársele no es algo que se pueda realizar materialmente, sino espiritualmente [...] para ello, es del todo imprescindible, la fe.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei La imagen de Dios en el hombre está impresa en la parte más excelsa del alma, en la mens.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei Ser imagen y semejanza de Dios implica que el hombre participa de la naturaleza eterna del Creador, de ahí que tenga esencialmente y por creación esa intentio de divinización. Si el objeto adecuado no colma esta intentio, la colmará necesariamente uno inadecuado, de tal manera que o se dirige a Dios o a la creatura. El alma tiene, pues, dos grandes oficios, a saber: uno superior, de orden divino, y uno inferior, de orden terreno.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei La imago busca asemejarse por imitatio al modelo del cual es imagen, pero si confunde el modelo se asemejará a aquello que haya tomado como modelo, es decir, la creatura, constituyéndose como modelo de sí. En esto radica la inadecuación constitutiva en la cual está anclado el hombre, pues al haber preferido asemejarse a la creatura que a su Creador, cae y, salvo nuestros primeros padres, ningún hombre asistió a la caída, por eso, el ser humano no sabe el estado de indigencia en que se encuentra, que solamente por la fe puede reconocer.

La concepción del hombre agustiniana 3. La imago Dei No es un ‘conócete en imagen’, sino un ‘conócete a ti mismo’, que lo llevará a reconocer su ser de imagen.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad El carácter de infinitud que nos viene por ser imagen de la Trinidad nos conduce a una tarea inacabada y dichosa que es la del conocimiento de sí.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad Un primer aspecto que es importante puntualizar para la comprensión de la imago como ipseidad radica en aclarar la distinción entre el yo y el cuerpo y su relación imprescindible. El esfuerzo agustiniano por clarificar las implicaciones fundamentales en el hombre de lo que está revelado en la Escritura, lo llevará a distinguir entre el hombre interior y el hombre exterior.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad No obstante, cuando hablamos del conocimiento de sí mismo, ese sí que soy yo mismo no es cuerpo ni alma, sino que lo que yo llamo ‘yo’.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad El yo es el hombre interior que tiene una relación imprescindible con el cuerpo.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad El yo, el animus, es el que conoce estas cosas externas que recibe por medio del cuerpo, pero el yo no es el cuerpo. El yo no pude prescindir del cuerpo, pero tampoco puede reducirse a él; el yo se distingue del cuerpo y, sin embargo, ese yo no logra su posibilidad propia sino a través del cuerpo. Lo que le otorga mismidad (ipseidad) al ser humano no es el cuerpo sino el ego animus, éste le da una identidad.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad El hombre no puede agotar el conocimiento de sí porque no se ve como un objeto, sino como una ipseidad, imagen de una ipseidad superlativa infinita e inescrutable, que es Dios: “comprendo en mí lo admirable e incomprensible de tu ciencia, artífice de mi ser, cuando considero que ni a mí mismo, obra de tus manos, me puedo comprender”

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad Si comprendemos el punto de llegada del estudio juicioso agustiniano sobre el ser humano como imago Dei, entenderemos que no es posible un conocimiento pleno del ser humano sobre sí mismo, ya que es imposible reducir al hombre a un objeto de conocimiento, puesto que el ser humano es una ipseidad, no un objeto.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad Sólo sabemos que somos imagen, pero no podemos decir que la imagen es esto o aquello; si esto se llegara a hacer, simplemente se estaría cayendo en un reductivismo del hombre sobre sí mismo, esto quiere decir, que cualquier pretensión de definir qué sea el hombre en su ser es un sinsentido.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad El problema de la ipseidad es el yo, el sí mismo. Ahí radica la importancia de develar la relación de la imagen (memoria, inteligencia y voluntad) con el ‘yo’, yo el espíritu), porque la imagen que siempre soy yo, no se pude reducir a sus potencias. Son tres potencias de la imagen y no una imagen que es tres potencias. La comprensión de sí mismo es irreductible a estas tres potencias. Ya en el acto de conocerme hay una abismal e insalvable distancia entre mí mismo (ipseidad) y lo que conozco, en esto radica la lucidez y el alcance de la reflexión agustiniana sobre el hombre.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad El “yo” que soy yo mismo, mi ipseidad, el ipse (sí mismo) no es un ídem (lo mismo), pues el ídem puede cambiar y de hecho cambia por el paso del tiempo, en cambio el ipse no está sometido al tiempo, no cambia, es la imagen. Para Agustín, el ipse es el espíritu como imagen, que no cambia ni por el paso del tiempo ni por la perversión del pecado.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad Lo que es espíritu no puede estar por esencia sometido al orden de lo material y corpóreo, sino al orden de lo divino y eterno.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad Por la ipseidad que somos nosotros mismos y el conocimiento que se preceptúa son la tarea misma del ser humano tanto en la vida sometida al tiempo como en la eternidad. Reconocernos como imago Dei es reconocer que nuestro conocimiento no se agota en lo que podamos asir de nosotros, que las profundidades de nuestro ser seguirán siendo conocidas por nosotros mismos y que, independientemente de nuestra decisión, esa imagen es perenne, pues no podemos librarnos de nosotros mismos, no podemos huir de nuestro ser más propio, el de imago Dei. Ser hombre es ser imagen; decir hombre es lo mismo que decir imagen. El hombre es imagen.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad La doctrina de la imagen, a diferencia de otras visiones antropológicas, nos lleva a pensar la unidad entre lo humano y lo divino, pues el hombre es el reflejo y la transparencia de la divinidad. Además de lo revelado en las Escrituras, lo que conocemos de Dios se da solamente a partir de la comprensión del ser humano como imago Dei.

La concepción del hombre agustiniana b. La imago Dei como ipseidad Mostrar en plenitud qué sea el hombre como imagen, es una tarea infinita, pero no por ello imposible de emprender, ya que la tarea misma de la vida radica en recorrer el camino del propio conocimiento. El hombre, como imagen, tiene un elemento de desconocimiento de su ser que le es propio y que es indeleble, la riqueza de su conocimiento es inacabable. Lo que podemos conocer de nosotros mismos son nuestras facultades y lo que Dios mismo nos quiera revelar de las profundidades de nuestra alma