Johannes Vermeer Holanda, 1632 – 1675 Su muerte a temprana edad, sumado a que su obra pictórica no alcanzó a ser prolífica, lo hicieron caer en el olvido y debieron pasar dos siglos para que un crítico especializado lo redescubriera y lo dejara instalado en la historia del arte como a uno de sus grandes genios. Aunque se perdió la mayor parte de su obra, se han logrado identificar como de su indubitable autoría alrededor de treinta cuadros, los que han sido suficientes para considerarlo, después de Rembrandt, el pintor más valioso de la edad de oro de Holanda. Vermeer fue un maestro indiscutido en el manejo de la luz, de las texturas, de la perspectiva y de los colores transparentes. Se ha dicho de Vermeer que “en sus obras se puede sentir el silencio de los personajes en algunos momentos íntimos de sus vidas.” La Lechera, 1660 Óleo sobre tela, 45,45 x 40,6 cm Rijksmuseum, Amsterdan Los expertos no dudan al poner de resalto el efecto tridimensional de la imagen de la mujer y los cuidados detalles de cada uno de los elementos que componen y hacen de este cuadro una de las grandes obras maestras de Vermeer. Cristo en la casa de María y Martha, 1656 – Óleo sobre tela, 160 x 142 Galería Nacional de Escocia La lección de música, 1660 Óleo sobre tela, 73,3 x 64,5 cm. Colección Real Castillo de Windsor, Londres Los estudiosos de la obra de Vermeer destacan aquí la luz natural que, penetrando con intensidad a través de las ventanas, inciden en todas las superficies pulidas y le arrancan brillos a la seda de la alfombra y hasta al aro de cobre de la jarra de porcelana blanca. Vermeer ha transmitido aquí, con su gran detallismo, la calidad táctil de las distintas superficies: el mármol, la seda, el terciopelo, etc. Mujer con jarra de agua, 1665 – Óleo sobre tela, 45.7 cm x 40.6 cm Museum of Modern Art, New York El geógrafo, 1668 Vista de Delft, 1660 Óleo sobre tela, 98.5 x cm Museo Mauritshuis, La Haya Es muy posible que Vermeer se haya valido de los principios de la cámara oscura para perfeccionar los bocetos de muchos de sus cuadros, tal como así ya lo hacía en su tiempo el propio Leonardo da Vinci. En el caso del cuadro que estamos viendo, los estudiosos creen incluso probable que para pintar con tanta concisión semejante paisaje, Vermeer haya utilizado un telescopio invertido. Sólo así pudo haber logrado condensar la vista panorámica de un sector determinado, al tiempo que disminuir las figuras del primer plano a una dimensión inferior a la normal, logrando finalmente que el resto de la composición retrocediera dentro del espacio. La imagen proporciona efectos ópticos que transmiten un paisaje urbano unido en la composición y, a su vez, atmosféricamente envuelto en una luz brillante. Mujer con Balanza, 1665 Óleo sobre tela, 42.5 x 38 cm. The National Gallery of Art, Washington D.C. Muchacha con sombrero rojo, 1666 Óleo sobre tabla, 22,2 cm x 18 cm. The National Gallery of Art, Washington D.C. “La encajera” es otra de las pinturas más conocidas de Vermeer, calculándose que pudo haberla realizado hacia Se trata de un óleo sobre tela que mide solamente 23,9 cm de alto y 20,5 cm de ancho, siendo actualmente exhibido en el Museo del Louvre de París. El Arte de Pintar, 1668 Óleo sobre tela, 120 x 100 cm. Kunsthistorisches Museum, Vienna Esta pintura es famosa por una serie de razones. Primero que nada, por ser una de las favoritas del propio Vermeer, al punto que nunca se desprendió de ella mientras vivió. Luego, por ser un buen ejemplo del estilo óptico del artista, en tiempos en que aun no existía la fotografía. Finalmente -y no es un detalle menor- porque en tiempos de la invasión de Austria por parte de los nazis, su entonces propietario el conde Jaromir Czernin, se lo vendió en reichsmarks al mismísimo führer Adolf Hitler. El cuadro fue recuperado en 1946 y entregado al Estado de Austria. Y para concluir con esta breve galería biográfica, el plato fuerte: La joven del aro de perla, 1666 – Óleo sobre tela, 46.5 x 40 cm Mauritshuis, La Haya. Este cuadro, pintado alrededor de 1666 y redescubierto recién en 1882, es conocido también como “La Mona Lisa holandesa”. Eduard A. Snow, un estudioso de la obra de Vermeer, publicó acerca del mismo lo siguiente: “La belleza de este retrato, su pureza, su frescura, su brillo y su sensualidad, nos eximen de cualquier comentario. Estar frente a este cuadro nos obliga a implicarnos con él en una relación tan urgente, que uno siente instintivamente la necesidad de dar un paso atrás para reverenciarlo.”