Antes de entrar la madrugada soñé que mis sueños florecían a la par de los geranios que ondean el rumor verde de la primavera en flor sobre el alféizar de la ventana. Dedicado a los montañeros cuya vida quedó para siempre varada en la montaña.

Alta está la montaña, me dije, contemplando la cumbre nevada, pero subir subiré con prisa halada y de la cumbre tomar tomaré la más blanca nieve entre mis dedos.

Los blancos copos frágiles barcos serán, cruzando el mar inmensamente pequeño de mis manos. Y antes, mucho antes que a la mar, en agua transformada llegue, con esta limpia nieve un pequeño, muy pequeño mar, en el cuenco de mis manos formaré.

¡Oh, mis copos veleros, ampo de nieve, surcando por la océana altamar de mis manos! Será un mar con barquitos veleros navegando por la orilla del acantilado tranquilo de mis manos que enseguida desaparecerán y se irán como se va un amor entre la niebla.

Agitaré un revuelo azul de pañuelos bordados de ensueño y atardeceres mientras voy acercándome a la nieve para jugar un juego limpio de estrellas con miles y miles de copos rodando ladera abajo de mis manos como evocador acantilado de mis sueños.

Y antes que al suelo lleguen mis halados barcos de nieve, girar los haré, en frenética danza de luces, por el firmamento espléndido del tiempo, igual que gira, salta y vuela una bengala en surtidor multicolor de fuego, ancestral embrujo de la fiesta, sobre el frío impoluto y raudo de la cumbre.

al tiempo que en cascada de blancura mis frágiles barcos se deslizarán hasta la ladera profunda de mi niñez ya olvidada. Saltará la ventisca en la montaña y yo también saltaré y correré la luminosa danza en remolino que forma la nieve en el hielo

Y antes de llegar a lo más hondo del valle Y antes de llegar a lo más hondo del valle seré sorbido por el embrujo y la avalancha del paisaje virgen de la nieve. Sólo entonces, con el tiempo ajustado por la vida de la cumbre velozmente bajaré, deslizándome por la última pista inmaterial y blanca de los días.

Fondeado entre la cumbre y el valle para siempre yo descansaré. Sobre el alféizar de la ventana asomado quedará el rumor verde y perenne de los geranios en flor. Juan Manuel del Río Los blancos copos de nieve como diminutos pañuelos en adiós de despedida se agitarán.