« Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dijo Jesús a Nicodemo:
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios». (Jn 3, 16-18)
En la Iglesia se predica un solo Dios, que lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente; lo penetra todo, por su Palabra; y lo invade todo, en el Espíritu Santo.
La unidad y la pluralidad se encuentran en Dios. En Dios cabe la diversidad de las personas y la riqueza impensable de la comunidad.
En el evangelio de Juan se evoca una escena misteriosa. Nicodemo, el fariseo, va a visitar a Jesús en el corazón de la noche. El diálogo está compuesto con admirable maestría literaria. Está dividido en tres revelaciones progresivas:
Jesús le dice a aquel maestro de Israel Jesús le dice a aquel maestro de Israel que es preciso volver a nacer, pero esta vez del Espíritu. Nicodemo no parece entender demasiado…
Poco más adelante, Jesús pronuncia una frase cargada de significado: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
En el coloquio de aquella noche,
La dimensión trinitaria de nuestro bautismo ha de llenar nuestra vida toda. Así nacimos a la fe. Así nacimos a la fe. Así hemos de vivirla. Así hemos de vivirla.
Para aprender a vivir la gratitud por el don gratuito de la vida. Para vivir gozosamente la filialidad y responsablemente la fraternidad universal.
Para confesar que los pequeños, los pobres y los ciegos han sido tomados por su gracia. Para regustar la grandeza de la encarnación de Dios en la persona de Jesús y su presencia en nuestra tierra.
Para comprender que el amor es la palanca que mueve el mundo, el gran don de Dios y la mejor tarea humana. Para descubrir su rastro dondequiera que se encuentre una brizna de verdad, bondad y belleza.
Dios nuestro, a quien adoramos como Padre, Hijo y Espíritu, te damos gracias por habernos creado a tu imagen. Ayúdanos a vivir y actuar imitando tu ser y tu actuar. Amén.
José Román Flecha Andrés PALABRA DEL SEÑOR, Salamanca 2007 Presentación: Antonia Castro Panero Música: Relax.