Cuando se ha probado a volar por la vida con Jesús, ¿a dónde podemos ir que encontremos las palabras que son y producen vida, que entusiasman y esperanzan, que invitan e inquietan, que hacen vivir y no sólo subsistir? José Alegre Texto: Juan 6, 61-69 // Tiempo Ordinario 21 –B-. Comentarios y presentación: Asun Gutiérrez Cabriada. Música: García Caffi. Adagio.

60 Muchos de sus discípulos, al oír a Jesús, dijeron: –Esta doctrina es inadmisible, ¿Quién puede aceptarla? La “doctrina” de Jesús consiste en poner la otra mejilla, perdonar a l@s demás y a un@ mism@ incondicionalmente, servir y no querer ser servid@s, no juzgar, dar, sin esperar nada a cambio, no de lo que sobra sino de lo necesario, preferir ocupar los últimos puestos, colaborar en la construcción de un mundo más humano... Lo que Jesús pide, vivir como vivió él, es lo que más compromete y lo que más felicidad y libertad proporciona. Es la “exigencia” del amor.

61 Jesús, sabiendo que sus discípulos criticaban su enseñanza, les preguntó: –¿Os resulta difícil aceptar esto? 62 ¿Qué ocurriría si vieseis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? Es lógica la sorpresa y el rechazo de quienes se han acostumbrado a un dios hecho a la medida de su historia personal, de sus intereses o como les han contado. El encuentro con Jesús supone una opción personal, un proceso continuo y selectivo. El resultado es para celebrarlo desde la gratuidad, la confianza, la alegría, la esperanza...

63 El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada 63 El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. 64 Pero algunos de vosotros no creen. Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar. Seguir a Jesús es cuestión de Amor y de Espíritu. Jesús opone el “espíritu”, que es la fuerza, la alegría, la libertad, la vida, a la “carne”, que en la Biblia significa egoísmo, pesimismo, falsedad, cobardía... Nada relacionado con el cuerpo, como se tiende a pensar insistiendo equivocadamente en la distinción entre alma y cuerpo. Distinción que procede de la filosofía griega, no de Jesús. Creer compromete. La fe no es un tranquilizante. Seguir a Jesús supone aceptarle a él y a su estilo de vida.

Y añadió: –Por eso os dije que nadie puede aceptarme, si el Padre no se lo concede. 66 Desde entonces, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no iban con él. 67 Jesús preguntó a los doce: –¿También vosotros queréis marcharos? Como en toda relación amorosa, al inmenso e incondicional amor que el Dios de Jesús nos tiene debe responder nuestro amor. El cuarto evangelio sólo menciona a los Doce en esta ocasión y en 20,24. Para tod@s resuena la pregunta directa y provocadora de Jesús. Es importante nuestra respuesta. Una respuesta libre y personal que es elección, opción de permanecer en la seguridad del suelo o de lanzarse a volar con la confianza de que Alguien nos sostiene y nos hace ver, vivir y sentir la vida desde otra perspectiva, desde otra sensibilidad, desde la plena confianza en Alguien que nunca falla.

Lo fundamental no es “a dónde” ir, sino “a quién” ir. 68 Simón Pedro le respondió: –Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. 69 Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. Lo fundamental no es “a dónde” ir, sino “a quién” ir. Las palabras que Jesús repite una y otra vez como “felices”, “amor”, “levántate”, “ven”, “paz”, “no temas”, “sígueme”, “ama a tu prójimo” “Abbá”... dan vida, son vida. Es la revolución del amor en la que se ve inmersa la persona que ha experimentado el encuentro personal con Jesús. No es una obligación ni una deuda sino la respuesta de una persona agraciada y agradecida que ya no entiende su vida sin Jesús. Y nosotr@s, ¿a quién iremos? Aunque no tengamos todo claro, nos identificamos plenamente con el abandono confiado y amoroso de Pedro.

En tu luz aprendo a amar. En tu belleza, a escribir poemas En tu luz aprendo a amar. En tu belleza, a escribir poemas. Danzas en mi pecho, donde nadie te ve, pero a veces te veo, y esa visión se transforma en mi arte. Rumi