ORACION DE CONTEMPLACION El alma creyente, en contemplación, se desliga de lo material y es elevada amorosamente por Dios a lo espiritual. Suele darse la oración de contemplación después de largo tiempo de meditación, y de purificación del alma de vicios y defectos.
En la contemplación, el agua (de la gracia) nos cae del cielo abundantísima y sin esfuerzo. Así sucede en la oración de contemplación. En la meditación, con gran esfuerzo obtenemos poco agua de gracia como nos indica el pozo en el que sacamos agua con nuestro esfuerzo.
La contemplación - dice San Juan de la Cruz - “no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios, que inflama el alma en espíritu de amor”. Aparece así en la basílica vaticana la imagen de Santa Teresa de Ávila, en estado de éxtasis.
El contemplativo no puede meditar apenas, ni discurrir con las potencias del alma. Simplemente se deja llevar con una advertencia amorosa y sosegada, contemplando la grandeza de Dios.
Frutos de la contemplación: Conocimiento de uno mismo y su pobreza. Gran adelanto en todas las virtudes teologales y morales. Gran paz y suavidad de corazón. Percepción muy viva de la belleza de la Creación y de Dios mismo.
El orante contemplativo ha de buscar el despojarse del “hombre viejo”: de la búsqueda instintiva del placer y la comodidad que nos ataca siempre, del consumismo, de relaciones (como la familia y amigos) que nos quitan libertad, del amor propio y el egocentrismo.