La noche se fue rajando cual breva madura y blanda, y de su rosada herida asomó pálida el alba.
Un torrente de arreboles se esparció entre las montañas, tiñendo de rojo y ocre los claros de la mañana.
Un concierto de colores, entre jirones de lana, iluminaron el monte en difusas pinceladas.
En un lecho iridiscente despertó media naranja, llena de fuego la frente, bruñida en oro la cara.
Al calor del primer rayo todo el mundo se despierta: el tranquilo petirrojo, la nerviosa lavandera,
la rana de San Antonio confundida con la hierba, la mantis, que camuflada, busca en el seto la presa.
Tiembla en el aire la alondra, en los brezales, la abeja; olorosos arrayanes perfuman la primavera.
Jadea el pesado carro, canta el eje entre las ruedas, camina con lento paso el campesino a las eras. RAMÓN